lunes, 14 de noviembre de 2016

11 noviembre 2016 (2) La Vanguardia

11 noviembre 2016 



Un ejército terrorista amenaza a la UE
Para el director de Europol estamos pasando de la Unión de la economía a la de la defensa y la justicia

Es probable que la dimensión de las implicaciones que suponía la noticia no se apreciara en toda su magnitud. El asunto no centró las tertulias, ni suscitó los comentarios que a priori se suponía que provocaría y, sin embargo, el director del Centro Europeo contra el Terrorismo de Europol, el coronel de la Guardia Civil Manuel Navarrete, lo expuso abiertamente la mañana del miércoles 26 de octubre. Lo hizo durante una ­reveladora jornada sobre terrorismo auspiciada por Eurocop –la ­organización sindical europea de policías– celebrada en Barcelona por ser anfitrión el sindicato de Mossos d’Esquadra SPC, miembro fundador de esta agrupación. El director policial dijo: “El ­Centro Europeo contra el Terrorismo de la Unión Europea tiene fichadas a 65.000 personas vinculadas al terrorismo yihadista. El dato surge de la suma de informaciones facilitadas por las policías de los 28 estados miembros de Europol más los de otros 13 países asociados”.
Poco antes, el magistrado belga Paul van Tigchelt, nuevo patrón de la Ocam, el Organismo de Coordinación para el Análisis de la Amenaza, había explicado que la célula yihadista autora de los atentados de París y Bruselas se componía de un total 30 terroristas, sumando los de acción y los destinados al apoyo logístico. Una cifra que se repite cuando se trata de grandes atentados, como los de Atocha (Madrid) en el 2004, los de Londres del 2005 o los ya enunciados de Francia y Bélgica del año pasado.
La primera ecuación que surge de estos datos es evidente. Basta dividir el número de fichados por 30 y resulta que en Europa pueden surgir en cualquier instante más de 2.000 comandos yihadistas de gran calado. Pero, antes de seguir, una salvedad: las cifras, que proceden del fichero de Europol de nombre Hydra, hablan de sospechosos con un perfil similar al que tenían los autores de los atentados cuando aún no los habían cometido. Es decir, que desde el punto de vista legal estamos ante un contingente de personas que podría llegar al terrorismo. Hecha la observación,la segunda consecuencia de las reiteradas fichas también es evidente: Europa está ante la amenaza potencial de un ejército de terroristas nunca visto ni imaginado ya que su número supera la suma de todos los grupos terroristas históricos tales como ETA, el IRA, las Brigadas Rojas, los Grapo y la Fracción del Ejército Rojo, juntos. Además, mientras los grupos clásicos eran de ámbito local, el yihadismo es una amenaza global, sin fronteras, que alcanza a toda la Unión Europea por igual.
Lo más acertado es tomar estas cifras como el termómetro de una amenaza que no cesa de aumentar. Sea como fuere, es un concepto admitido y asimilado por las policías europeas que la Unión se encuentra ante la mayor, al menos en número, coacción terrorista de su historia.
Sin embargo, paradójicamente, la situación ha acarreado algunas consecuencias que pueden considerarse positivas. Y es que en los despachos de la UE ya se habla de coordinación policial y legal en unos términos hasta ahora sólo reservados para los grandes temas económicos. En palabras del coordinador de la lucha antiterrorista, “estamos pasando de la Europa de la economía a la de la defensa y la justicia”. No hay duda. Sólo hay que escuchar a los distintos responsables de las policías europeas para comprobar que la afirmación es compartida por todos ellos en busca de soluciones políticas y legales que propicien la mejor colaboración entre policías para luchar contra un enemigo común.
Sobre la mesa del debate hay dos modelos policiales, siendo cualquiera de ellos de urgente implantación pese a su complejidad, que supone intromisión en las soberanías de los estados miembros. Un modelo, que a estas alturas casi se presenta como perdedor, toma su inspiración de la policía federal de Estados Unidos –el FBI–, mientras que el otro deja las cosas como están pero con nuevos mecanismos de cooperación policial automática. Esta última opción es la que a fecha de hoy puede llevarse el gato al agua. La primera propuesta, la del FBI, consistiría en una única policía europea con capacidad de actuar por toda la Unión para perseguir terroristas. Su idea fuerza es “si ellos no tienen fronteras para matar, nosotros tampoco para atraparlos”. Pero el modelo presenta graves problemas de homologación legal. Por ejemplo, en caso de detención, ¿a disposición de qué tribunal pondrían a los arrestados? o ¿cómo se acomodaría el FBI europeo a las diferentes legislaciones de los estados miembros? En cambio, la agilización de la colaboración entre unidades antiterroristas de todos los miembros de la UE y asociados mediante un gran organismo de coordinación inmediata y permanente puede ser la solución que buscan los agentes. Mientras tanto están Europol e Interpol, pero sin la agilidad ni competencias que exige la actual amenaza. Hay mucho de buena voluntad policial aunque por fin se hable de la Europa de la Seguridad, como otra medicina para contrarrestar el avance de los partidos xenófobos o fascistas que usan el miedo para afirmarse.
El asunto está muy vivo y mientras miramos las derrotas yihadistas en Mosul y Raqqa otra rama del yihadismo se rearma rabiosa. El Estado Islámico (EI), a pesar de los reveses militares, mantiene su capacidad de propaganda y de inspiración de ataques terroristas en todo el mundo. Hace poco, Richard Clarke, el alto asesor acerca de terrorismo de tres presidentes norteamericanos, públicamente conocido al saberse que poco antes del 11-S advirtió a la Administración Bush del riesgo que suponía Al Qaeda, ha dicho: “La amenaza es en realidad ahora peor. Ha hecho metástasis y se ha extendido geográficamente... y eso es mucho más grande que cualquier cosa que tuviéramos hace 15 años”.
La incógnita de Donald Trump y su casero atlantismo puede acelerar el debate y el estudio en marcha hacia un deseado Ejército Europeo. Claro que los analistas del Pentágono intentarán que Europa pague su Defensa, pero al mismo tiempo que no cree unas Fuerzas Armadas Europeas que compitan con ventaja en el control del Mediterráneo, del Atlántico y de sus áreas de influencia. Ni Rusia ni Estados Unidos están por esa labor y a ninguno le hace gracia que a Europa le crezca un músculo defensivo que les marque límites. Pero ese es otro tema que se debate en otra mesa europea.




No hay comentarios:

Publicar un comentario