02 febrero 2015
Interior y las víctimas
tratan de evitar la prescripción de decenas de atentado
En la mañana del 7 de julio de
1990, el policía nacional Juan Domínguez
Cruz, natural de Badajoz, sufrió la mutilación de ambas piernas al
explotar la bomba lapa, cargada con dos kilos de amonal, adosada bajo su coche
por ETA en Barakaldo (Bizkaia). Cuatro años antes, el 8 de junio de 1986, el
cabo de la Guardia Civil
Antonio Ramos, fallecía tiroteado en Mondragón (Gipuzkoa). Ramos, de 31 años y
nacido en Espera (Cádiz), acababa de ser destinado al País Vasco. Dejaba mujer
y un hijo de cinco años.
Estos dos atentados, olvidados por
todos excepto por quienes los sufrieron directamente, han vuelto a la luz en los
últimos meses. Por el primero fue detenida —y luego puesta en libertad por
falta de pruebas— el pasado octubre la exetarra Nagore Mujika. Por el segundo,
la fiscalía pidió el pasado 13 de enero 29 años de prisión para el terrorista
Josu Uribetxebarria Bolinaga, que murió tres días después a causa de un cáncer.
Ambas causas permanecían
traspapeladas en los archivos de la Audiencia Nacional hasta que la Policía y la Guardia Civil las
rescataron del olvido días antes de que prescribieran. Tras cruzar sus archivos
con los sumarios de otros atentados, las fuerzas de seguridad solicitaron a la
fiscalía la revisión de estos atentados. En este año, la Audiencia ha reabierto,
además, la investigación sobre al menos tres atentados. Por dos de ellos —un
coche bomba en Barcelona en 1987, con un fallecido Juan Fructuoso Gómez, y el
intento de asesinato del entonces fiscal general del Estado Luis Antonio Burón—
la Audiencia
Nacional ha ordenado la vuelta a prisión de Sabtiago
Arróspide Sararasola Santi Potros tras
45 días en libertad por la acumulación de sus condenas en Francia.
El último caso reabierto conocido,
en este caso a instancias de la familia de la víctima es el del asesinato del
concejal del PP en San Sebastián Gregorio Ordóñez. La Audiencia busca a los
etarras que ordenaron a Valentín Lasarte disparar un balazo en la nuca al edil
el 23 de enero de 1995.
La coincidencia de la reapertura de
todas estas causas en un corto lapso ha llevado a la izquierda abertzale a
denunciar una presunta “ansia de venganza” de jueces, fiscales y fuerzas de
seguridad en puertas de un periodo multielectoral.
Fuentes de la Audiencia Nacional
niegan rotundamente que exista una “ingeniería jurídica”, como sostiene Sortu,
para hacer regresar a prisión o prorrogar artificialmente la estancia en la
cárcel de etarras con graves delitos a sus espaldas. “Se trata de casos
puntuales. En el caso de Santi Potros, no se le pudo detener en su día por
aquellos atentados porque Francia había denegado su extradición por esos
hechos”, afirman fuentes judiciales. El convenio de extradición con Francia
obliga a que pasen 45 días antes de poder arrestar en España a alguien que se
encuentra en libertad por unos hechos por los que el otros Estado ha rechazado
la entrega, explican.
Fue la Policía Nacional
la que preguntó a la Fiscalía
de la Audiencia
Nacional , a raíz de la excarcelación de Potros, si seguían
vigentes las órdenes de detención contra el terrorista, como inductor de los
dos atentados de 1986 y 1987. Tras examinar los sumarios y comprobar que la
investigación no había prescrito, se notificó la imposibilidad de actuar antes
de 45 días, tras los cuales Potros fue detenido. “Nuestro deber es hacer
justicia en cada asunto concreto siempre que haya pruebas suficientes para
sostener una acusación y la causa no esté prescrita”, afirman fuentes
judiciales, que consideran que “sería escandaloso archivar las causas sin
esclarecerlas y tener los casos guardados a propósito para provocar la
extinción de las responsabilidades (...) no se puede hacer más que cumplir la
ley, para lo bueno, detener y juzgar a los responsables de los atentados, y
para lo malo, archivar cuando no hay pruebas o las causas han prescrito”.
Según la última memoria de la Audiencia Nacional ,
siguen pendientes de cerrarse y juzgarse un total de 271 causas judiciales que
afectan a 349 víctimas de ETA. De ellas, la mitad están archivadas
provisionalmente. Fuentes judiciales explican que la mayoría de estas causas
pendientes corresponden a crímenes cometidos en el País Vasco, casi siempre
sobre militares y miembros de las fuerzas de seguridad en los años 80 del siglo
pasado, considerados los años de plomo de ETA. “En aquella época, cuando ETA
mataba a una persona cada tres días, la investigación era mucho más compleja,
los guardias tenían bastante trabajo con protegerse. Tampoco había pruebas de
ADN.
Normalmente, explica un juez de la Audiencia , las causas se
reabren por iniciativa de la policía y la Guardia Civil y con
la supervisión del ministerio público. “Aproximadamente cada juzgado de
instrucción puede tener unas 400 o 500 requisitorias [órdenes de detención o de
búsqueda], la mayoría por asuntos de terrorismo. Las fuerzas de seguridad
tienen sus archivos y saben que los plazos de prescripción juegan en su contra.
Están muy atentos”, afirma este magistrado.
Opinión:
En un
Estado de Derecho es lógico pensar que los delitos deben ser castigados. Del
mismo modo que los delincuentes disfrutan de ventajas jurídicas que la propia
legislación les ofrece, también las víctimas deben tener los mismos derechos a
presentar sus exigencias de carácter jurídico.
Otra cosa
distinta es que algunos quieran mezclar justicia con venganza y ello,
evidentemente, no debe ser obstáculo para que la justicia continúe su camino.
Si los
delincuentes plantean todo tipo de propuestas incluso basadas en la legislación
que aborrecen ¿cómo no vamos a tener el derecho de hacerlo los propios
afectados?
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