12 noviembre 2016
Santiago de Pablo, catedrático de Historia
Contemporánea
"En
la batalla del relato en Euskadi los símbolos deben mostrar la realidad, no
reinventarla"
El catedrático de Historia
Contemporánea Santiago de Pablo, cree que los símbolos son necesarios para
construir la memoria, y deben utilizarse de "forma honesta, no
aprovecharlos para hacer una visión parcial, en concreto con ETA"
"El nacionalismo es una maquinaria
exitosa de creación de símbolos", sostiene De Pablo, frente a una
izquierda no nacionalista que "no ha tenido la misma capacidad de
atracción que los nacionalistas" en el frente simbólico
"La ikurriña, de origen
nacionalista, es un símbolo compartido por todos: puede estar en una marcha
independentista y en la
Moncloa cuando el lehendakari visita al presidente"
"Aunque ahora es un símbolo
muy transversal y amable, la historia del lauburu no se entiende sin el
nazismo", apunta
El lauburu, el anagrama de ETA con el hacha y la serpiente
(Bietan jarrai), el Guggeheim, la ikurriña, Ermua, la txapela o los 'herri
kirolak' (deportes vascos) personajes como Mario Onaindia, 'Pasionaria' o la
diosa Mari conforman parte del cóctel de la simbología vasca reunido en el
libro '100 símbolos vascos, Identidad, cultura, nacionalismo' (Editoria
Tecnos). Santiago de Pablo (Tabuenca, Zaragoza, 1959), catedrático de Historia
Contemporánea en la UPV /EHU,
ha coordinado a todo un equipo de expertos historiadores como José Luis de la Granja , Ludger Mees, Leyre
Arrieta, Coro Arrieta o Gaizka Fernandez Soldevila, entre otros, para
adentrarnos en el mundo de los mitos y los símbolos vascos. El resultado
es un libro ilustrado de 292 páginas fácil de consumir como pequeñas píldoras
para el lector que ayuda a entender cómo se han expresado símbólicamente
durante décadas las "diferentes formas de entender la identidad
vasca", " unas compatibles y otras excluyentes", precisa al ser
preguntado por las identidades en plural.
De Pablo considera los símbolos "necesarios",
pero advierte de " hay que tener cuidado para que el símbolo no se convierta en algo
agresivo". Como ha pasado en Euskadi con algunos de ellos, como el hacha y
la serpiente de ETA, un símbolo que fue creado por un anarquista que huyó de la Guerra Civil Félix
Likiniano. Consciente de la batalla por el relato que se vive ahora en Euskadi,
tras el cese de la violencia etarra hace cinco años, defiende el uso
"honesto" de los símbolos, "no aprovecharlos para hacer una
visión parcial de la historia, en concreto del tema de ETA". "Conforme
a lo que ha sido la realidad, y no reinventarla para que favorezca lo que no ha
sido", apunta.
La importancia de la simbología
está presente en todas las sociedades. Lo acabamos de ver en EE UU, con esa
gorra roja de Donald Trump 'made in USA' y con su lema 'Make America great
again'.
Se podría pensar que las sociedades modernas somos más
racionales, que el tema de los signos y las emociones no es tan importante y
realmente lo que vemos es que siguen siendo -a veces con un signo, un lema o
una imagen- fundamentales, mucho más que un informe de 500 páginas. Símbolos
religiosos, culturales, tribales o indentitarios.
Pero no deja de ser un riesgo
porque el símbolo tiene vocación reduccionista, y en tiempos de bonanza para el
populismo...
Es que la política de masas lo que hace es que esa
simbología se multiplique en todos los medios de comunicación y en Internet. Esos
símbolo se hacen globales. La política más racional, más 'hablada', más
discutida nos lleva a profundizar en los temas, el símbolo te deja con un
impulso emotivo. Son necesarios, claro, todos necesitamos una identificación
externa, incluso en cosas deportivas, etc. Pero hay que tener cuidado para que
el símbolo no se convierta en algo agresivo, que es lo que ha pasado con alguno
de los que presentamos en este libro, el más claro el Bietan jarrai de
ETA.
Y ha perdurado décadas. Con los
cinco años del final de ETA, varios medios utilizamos precisamente ese símbolo
para ilustrar nuestras portadas. Vamos al libro. Hablan de la identidad vasca,
¿no sería más preciso hablar de las identidades vascas?
