04 febrero 2015
¿Están muertos de verdad?
Claves para explicar el terrorismo a los
niños
En su día no fue fácil explicar a
los más pequeños que esos aviones que impactaban contra las Torres Gemelas no
eran de juguete, sino de verdad. Y que en su interior iban cientos de pasajeros
aterrorizados por pilotos suicidas que habían secuestrado el aparato. Tampoco
resultó sencillo reconocer que, a pesar de los saltos al vacío que realizaban
desde las ventanas algunas personas desesperadas, no había ninguna cama
elástica allá abajo esperando para amortiguar la caída. Y que como resultado
del derrumbe espectacular de esos edificios hubo casi 3.000 muertos y el doble
de heridos. Eso fue en el 2001.
En el 2004 fue necesario explicar
el 11-M de Madrid. Cuerpos mutilados, cadáveres esparcidos y familiares
desesperados alrededor de las vías del tren. Todas las televisiones mostraron
una y otra vez las imágenes de las víctimas del acto terrorista: 200 muertos y
2.000 heridos.
Este año 2015 lo hemos estrenado
de forma trágica con el atentado yihadista contra la revista Charlie Hebdo en
París. Las grabaciones más crudas se repitieron una y otra vez hasta que se nos
quedaron fijadas en la retina. Y es que las televisiones no dejan de emitir ni
un solo día terribles vídeos de guerras, inmolaciones, ejecuciones masivas y
atentados. Pero hay determinados sucesos trágicos de mayor alcance que acaban
impactando de forma inevitable sobre los menores. Si nuestros hijos ven este
tipo de imágenes truculentas debemos darles una explicación. Y si no las han
visto, también, porque de lo contrario al día siguiente a la hora del recreo
recibirán una descripción detallada por parte de sus compañeros con la
que se crearán una visión deformada de la realidad.
Por eso los especialistas
recomiendan dar el primer paso y ofrecer una explicación al niño, la haya
pedido o no.
Son tres ideas:
1. Escúchalo. Crea un tiempo y un lugar relajado para
hablar del tema. No des más información que la que pueda asumir: él
marcará los límites, preguntando más o cambiando de tema.
No le contraríes si se defiende
argumentando que los actos de terrorismo ocurren muy lejos de aquí y que no hay
que preocuparse. Probablemente necesite pensar así para sentirse seguro.
Comparte emociones: “Esto a mí me
ha impresionado mucho y me pone triste, ¿y a ti?”.
2. Responde a sus preguntas
Evita estereotipar a los grupos
de personas por su raza, nacionalidad, ideología o religión. Es crucial evitar
que los niños se formen una idea equivocada respecto a buenos y malos asociando
unos y otros con rasgos físicos, etnias o creencias.
Evita las expresiones violentas
como “Habría que matarlos a todos”. Este tipo de mensajes en nada ayudan a los
más pequeños, y complican su percepción del problema.
En caso de que el acto terrorista
le haya tocado de cerca (por conocer a alguien que se haya visto afectado)
facilítale su expresión a través de dibujos, si es pequeño, o animándolo a
escribir sus impresiones, si ya tiene cierta edad.
3. Dale apoyo
Usa el tono emocional adecuado.
El niño puede y debe percibir que los adultos están tristes y que lo sienten
tanto como él, pero nunca que han perdido el control. No se puede decir delante
de él cosas como “Yo también me quiero morir” o “¿Qué va a ser de nosotros?”.
Ofrécele garantías en relación
con su seguridad personal, dejando claro que tú estarás siempre a su lado.
Tres cuestiones
A los adultos no nos resulta nada
fácil digerir este tipo de sucesos. A los niños tampoco. Y no nos debemos dejar
engañar si se les escapa alguna expresión inocente del tipo “He visto las imágenes,
pero no me impactan nada” o incluso por una salida insensible del tipo “¡Jo,
qué pasada! ¡Cómo mola!”. Siempre necesitan que se les ayude a interpretar y
asimilar lo que están presenciando. Así que, ante situaciones de este tipo:
A. ¿qué decir?
Nunca mentir. Se le puede decir
solo aquello que pueda entender. Hay que tener en cuenta su edad: tan absurdo
sería dar explicaciones excesivas a un niño de 3 años como evitarlas en uno de
11.
B. ¿cómo decirlo?
Con naturalidad, sin buscar
situaciones solemnes o añadir dramatismo al asunto. Siempre que sea posible hay
que buscar algún aspecto positivo que sirva de consuelo, del tipo “no sufrieron
nada” o que la masacre podía haber sido mucho mayor.
C. ¿quién debe hacerlo?
Siempre las personas más
próximas. Solo en el caso de que manifieste otros síntomas (terrores
nocturnos, regresiones, cambios de humor...) resulta conveniente pedir ayuda
profesional.
Muchos niños, después de una
conversación seria sobre un atentado terrorista, reaccionan sin aparente
respuesta emocional, por ejemplo preguntando si se pueden ir a jugar ya. Es la
misma reacción egoísta que pueden tener ante la noticia de que un familiar ha
fallecido: “¿Y ahora quién me ayuda a mí a hacer los deberes?”. Pero no hay que
confiarse ante este aparente estado de control emocional, ya que en el futuro
puede salir a flote en forma de problemas de comportamiento o de dificultades
para dormir.
Opinión:
27 años de trabajo me dan la opción
a opinar sobre el asunto y me ha quedado claro, desde el primer día, que las
cosas no hay que esconderlas, ni siquiera a los más jóvenes.
Pero del mismo modo también me ha
quedado claro que para conseguir los mejores resultados en un asunto tan
delicado, es imprescindible que junto a los profesionales de la psicología y la
educación interactúen también personas que hayan sufrido esos daños y que, además,
aporten un mensaje positivo, de diálogo y de entendimiento. Por desgracia,
algunos y algunas que parecen dedicarse a esta labor se inventan secuelas nunca
sufridas o van insultando las 24 horas del día y lanzando soflamas que en nada
ayudan a conseguir el objetivo. Y sino que se lo pregunten al Presidente de la Audiencia Nacional.. .
Por no hablar de los que ni
siquiera son víctimas del terrorismo….
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