23 febrero 2018
Los tres exetarras encargados de las prisiones que no
consiguen mantener la disciplina entre los presos
Solo una veintena de
los casi 300 reclusos se ha acogido a los procesos de progresión de grado que
solicitaba la izquierda abertzale por el desconcierto que se vive en las
cárceles
Las cárceles siguen siendo el gran problema de la izquierda
abertzale. Desde 2016, tanto Sortu como el colectivo de presos de ETA (EPPK)
tienen un marcha una estrategia en la que apuestan por pedir progresiones de
grado en prisiones para acelerar la salida a la calle en aquellos casos en los
que sea posible, con el objetivo final de «vaciar las cárceles». En el último año, incluso se
encargó a tres expresos
de peso en la organización que se encargasen de la gestión vinculada con los
internos. Sin
embargo, apenas se han producido avances. Según datos a los que ha tenido
acceso EL CORREO, tan solo una veintena de un total de 280 internos ha accedido
a las consignas y ha solicitado una progresión de grado. El número apenas
supone el 7,14% del total, una cifra mínima si se tiene en cuenta que incluso
el colectivo llegó a anunciar una petición masiva de cambios de situación
penitenciaria que nunca se llevó a cabo.
Según fuentes consultadas, las causas de esta
desmovilización están dentro de las prisiones pero también fuera.
Especialmente, fuera. Hasta ahora, la dirección de ETA y los sectores de la
izquierda abertzale encargados de la gestión de los presos contaban con un
grupo de abogados que se encargaba tanto de la cohesión interna como de la
gestión diaria de las cárceles. Las
sucesivas operaciones policiales contra este colectivo han supuesto que se haya
perdido la capacidad de influir dentro de las prisiones. Por
el contrario, todo el peso de la gestión recae en tres expresos etarras de peso
que son los encargados
de intentar mantener la cohesión: José Antonio López Ruiz, 'Kubati'; Ohiane
Garmendia y Jorge Sertutxa.
El primero de ellos, 'Kubati', fue el
asesino de Dolores González Katarain, 'Yoyes'. Fue condenado a más de mil años
de prisión por 13 muertes pero salió de la cárcel en 2013 tras cumplir 26 años
de condena. El dirigente de Sortu Rufi Etxeberria le incorporó al grupo de
trabajo que se dedica a tratar el tema de los presos y a los etarras huidos. En
ese puesto ha sido quien ha reiterado alguna de las consignas que afectan a los
presos. Entre ellas, que el
límite de los pasos que pueden dar los reclusos para mejorar su situación
penitenciaria son «la delación y el arrepentimiento».
El
segundo exetarra incorporado al control de la situación de los presos es Jorge
García Sertutxa, quien estuvo condenado, entre otras causas, por haber
intentado matar al Rey Juan Carlos I en 1995 en Palma mediante un rifle de francotirador.
Este antiguo miembro del 'comando Bizkaia' salió de la cárcel hace tres años y
también fue escogido para dirigir las organizaciones de la izquierda abertzale
dedicadas a los internos. En la actualidad dirige Etxerat, el colectivo de
atención a los miembros de la banda. La
tercera exreclusa de la banda que se encarga de los internos es Ohiana
Garmendia, una etarra que cumplió cinco años de condena en Francia y
que ahora coordina 'Kalera Kalera', el colectivo encargado de la movilización
de apoyo a los reclusos.
Según fuentes conocedoras de la situación, estos expresos y
la dirección de la izquierda abertzale se han encontrado con que las prisiones
son ahora más refractarias a sus consignas que en el pasado. En muchos casos,
porque las
órdenes ya no llegan o porque hay presos que no se sienten obligados a
obedecerlas.
Pero también hay factores internos en las propias cárceles
que estén provocando que las directrices de la izquierda abertzale no se sigan
y que el ambiente interno sea de confusión y desconcierto. Por una parte, de los 280 presos que cumplen
condena en España -en Francia hay 80- más de un centenar con sentencias que
implican penas efectivas de más de cuarenta años de cumplimiento por lo que saben que este
tipo de peticiones de progresión de grado no serían efectivas a la hora de
reducir su condena.
En el resto, la visión que existe es que aceptar los
requisitos para progresar de grado -hasta ahora prohibidos para los miembros de
ETA- puede suponer una humillación y no está claro que no vaya a suponerles un
rechazo si salen de la cárcel. «Son
presos que todavía quieren que se les haga un recibimiento cuando vuelvan a su
pueblo y no saben el coste que tendría para ellos aceptar las medidas que
propone la izquierda abertzale», indican las fuentes consultadas. Para estas personas puede ser más
aceptable salir de prisión cuando corresponda sin hacer ninguna renuncia que
arriesgarse a sufrir un rechazo en la calle.
Pero también existe, repartido entre en ambos sectores, un
grupo de irreductibles que rechaza todos los pasos de Sortu y que considera que
se están produciendo continuas cesiones. Algunos de estos radicales han estado
vinculados a ATA, el movimiento a favor de la amnistía que cogió fuerza en el
momento en el que la izquierda abertzale renunció a buscar una salida conjunta
para todos los presos de la banda. En otros casos, se trata de posturas individuales que, según
fuentes penitenciarias, se han exacerbado por ejemplo con decisiones de la
izquierda abertzale como abandonar la vía unilateral a la independencia y aceptar los Derechos Históricos de la Constitución como vía
hacia el confederalismo. Una propuesta que en los años de plomo de la banda
hubiera supuesto la expulsión y castigo si algún etarra se hubiera atrevido a
sugerirla.
Toda esta situación está generando que el
final de ETA tras su desarme en abril del año pasado se está viviendo como un
proceso confuso e incierto dentro de las prisiones. Este mes de enero, la
situación de confusión en las cárceles vivió uno de los momentos más
paradójicos. A comienzos de año, los miembros del EPPK anunciaron que estarían
dispuestos a «reconocer el daño causado» dentro de su nueva estrategia. Dos
semanas más tarde, el exdirigente etarra e
interlocutor de los presos, David Pla aseguró desde una prisión gala: «No
lamentamos lo que hemos hecho en el pasado». Estos mensajes confusos se sitúan en
ese ambiente creado por una falta de dirección efectiva hacia los presos y
diferentes sensibilidades sobre qué pasos dar para «vaciar las cárceles», el
objetivo que cada vez ve más lejos la izquierda abertzale.
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