Sí, realmente habría que hablar en plural. El subtítulo es
Identidad, cultura y nacionalismo. Y eso implica que la identidad nacional
tiene más fuerza en la construcción de símbolos, eso es una realidad con la que
nos hemos encontrado, pero creemos que hay mucha maneras de sentirse vasco,
unas compatibles y otras excluyentes. Y todas esas maneras tienen reflejo en
símbolos muy distintos, algunos compartidos, otros disputados y con
significados distintos y otros en los que existe una lucha abierta entre ellos.
¿Diría que Euskadi, como comunidad
política, ha fracasado a la hora de fabricar una simbología compartida y
perdurable en el tiempo?
En parte sí, pero solo en parte. Hay símbolos compartidos,
aunque tengan un origen nacionalista, el más claro es la ikurriña. Es verdad
que cada uno lo interpreta de manera distinta, pero es un símbolo muy
compartido. Aquí no hay una estelada, no hace falta una bandera
independentista. La ikurriña puede estar en una marcha independentista y en la Moncloa cuando el
lehendakari visita al presidente del Gobierno español.
Es un buen ejemplo de simbología
compartida. Pero le pongo dos en donde se ha fracasado claramente: el himno
oficial de Euskadi y la Fiesta
oficial del País Vasco.
Efectivamente. El himno es un fracaso, no se ha convertido
en un himno popular. sigue siendo mucho más popular el 'Gernikako Arbola', la
otra opción que se planteaba en la discusión parlamentaria. La cosa estaba
incrementada además porque no tiene letra, porque la letra que inventó Sabino
Arana para el 'Gora ta gora' era muy partidista, relacionada con ese integrismo
sabiniano.
Lo gracioso es que el PNV lo sacó
adelante con la UCD.
Incluso en la Guerra Civil , cuando se aprobó el himno, fue un
himno sin letra. Todo eso hace que tenga menos capacidad simbólica. Y lo mismo
pasa con todas las disputas que ha habido con la fiesta autonómica. El Aberri
Eguna está muy vinculado al nacionalismo y además es fiesta siempre porque es
domingo, así que no sirve. El 25 de octubre, aunque el nacionalismo lo había
celebrado anteriormente, se vio vinculado al PSE y al gobierno de Patxi López,
como una fiesta de parte y se suprimió. Y el último intento ha sido el 7 de
octubre, aniversario de la constitución del Gobierno vasco, que puede tener una
cierta capacidad de aglutinar. Habrá que esperar para ver si perdura.
Quien sí ha tenido un éxito
indiscutible a la hora de fabricar símbolos es el nacionalismo, radical o no.
El propio nacionalismo, incluidas las naciones-estado, ahí
está EE UU, Francia, ejemplo de nación cívica, etc. Pero el nacionalismo tiene
esa necesidad de identificación y, en el vasco, una gran capacidad de creación
simbólica ya desde los tiempos de Sabino Arana. Una maquinaria exitosa de
creación de símbolos. La derecha española, en cambio, tiene una falta de
símbolos clamorosa, quizá por la identificación de esa derecha con el
franquismo.
¿Por qué la izquierda no
nacionalista no se ha preocupado tanto de crear símbolos propios aquí en
Euskadi?
Es difícil de decir. Comparado con los años 30, se veía que
en la política posterior al franquismo, la izquierda no tenía esa necesidad.
Pero también es verdad que el peso del nacionalismo ha sido tan fuerte que ha
podido haber una cierta contaminación. El Aberri Eguna (Día de la patria
vasca), durante muchos años, lo celebraba también el PSE-EE. Ha habido
símbolos, claro, ahí esta 'Pasionaria' [Dolores Ibarruri], por ejemplo,
Indalecio Prieto, Ramón Rubial, pero no han tenido la misma capacidad de
atracción que tienen los nacionalistas, esa es una realidad que nos hemos
encontrado a la hora de hacer este libro.
Un libro que se consume como
pequeñas píldoras. Han elegido 100 símbolos con nueve epígrafes diferentes.
¿Cómo los han seleccionado?
Fue una labor muy complicado. Yo he coordinado el libro,
pero no hice la lista solo, fue una labor de equipo. En el 80% de los elegidos
estábamos todos de acuerdo, pero en el otro 20% cada uno hubiéramos incluido
otros. Somos conscientes de que unos dirán que este no lo hubiera puesto y
otros que cómo falta este otro. Hemos buscado un equilibrio, entre lo
tradicional y lo moderno, del nacionalismo y no nacionalismos, y también de los
territorios.
¿Algún símbolo que, según usted,
debería estar y no está?
El otro día me comentaron uno que no se nos ocurrió a
ninguno y tenía toda la razón: el lazo azul, el símbolo contra los secuestros
de ETA.
Bueno, de alguna manera lo suplen
con Ermua y Miguel Ángel Blanco, pero fue un símbolo político claro de rechazo
a ETA.
