11
abril 2024
EH
Bildu evoluciona hacia la normalidad política
La
coalición ‘abertzale’ crece en una Euskadi en relevo generacional y con el
apoyo independentista bajo mínimos
Luis.
R. Aizpeolea
El
presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, sabe que estas elecciones vascas del
21 de abril no van a acercar a su partido al éxito de las elecciones gallegas y
que carece de aliados salvo Vox. Por eso su participación es menor y se
presenta como la única alternativa frente a todos. Aunque ha moderado su
discurso habitual, en su estreno anticipó que el único proyecto del PNV y EH
Bildu es un procesos al catalán. Anteriormente había anunciado que EH Bildu,
PNV y PSE sólo se diferencian en su velocidad hacia el secesionismo.
Este
discurso de Feijóo, que juega con las meras apariencias, choca con la realidad
de fondo. Sin duda, EH Bildu ascenderá sustancialmente en estas elecciones
vascas, tras absorber buena parte del voto de Podemos, y disputará la hegemonía
al PNV. Pero no quiere decir que Euskadi esté más cerca de la independencia que
en anteriores elecciones vascas, sino todo lo contrario: está en mínimos. La
última encuesta de 40 dB. Para EL PAÍS y la SER señalaron que sólo el 13% de
los vascos quería la separación. Incluso menos que en 2019, cuando el
Euskobarómetro de la UPV calculaba un 28% de partidarios del soberanía. Al
mismo tiempo, el CIS indicaba el 1 de abril que el 63,4% de los encuestados se
siente vasco y español a la vez, frente a un 23,3% que se siente sólo vasco.
En
el periodo post-terrorismo, la sociedad vasca, con el surgimiento de una nueva
generación, ha moderado sus impulsos soberanistas, alimentados durante el
gobierno de Juan José Ibarretxe (1998-2009), y los partidos nacionalistas han
adaptado y suavizado sus reivindicaciones identitarias. El caso de EH Bildu es
revelador. En las elecciones regionales de 2020, la coalición colocó el derecho
a la autodeterminación como pieza clave del eje de esa campaña: el nuevo
Estatuto. En la anterior, en 2016, quiso importar a Euskadi el procesos
Independencia de Cataluña.
Sin
embargo, en esta campaña, EH Bildu ha pospuesto el independentismo a
prioridades socioeconómicas, cercanas a la gente. El 31 de marzo, en un día tan
simbólico para la nacionalismo, al igual que el del Aberri Eguna (Día de la
Patria Vasca), Arnaldo Otegi reivindicó como prioridad para Euskal Herria
“estar a la vanguardia de Europa en derechos sociales como la defensa de la
tierra, el reparto de la riqueza, la sanidad, la vivienda y la educación” . Y
aclaró: “Primero hay que llegar a los gobiernos y en varias fases llegaremos a
la independencia”. Un aplazamiento sine die comparable al pragmatismo
peneuvista.
EH
Bildu, como ha ocurrido con otros partidos radicales, a medida que participa en
las instituciones y contempla la posibilidad de gobernar, modula sus programas
máximos. Desde su legalización, en vísperas de las elecciones municipales de
mayo de 2011, ha seguido un paulatino proceso de normalización. El primer paso
trascendental, que llevó a su legalización por el Tribunal Constitucional, fue
la presentación de nuevos estatutos que rechazaban la violencia política y
expresamente la de ETA, tras un largo proceso de convencimiento a los
dirigentes abertzales a sus bases. En aquellas primeras elecciones ya consiguió
un resultado espectacular: el 25% de los votos.
Tras
su legalización, EH Bildu mantuvo en primer plano el derecho de
autodeterminación. En 2016, Otegi viajó a Cataluña con la intención de importar
el procesos. El PNV no le apoyó. La sociedad vasca tampoco. Los intentos de
Gure Esku Dago, plataforma soberanista vasca, de promover un clima
independentista con consultas informales en los ayuntamientos terminaron en
fracaso. Pronto la derrota del procesos Catalán. Otegi aprendió del fracaso,
admitió la inviabilidad de la vía unilateral hacia la autodeterminación y dio
un giro pragmático.
El
giro de EH Bildu coincidió con la irrupción de Podemos, que ganó las elecciones
generales de 2015 en Euskadi y su repetición. EH Bildu entendió que en la
Euskadi postterrorismo los problemas socioeconómicos que planteaba Podemos
predominaban sobre los problemas identitarios. Su distanciamiento de la
violencia –apoyó activamente el desarme y disolución de ETA entre 2017 y 2018–
se combinó con otro paso trascendente: su participación institucional y el
abandono de sus viejas actitudes antisistema. Utilizó su presencia
institucional para condicionar gobiernos a favor de la izquierda y en contra de
la derecha. Con sus votos impidieron que Javier Maroto, del PP, fuera alcalde
de Vitoria y Pedro Sánchez ganara la moción de censura contra Mariano Rajoy en
2018. EH Bildu apoyó al Gobierno de Sánchez durante la pandemia y la crisis.
Posteriormente apoyó los Presupuestos de 2020, 2021 y 2022. Su referente, una
vez más, fue el Sinn Féin que, 20 años después de los Acuerdos de Paz del
Viernes Santo de 1998, aspiraba a gobernar Irlanda del Norte.
Con
motivo del décimo aniversario del fin del terrorismo, en octubre de 2021, dio
otro paso importante. Otegi anunció la prohibición de homenajes públicos a los
etarras liberados para no ofender a las víctimas de ETA. Lo combinó con una
declaración institucional de solidaridad con las víctimas: “Ese dolor nunca
debería haber ocurrido”. Por entonces, EH Bildu asistió a homenajes a las
víctimas de ETA, cuya presencia fue tolerada, y normalizó sus relaciones con la
patronal vasca –sector especialmente atacado por ETA– con una reunión de alto
nivel a la que asistió Otegi.
El
proceso de normalización de EH Bildu le permite participar plenamente en el
parlamento, una vez desaparecido el terrorismo, un compromiso exigido por todos
los partidos democráticos vascos, plasmado en los pactos de Ajuria Enea y
Madrid de 1988, y que ha cumplido. Pero un paso más alto es ser parte del
Gobierno. PNV y PSE-EE, en coherencia con el terreno ético pactado en el
postterrorismo, exigen que EH Bildu –más concretamente Sortu, su núcleo duro,
de Batasuna– complete su evolución con un rechazo a la trayectoria terrorista
de ETA para poder gobernar.
El
PP de Núñez Feijóo, con fuerte apoyo de la derecha mediática, no reconoce
ninguna evolución de EH Bildu al identificarlo crudamente con ETA y utiliza sus
pactos parlamentarios con el Gobierno de Sánchez para erosionar electoralmente
al PSOE. Una actitud incoherente porque cuando el PP ha gobernado ayuntamientos
y ha necesitado pactar con EH Bildu lo ha hecho. Si el PP de Feijóo asumiera la
realidad, la evolución de EH Bildu y se uniera al resto de partidos para
exigirle que completara su evolución, sería más rápido. La sustitución de la
tensión por la tolerancia y el diálogo en el período post-terrorismo es clave
para la normalidad vasca.
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