07 noviembre 2016 (05.11.16)
Cerrar el capítulo
etarra
Irastorza es albacea
de una banda que lleva cinco años sin actuar y sin intención de regresar
El jefe de Información de la Guardia Civil , el
teniente general Pablo Martín Alonso, aseguró en mayo de 2010, tras la
detención de Mikel Carrera, que había caído el “último general de ETA”. Los
hechos le avalaron, porque a las semanas ETA declaró otra tregua, al poco renunciaba
a la extorsión y meses después —el 20 de octubre de 2011— anunció el “cese
definitivo” del terrorismo. Conviene recordarlo para saber de lo que hablamos
ahora.
Mikel Irastorza —denominado “último jefe de ETA”— es albacea de una banda que
lleva cinco años sin actuar y sin intención de regresar. No tiene historial
terrorista. Es un mero gestor que han colocado los restos de la banda —cuando
se produjo el cese definitivo, en 2011, ya eran menos de 50 militantes— para
realizar el desarme de los pocos centenares de fusiles, pistolas y algunos
kilos de explosivos, guardados en zulos sellados, que les quedan.
La
resistencia de los restos de ETA a desarmarse y disolverse es patética. Han
perdido cinco años a la espera de hacerlo con un ministro del Interior, Jorge
Fernández, que se ha negado —porque a lo que aspiraba era a escenificar la
derrota policial de la banda—, cuando podían hacerlo unilateralmente,
supervisados por el Ejecutivo vasco y un organismo internacional predispuesto.
En julio, el lehendakari Iñigo Urkullu volvió a ofrecer a los restos de ETA un
final sin contrapartidas y ordenado, es decir, con su autodisolución
reconocida, igual que el final del terrorismo hace cinco años.
La detención de Irastorza coincide con el relevo en
Interior de Fernández por Juan Ignacio Zoido. En estos cinco años, Fernández,
que entró en Interior dos meses después del cese definitivo de ETA, rompió la
colaboración tradicional entre los Gobiernos central y vasco contra la banda y
actuó por su cuenta. Su balance, a los cinco años del cese del terrorismo, es
la nada: ETA sigue sin desarmarse ni disolverse y la política de reinserción de
los 300 presos etarras en cárceles españolas, impulsada con el Gobierno
socialista, está paralizada. Si Fernández hubiera escuchado a Urkullu, un
político contundente contra ETA, es muy probable que se hubiese pasado del cese
del terrorismo a la autodisolución de una banda derrotada hace cinco años.
Ahora, Mariano Rajoy reclama al PNV su colaboración en su
incierta legislatura. Urkullu la condiciona —junto con la política territorial—
a un giro drástico en su política ante el final de ETA para abordar
coordinadamente el relato del injustificado terrorismo etarra, su desarme y
autodisolución y una política penitenciaria acorde a esta etapa sin terrorismo.
Consiste en aplicar a los presos etarras la legalidad de los comunes y quitarle
su excepcionalidad al desaparecer el terrorismo. Que Zoido sea juez es mejor
perfil que el de Fernández para cerrar el capítulo etarra. Pero la clave es
Rajoy.
Opinión:
Ayer domingo tuve la oportunidad de participar en la
carrera popular celebrada en Barcelona en la que 29.000 mujeres estaban
inscritas. Lo hice porque algunas amigas han padecido cáncer de mama y,
desgraciadamente, algunas han fallecido. Entre esas amigas también se
encuentran algunas mujeres que han sido víctimas del terrorismo y, pese a la
enorme cantidad de camisetas rosas que me rodeaban, me encontré con una víctima.
Los dos primeros kilómetros sirvieron para hablar sobre muchas cuestiones y
pude comprobar su felicidad porque la banda terrorista ETA ya no volverá a
repetir sus actividades terroristas.
Explico esta circunstancia porque coincidimos en muchas
cosas, pero especialmente en una: que debe hacerse todo lo que este dentro de
la ley para que esta normalidad continúe. Utilizó la palabra normalidad con una
idem que me mostró, una vez más, su enorme dignidad.
Hoz lunes, en unos minutos, he
quedado con ella para tomar un cafe...
No hay comentarios:
Publicar un comentario