lunes, 22 de junio de 2015

22 junio 2015 (3) El Periódico de Catalunya (entrevista) (opinión)

22 junio 2015 



Una soledad permanente

Los afectados por el atropello masivo aún tienen síntomas de estrés postraumático sin tratar





Pesadillas, ansiedad, depresión, aislamiento, rabia contenida... Son los síntomas que manifiestan, cinco años después, muchos familiares y testigos del atropello masivo en Castelldefels. Algunos jóvenes afectados han logrado superar el traumático episodio y, a pesar de sus graves heridas, hoy cursan estudios superiores o trabajan; otros, sobre todo los hijos de familias sin recursos, han abandonado los estudios y se han quedado clavados en aquella noche del 23 de junio del 2010. Hay madres que siguen tomando fármacos para la depresión.

«Cuando te pasa una cosa muy gorda y ya ha salido la foto del presidente y los ministros en el funeral, uno piensa que la Administración se encargará de atender a las víctimas, pero no es así -afirma Roberto Manrique, superviviente del atentado de Hipercor y expresidente de la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas-. Pasa igual en todas las catástrofes. No sé por qué no se hace un protocolo como dios manda para atender a las personas en estos casos». La noche del 23 de junio del 2010, Manrique acudió al andén de Castelldefels-Platja a petición de la consellera de Justícia, Montserrat Tura.

Hace cinco años la Unitat de Trauma, Crisis i Conflictes de la Universitat Autònoma ya tenía diseñado un programa de atención a largo plazo para los afectados de grandes catástrofes que iba más allá de las 72 horas de intervención del Servei d'Emergències Mèdiques, que ya está muy bien establecido y valorado .

Su directora, Ingeborg Porcar, incluso llegó a recibir varias llamadas de familias de Castelldefels pero no pudo atenderlas. Las autoridades consideraron que, tras la atención en el primer impacto, las víctimas debían dirigirse a la red de salud pública. En algunos casos esto resultó insuficiente o, directamente, contraproducente. Este fue el caso de Alba, una menor embarazada en el momento del accidente que cuando se presentó al psicólogo de su centro de atención primaria con el bebé fue aleccionada sobre la imprudencia de su novio.

«Al margen de este caso, que es una bestialidad, los profesionales aún no tenemos las cosas claras -opina Porcar-. La lección de Castelldefels es que poner psicólogos en el momento del impacto no es suficiente y la red pública no está preparada. Faltó una posintervención especializada. Es un duelo de alto riesgo porque no hay cuerpos y a los afectados no se les prestó un seguimiento especializado de seis a nueve meses. Las personas que se han cronificado es porque, o ya tenían condiciones previas para cronificarse, o porque nadie les ayudó».

Opinión:

Aunque mi labor principal y casi única ha sido dedicar mas de la mitad de mi vida a la atención integral de otras víctimas del terrorismo, en diferentes ocasiones ha sido solicitada mi colaboración en situaciones de crisis y emergencias, especialmente en la primera intervención.
Una muestra fue el accidente del tren de Castelldefeles que acabó con la vida de 12 personas y causó heridas a otras decenas. Es una situación que ni Sara Bosch ni un servidor hemos publicitado ni mucho menos explicado (excpeto a quien merecía la información). Pero ahora, gracias al excelente reportaje de Gemma Tramullas, se puede conocer esta vivencia que, como otras, me ha marcado como persona y me ha permitido ver (nuevamente) la estupidez de ciertos representantes de la administración.
Las víctimas afectadas por el accidente mencionado ya saben de qué estoy hablando.

Dicho lo cual, nos han tenido, nos tienen y nos tendrán a su lado para lo que necesiten. Y mientras tanto, a ver si se mejoran la atenciones psicológicas a quien, como ellos, sufren una situación de “víctimas masivas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario