07 noviembre 2016 (06.11.16)
25 años sin Fabio
Moreno, el “hijo de un txacurra”
“Me tomaría un café
con el asesino de mi hermano para hablar y que me diga por qué hizo lo que
hizo”
Mañana se cumplen 25
años del asesinato del niño de dos años Fabio Moreno Asla al explotar una bomba
de ETA en el coche de su padre, guardia civil, cuando llevaba a sus hijos a la
piscina.
Alex, mellido de
Fabio y que resultó herido, ofrece su testimonio
No tiene
recuerdos de su hermano pero sabe y siente que Fabio siempre ha estado ahí, a
su lado. ETA lo arrancó de su vida cuando ambos, mellizos, tenían tan solo dos
años de edad. Aquel día, 7 de noviembre de 1991, su padre, Antonio Moreno,
guardia civil destinado en la
Comandancia de Bilbao y casado con una vasca, Arantza Asla,
trasladaba a sus dos pequeños en el coche familiar, que solo utilizaba para el
ocio y para llevar a sus allegados. Al tomar una curva, en la calle Tartanga de
la localidad vizcaina de Erandio, una bomba colocada tres días antes por ETA
bajo el asiento del copiloto hizo explosión destrozando a Fabio, que murió en
el acto. Su hermano Alexander (Álex) resultó herido, al igual que el padre. Una
familia rota.
“No recuerdo nada del atentado y de
lo que pasó, ni de mi hermano. Teníamos dos añitos y pico, no puedo acordarme.
En casa sí, todos estaban muy familiarizados con él. Siempre ha estado presente
para cualquier cosa, nunca hemos dejado de acordarnos de él, cuando hay algo
importante es como si estuviese, no hace falta decir nada porque sabemos que
está ahí. No es algo que haya que decirlo todos los días o en cada momento
porque sabemos que está siempre presente en todo, para las cosas buenas o las
malas. Siempre”, cuenta.
Álex tiene hoy 27 años, los mismos
que tendría Fabio si la barbarie no le hubiese segado la vida apenas unos meses
después de nacer. Es un joven apuesto, inteligente, con una alegría natural y
que mira al futuro con determinación, con infinitas ganas de vivir. Sin ningún
tipo de odio ni rencor.
El hecho de no poder recordar a su
hermano dada la edad que tenía cuando murió no le ha restado sufrimiento. Suele
decirse que los mellizos desarrollan un vínculo especial entre ellos, una
singular conexión que les une mucho más allá de lo habitual entre hermanos.
Álex cree que existe. “Me han contado que de pequeño, tras morir Fabio, durante
unos años no dormía bien por las noches y tenía pesadillas. Y cuando se
acercaba la fecha del atentado, durante mucho tiempo lo pasaba mal, tenía malas
noches”, afirma.
Él se salvó de milagro y solo
sufrió heridas. La explosión de la bomba alcanzó de lleno a Fabio. Algo se
rompió para siempre. “Durante un tiempo perdí el habla. Algo quiere decir eso.
Mi hermano era el más activo, más salsero por así decirlo, yo era más cohibido.
Después del atentado yo cogí la parte esa de travieso o más movido de mi
hermano. De alguna manera yo asumí su personalidad y su rol de más movido, más
inquieto. Fue un poco extraño. Y lo del habla también”, explica aun sin
entender muy bien qué ocurrió. Su madre ha contado en alguna ocasión que Álex
estuvo, efectivamente, varios meses sin hablar hasta el día en que vio una foto
de Fabio en casa y exclamó: “El tato tiene pupa”.
¿Cuándo es realmente
consciente de lo que había pasado?
-Te vas dando cuenta de que te
falta alguien, que falta en casa. No eres capaz de percibir el hecho del
atentado, pero te vas dando cuenta de que la pérdida ha sido grande.
Además, Fabio siempre ha continuado
presente en su vida. “Yo he notado a veces como que me ha ayudado. Si he estado
con mucha ansiedad por exámenes o lo que sea, sí que he notado que estaba ahí.
Hay un vínculo”.
El dramático asesinato de Fabio
rompió el alma a toda la familia. Empezando por el otro hermano, Marco, el
mayor, que tenía diez años. Álex cree que es “el que más ha sufrido”. “Eres un
niño, ¡qué vas a entender!, se te rompe la niñez de raíz”, opina. Por su parte,
el padre, contra quien, en teoría, iba dirigido el atentado, posiblemente nunca
lo superará.
“El aita lo tuvo que pasar muy mal,
con un sentimiento, quieras que no, de culpabilidad además del miedo, aunque
sabes que no es tu culpa, pero ese sentimiento... No habrá un día en que no lo
tenga presente. Y en los primeros momentos no quiero ni pensarlo. Tiene que ser
como estar muerto en vida. A mi hermano lo sacó a cachos, literalmente. Eso es
muy traumático, no se olvida. Mucha gente no lo superaríamos”, dice Álex.
Sabe de lo que habla. Su padre,
Antonio Moreno, resumía así, en el documental Trece
entre mil de Iñaki Arteta, lo
que vivió aquel día: “Al abrir la parte de atrás del coche saqué a Álex, que
estaba bien. Lo malo fue cuando fuí a sacar a Fabio, que lo tuve que coger a
trozos. No sabes cómo sujetarlo porque se te cae por todos los sitios”.
Poco después, el matrimonio se
separó. Antonio Moreno, con cierto sentimiento de culpa -“siempre te queda esa
cosa de ¿y si ese día no hubiésemos ido a la piscina?”, afirmaba- y tras ser
declarado no válido para ejercer como guardia civil, marchó fuera de Euskadi.
Veinticinco años después, la imagen de su perfil de Facebook sigue siendo la
foto de su pequeño Fabio.
A lo largo de su historia, ETA ha
asesinado a 21 niños, la mayoría hijos o familiares de guardias civiles. Solo
en aquel año 1991, antes que Fabio habían muerto otros seis menores de edad en
atentados de la banda armada. Apenas veintiún días antes, el 17 de octubre,
Irene Villa, de doce años, había perdido las dos piernas y tres dedos de una
mano en un atentado casi calcado, al explotar una bomba adosada al coche de su
madre, funcionaria de la
Dirección General de Policía de Madrid, que la llevaba al
colegio.
Pese a la brutalidad de estos crímenes
-que incluso conmocionaron a su mundo-, ETA siguió justificando este tipo de
atentados y en el propio comunicado de reivindicación del que costó la vida a
Fabio Moreno llegaba a acusar a los guardias civiles y policías de utilizar a
sus familias como escudos humanos. Es más, en una comunicación interna varios
meses después, la dirección de ETA instaba a sus comandos a seguir utilizando
bombas lapa: “No debemos modificar nuestros procedimientos porque el enemigo
utilice cobardemente a sus hijos para protegerse. Además, ya estamos en el 92,
y no hay que escatimar medios y arriesgar innecesariamente la vida de nuestros luchadores, que vale cien veces
más que la de un hijo de un txakurra”, afirmaba.
Por contra, Álex Moreno, el “hijo de un txakurra” y víctima
directa, mantiene una actitud de tolerancia, alejada de cualquier venganza.
Después de eso, ¿es
posible vivir sin odio?
-Nunca he tenido odio, en mi casa
no lo he visto nunca. Jamás he escuchado de nadie de mi familia una palabra de
odio ni de rencor. La gente que nos conoce lo sabe, nunca, ni en privado ni en
público, hemos sentido odio.
Por el atentado en el que murió
Fabio la Audiencia
Nacional condenó a más de ochenta años de cárcel cada uno a los
miembros de ETA Juan Carlos Iglesias Chouzas Gadafi y Francisco Javier Martínez Izagirre Javi de Usansolo. El primero
sigue en prisión, mientras Martínez Izagirre fue liberado en noviembre de 2013
tras serle aplicada la doctrina
Parot.
Álex no muestra tener problema
alguno por ello.
¿Si se lo encontrase
por la calle...?
-Me pararía a hablar con él.
Salvando las distancias, lógicamente, al final es el asesino de mi hermano. No
voy a darle un abrazo, pero me tomaría una cerveza o un café con él para
charlar, para que me dijese por qué mi padre y mi hermano. Con todo el respeto
del mundo, sin rencor. Hablar como dos personas adultas.
Pero quizá intente justificarlo.
Opinión:
Creo que muy poca gente recordará en 1994 un programa de
TeleMadrid emitido en 1994 y titulado “Rifi Rafe” pero es la ventaja de tener guardadas
mas de un centenar de c¡ntas VHS con diferentes entrevistas. Fue el 19 de abril
de 1994 cuando heridos en atentado como Juan
Antonio, Rafael Villalobos, María Jesús González o yo mismo, junto a padres con
hijos asesinados como Luis Delgado y Arantxa Asla o viudas como Ana María Vidal
ofrecíamos una relación de propuestas sociales y legislativas que, pese a las
reuniones mantenidas con algún Ministerio, no habían sido ni siquiera
estudiadas parte de la administración.
Compartir aquel
programa como delegado en Cataluña de la antigua AVT con diferentes víctimas
fue una experiencia inolvidable y guardo un excelente recuerdo de aquel día,
especialmente por la enorme cantidad de información que pudimos ofrecer.
Pero si algo me
quedó grabado fue coincidir por primera vez personalmente con Arantza Asla, la
mamá de Marco, Alex y Fabio. Conocía lo ocurrido en su atentado pero no podía
comprender su situación porque yo era solo un herido en proceso (en 1994) del
reconocimiento de la incapacidad y ella era una madre a la que le habían
asesinado un hijo de dos años. Me sorprendió su entereza en el momento de sus
participaciones y la claridad de su intervención especialmente cuando deseó que
ninguna otra familia pasara por lo que habían pasado en la suya.
Tuvimos que esperar
17 años y muchos atentados más hasta que esas palabras se hicieron realidad.
Con el tiempo también
he tenido la oportunidad de mantener muy buen contacto y amistad con Antonio
Moreno, el papá de Marco, Alex y Fabio. Conociendo primero a Arantza y más
tarde a Antonio, no me extraña que Alex haya reaccionado del modo que nos
muestra la entrevista. Han sido muchas las familias que hemos trabajado para
que nuestros hijos no crecieran con sentimientos que solo aportarían más dolor
al ya sufrido, que les hemos educado para pensar siempre en el beneficio colectivo
de la sociedad, a poner lo máximo de nuestra parte para conseguirlo.
El asesinato de un
hijo debe ser la peor experiencia para unos padres. Y si el asesinato se excusa
en causas absolutamente ajenas y, peor aún, defendidas durante mucho tiempo por
una parte de la sociedad en la que vivimos debe ser una vivencia infernal pero ¿alguien
se ha parado a pensar en por qué los que más han sufrido son los mayores
ejemplos de dignidad?
Para Antonio,
Arantza, Marco y Alex, un abrazo muy fuerte y muy solidario. Para Fabio, allí
donde esté, el recuerdo y el saber que forma parte de una familia que le
recuerda. Y muchos junto a ellos.
Ah, un pequeño
detalle: por si sale algún inepto diciendo no se qué del “síndrome de Estocolmo”…
ni puñetero caso. Esos ignorantes mienten más que hablan.
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