23 marzo 2016
Desafío a la seguridad y la convivencia
Ningún país europeo
ha producido tantos yihadistas con respecto a su población como Bélgica
Bélgica cesó de bombardear objetivos del Estado Islámico
(EI, también conocido como ISIS) en territorio iraquí a finales de junio de
2015. El país se había adherido a la coalición internacional contra esa
organización yihadista en septiembre del año anterior, pero para entonces ya
era blanco de los terroristas. Cuando, poco tiempo después de la proclamación
de su pretendido nuevo Califato, en junio de 2014, el mando de operaciones
externas del EI decidió establecer una red operativa para perpetrar
atentados en Europa Occidental, el entorno de Bruselas se convirtió en base de
la misma. Y en algo más.
Es en Bruselas y en ese entorno, en la municipalidad de
Molenbeek, donde desde hace más de una década existe una subcultura yihadista
en el seno de la cual se han venido desenvolviendo con facilidad agentes de
radicalización y reclutamiento vinculados a entidades como, por ejemplo,
Sharia4Belgium. Recuérdese que en Molenbeek residía y fue detenido el nodo del
componente que el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) introdujo en la
red del 11-M. También donde por primera vez conocida quedó constancia escrita,
el 19 de octubre de 2003, de la fecha elegida para atentar en Madrid.
No es extraño que Bélgica sea el país de la Unión Europea donde
la actual movilización yihadista estimulada desde Siria e Irak por el EI
es más intensa. Ningún otro ha producido tantos combatientes terroristas
extranjeros respecto a su población total y al tamaño de sus comunidades de
ascendencia musulmana. En concreto, 562 a fecha de febrero de 2016, de los que una
cuarta parte, según las autoridades belgas, habrían retornado al país. Hace un
año, en marzo de 2015, el número de individuos encarcelados en prisiones belgas
por actividades relacionadas con el terrorismo yihadista era de 61, cifra que
quintuplicaba la de 2014.
Los atentados del pasado 13 de noviembre en París fueron
ideados y planificados en Siria pero preparados en Bélgica. Sin embargo, una
ciudad belga, muy probablemente Bruselas, era el blanco inicialmente
ambicionado por la red operativa del EI en Europa occidental. Así quedó de
manifiesto el 15 de enero de 2015, cuando una operación antiterrorista en Verviers
desbarató los planes de una célula compuesta por no menos de diez terroristas,
algunos de ellos combatientes terroristas extranjeros retornados, vinculada con
el directorio del EI. Célula que, como luego se comprobó, formaba parte de
aquella red operativa.
Atentar en Bruselas, como en París, es intentar que los
ciudadanos europeos interioricen el miedo, modifiquen sus conductas y
condicionen las decisiones de sus gobernantes. Supone además hacerlo en las
capitales de dos países europeos con amplias comunidades musulmanas y muy
extendidas segundas generaciones mal acomodadas, una estructura social
particularmente vulnerable a la fractura que buscan los terroristas. Hemos de
evitar que se difunda la islamofobia sin dejar de ser conscientes del desafío
que para las sociedades abiertas plantean tanto los yihadistas con sus
atrocidades terroristas como los salafistas con sus prédicas antidemocráticas.
Fernando
Reinares es director del
Programa sobre Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y catedrático en la Universidad Rey
Juan Carlos. Autor de ¡Matadlos! Quién estuvo detrás del 11-M y por qué se atentó en España (Galaxia Gutenberg).
Opinión:
Aunque hay grandes
especialistas en la materia terrorista sería muy apropiado que también entraran
a denunciar los intereses que confluyen en la existencia de grupos terroristas.
De las otras bandas
terroristas nunca se hablaba pero hay que recordar que cuando la banda
terrorista ETA nos destrozó la vida a muchas familias anónimas uno de los temas
preferidos era investigar en las finanzas, en las empresas, en los fondos, en
la infraestructura económica de ETA.
Ahora son muy pocos
por no decir casi nadie los que se atreven a denunciar la venta de armas a los
ricos países árabes que luego abastecen a los países árabes menos ricos o
directamente pobres.
Y si habláramos de
las empresas que, seguramente, en un tiempo no muy lejano tendrán suculentos
contratos para rehabilitar o directamente construir ciudades nuevas.
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