Hubiera sido bonito haberlo incluido porque fue un icono.
El Eguzki lore puede ser otro. Lo mencionamos dentro de otra voz, pero tal vez
hubiera merecido un sitio propio.
He elegido unos pocos para que los
comente. Uno es un clásico, el lauburu, ligado con la esvástica en sus
orígenes.
El lauburu es de los más interesantes. No es tan antiguo
como la gente piensa. Aunque aparece como elemento de decoración en el XVII, se
empieza a identificar con el nacionalismo a finales del XIX y principios del
siglo pasado. Pero es un lauburu rectangular y muy parecido a la esvástica,
como has comentado. Solo cuando aparece el nazismo y el PNV es consciente de
que le pueden identificar con ese movimiento político, es cuando lo hacen
curvilíneo. Luego es un elemento nacionalista de oposición al franquismo y con
el paso del tiempo se convierte en algo más cultural-folklórico que político.
Es un símbolo bastante transversal y amable. Pero la historia del lauburu no se
entiende sin el nazismo. Es interesante ver cómo lo local se relaciona con lo
global.
Hay otros dos que ligaría con la
izquierda abertzale que son el 'arrano beltza'. No se si los que lo exhiben
saben que no tiene ni origen navarro, que no tiene nada que ver con la victoria
de los vascones sobre Carlo Magno en la batalla de Roncesvalles. Y el otro que
ya ha mencionado, el de ETA, el Bietan jarrai, que tampoco sé si los que lo
usan y ensalzan conocen que es obra de un anarquista como Félix Likiniano.
Los dos muy interesantes. En el caso del 'arrano beltza',
porque efectivamente no es la bandera del antiguo reino de Navarra. Es verdad
que había un sello real con un águila, pero era de la persona del rey, nada
popular. Y se inventa, en la
Transición , se le pone sobre un fondo amarillo. Es la
izquierda abertzale la que lo identifica como el símbolo de toda Euskal Herria,
frente a símbolos más vinculados a la comunidad autónoma vasca.
Es un símbolo de territorialidad,
de hecho.
Sí. Pero que ha sido muy importante y ha tenido mucha
fuerza. Incluso en las últimas comparecencias de ETA está con la ikurriña, la
bandera de Navarra transformada y el 'arrano beltza'. Pero objetivamente no
tiene una historia milenaria. Y el Bietan Jarrai es un poco igual. Su creación
es puramente casual. Es obra del anarquista Félix Likiniano de la Guerra Civil que está
exiliado en Francia y se acerca a ETA y como él es escultor y pintor les hace
ese símbolo: el hacha y la serpiente, que significaría la fuerza y la astucia,
respectivamente. Pero no tiene, digamos, una relación con la izquierda
abertzale o con el nacionalismo inicialmente como tal. Son bueno ejemplos para
ver cómo el símbolo, una vez que se crea, tiene vida propia.
Hay un símbolo que han incluido que
es el Guggenheim. Su director, Juan Ignacio Vidarte, habló de él como "un
proyecto de país", aunque es sus orígenes también tuvo su contestación. Un
símbolo de "seducción", que dijo el antropólogo Joseba Zulaika. ¿Es
el símbolo de la nueva Euskadi que nos ha puesto en el mapa del mundo
globalizado?
Frente a los símbolos más tradicionales vinculado a lo
rural -caserío, herri kirolak, monte, traineras y las euskal dantzak-
representa la modernidad. Y muy exitoso. Al principio una cierta polémica, no
era vasco, y al final se ha convertido en esa idea no solo de Bilbao, sino de
una Euskadi cosmopolita y abierta al mundo. Representa otra manera distinta de
ser vasco.
Hay muchos personajes en el libro,
alguno ya lo ha mencionado, pero he elegido uno muy contradictorio como es Lope
de Aguirre, el "indomable y pendenciero", rebelde, pero también
opresor ante los indígenas. Y no ha sido reivindicado políticamente.
Quizá porque es un personaje tan peculiar, tan extraño y
tan 'loco' que es muy difícil encajarlo. Curiosamente, una de las referencias
políticas es de Jesús Eguiguren, diciendo que el nacionalismo no lo haya
reivindicado. Bueno, parece un poco exagerado. Y es un personaje muy conocido
internacionalmente. Para unos un rebelde contra el rey de España, para otros un
opresor de indígenas. Es muy difícil encajarlo, locura, rebeldía...
¿Da casi miedo, no?
Eso es, algunos personajes dan miedo. Es muy difícil que
nadie lo reivindique porque no encajaría con nada. Hay otros ejemplos que
permiten, con el paso del tiempo, modificar hasta la realidad. Ha pasado con
Sancho el Mayo como rey del Estado vasco.
¿Hay ejemplos de símbolos de nueva creación que
pueden perdurar?
De los más recientes, que ha tenido mucho éxito, es la
oveja latxa. Un símbolo muy amable, vinculado con la identidad, no tanto con el
nacionalismo, y solo tiene diez años.
Hay otro personaje fascinante que tiene que ver con
las mujeres, el matriarcado vasco, el movimiento político de las emakumes, la
diosa Mari. Donde se mezclan ficción, realidad, cultura, política etc.
También hay una mitología con eso, una cosa es el símbolo y
otra la realidad. De hecho, queríamos que hubiera muchas más mujeres entre los
personajes.
Efectivamente, sorprende la escasa
presencia en la publicación de las que son más del 50% de la población.
Salvo el caso de Pasionaria, que es muy peculiar porque es
un personaje que tiene más fuerza fuera que dentro del País Vasco, pese a la
vinculación con la zona minera y los obreros. Pero a la vez es símbolo del
Madrid del 'No pasarán', etc. Pero si miras en la historia, mujeres que tengan
esa fuerza simbólica vasca no las hemos podido encontrar.
Pues va a ser motivo de crítica.
Somos conscientes de eso. Hemos intentado buscar otro
personaje que sea como Zumalacarregui, el lehendakari Aguirre, Unamuno, con la
misma fuerza simbólica y, sinceramente, no nos salía.
¿Por qué?
Porque la sociedad en el XVI, XVII y XVIII era como era, no
nos engañemos. Le hemos dado muchísimas vueltas.
En el apartado cultural, sorprende la inclusión del
Festival de Cine de San Sebastián y que, por ejemplo, no estén los Sanfermines.
El primero porque creemos que, junto al Guggenheim, pone a
Euskadi en el mapa mundial. El Festival tiene esa fuerza. En el libro hay
símbolos navarros que se han identificado como vascos y los Sanfermines nos
parece que es más un símbolo mundial, más de Pamplona, de Navarra, que no se
puede considerar un símbolo vasco como tal. ¡Y lo discutimos, eh! De hecho lo
explicamos en la introducción.
Si hubiese estado en esa discusión,
no sé, Urmeneta se me ocurre, no sé qué le hubiera parecido la decisión.
Sí, somos conscientes de que cuando seleccionas dejas cosas
fuera, por tanto la crítica puede estar ahí. Es un símbolo muy específico.
Hay varios personajes políticos
contemporáneos del siglo XX pero he elegido dos por la vinculación que pueden
tener por su evolución vital: Mario Onaindia y Yoyes.
Mario es una figura contradictoria: para unos durante un
tiempo fue un héroe y para otros pasó a serlo después. Para otros, sin embargo,
fue un traidor. Y la figura de él como antihéroe también es interesante. Porque
hay símbolos negativos. Y en el caso de Mario lo teníamos claro porque hay
además una Fundación. El símbolo tiene que tener recuerdo y memoria, y en el
caso de Mario la hay. El héroe del 'proceso de Burgos' para unos es el
antihéreo que tiene que ir con escolta cuando es amenazado por ETA.
Esto que comenta de la memoria es
muy interesante porque estamos inmersos en plena batalla del relato. Este
jueves se ha celebra el Día de la
Memoria y, de nuevo, los partidos divididos. ¿De qué manera
deberían ser utilizados los símbolos en el relato? ¿Ayudarán o lo entorpecerán?
Creo que los símbolos son necesarios para construir el
relato, para la memoria. Hay una batalla y lo que hay que hacer es utilizarlos
de forma honesta, no aprovecharlos para hacer una visión parcial de la
historia, en concreto del tema de ETA. Honesta y conforme a lo que ha sido la
realidad y no reinventarla para que favorezca lo que no ha sido.
Me gustaría acabar este repaso con
dos personajes universales que, además, han ido unidos en sus biografías
vitales: Eduardo Chillida y Jorge Oteiza, dos hombres "obsesionados por lo
vasco", enfrentados durante muchos años. Una metáfora casi de este país.
Son muy importantes. Muchas veces identificamos lo
simbólico con la política, pero hay también mucha cultura. Son dos personajes
muy universales, caracteres muy distintos, muy vinculados a la tierra, a lo
propio, y a su vez enfrentados, Y, sí, son una buena metáfora como dices del
País Vasco para tener esa cierta identificación que englobe un poco a todos.
Parece que somos un país pequeño, pero que siempre estamos peleados.
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