23 marzo 2016
Arash
Arjomandi, filósofo catalanoiraní; discípulo de Eugenio Trías
Tengo 45
años: busco el equilibrio entre el animal y el dios que llevamos dentro. Nací
en Teherán, de donde huyó mi familia tras la revolución integrista, que ahorcó
a mi tía. Casado con una iraní catalana como yo, Rosa Rabbani. Soy bahai. Al reprimir
la espiritualidad, desarrollamos neurosis violentas
Sé lo que es el integrismo. Mi familia huyó de la
revolución de los ayatolás cuando empezaron a perseguir a los bahaíes, que eran
la segunda comunidad religiosa de Irán.
¿Los encarcelaban?
Mi tía, profesora de instituto, fue ahorcada por los
guardianes de la revolución. Nosotros, huyendo, llegamos a Barcelona por
casualidad.
Pues sigan siendo bienvenidos.
Mi padre, que había sido economista, no encontró trabajo;
pero mi madre era peluquera y montó una peluquería con éxito en Sant Pere de
Ribes. Y salimos adelante.
Me alegro.
Yo estudié filosofía desde niño, más bien la respiré,
porque en casa y en mi comunidad de Teherán las discusiones filosóficas eran
como las de fútbol aquí: todos teníamos un equipo.
Y usted ahora es profesor de filosofía.
Y he sido editor y modesto autor, pero, sobre todo, sigo
intentando repensar el mundo. Comprenderá que me interesen los integrismos y en
especial el yihadismo...
Del todo.
Por eso quiero recordar aquí la que creo mejor explicación
del fenómeno yihadista, que es de mi maestro el barcelonés Eugenio Trías. ¿Por
qué unos jóvenes, aunque de origen árabe, pero plenamente occidentales, hasta
de tercera generación, abrazan una versión perversa del islam que exige una fe ciega
en paraísos y huríes?
¿Marginación, falta de oportunidades...?
Existen, pero sólo explican una parte del problema, porque
quienes las sufren, antes que yihadistas, podrían haberse hecho delincuentes
comunes, mafiosos, pandilleros o adoptar otras formas no religiosas de
sociopatía colectiva.
¿Por qué estos jóvenes ya de educaciónlaica occidental matan para
ir al cielo?
Precisamente, porque nuestra cultura en la que los hemos
educado niega no sólo que exista un cielo, sino también espíritu o cualquier otra
cosa que no pueda ser demostrada por la ciencia y convertida en algo útil por
la tecnología.
Los yihadistas usan la tecnología, pero para defender valores
medievales.
¿Lo ve? Necesitan algo más de lo que ven.
Ellos son desesperadamente creyentes.
Porque Occidente es hoy desesperadamente no creyente.
¿Por qué vivimos una era posreligiosa?
Hemos sustituido cualquier espiritualidad por el
reconocimiento de lo empíricamente demostrable hasta el punto de que hemos
reprimido una parte irrenunciable de nosotros mismos: la espiritual. La
experiencia humana no es tal sin la dimensión que aspira a trascender lo que
sólo se puede demostrar. La existencia es más que la ciencia.
¿Ser humano significa ser espiritual?
Ser humano significa aspirar a trascender lo que morirá con
nosotros. Por eso, después de negar la religión, hoy adoramos a los creadores,
los intelectuales, los artistas como sacerdotes de esa pulsión creativa y
médiums con la vida después de la vida: la fama es su sucedáneo.
Cada vez hay menos curas y más artistas.
Porque el artista es el único al que hoy reconocemos como
mediador con la trascendencia. ¿Qué joven no aspira a crear algo que exista en
su nombre cuando él ya no esté? ¿Quién no quiere crear algo que le trascienda
para pervivir y vencer a la muerte y el olvido?
Si eres humano, aspiras a ser algo divino.
Al reducir la existencia a una sola manifestación, la
material, los occidentales estamos ignorando el espíritu sólo porque no lo
podemos demostrar, pero eso no quiere decir que no exista.
“El mito es la nada –dice Pessoa– que lo es todo”: el espíritu es
una fantasía existente.
Y mi maestro el filósofo Trías explicaba que esa represión
de lo espiritual acaba por generarfenómenos neuróticos: si reprimimos nuestra
parte espiritual, se acaba manifestando de forma neurótica como integrismo
violento.
Y ahora mismo triunfan unos cuantos.
Los religiosos, y en especial la violencia yihadista, y los
radicalismos de extrema derecha...
Pero de ahí a los asesinatos en masa...
Sólo apunto que además se rinde culto a la violencia en los
videojuegos y la cultura de masas.
¿No son sólo entretenimiento banal?
Banal para niños y adolescentes bien integrados y con
recursos materiales, emocionales e intelectuales, pero temo que acaba por
alimentar fantasías de omnipotencia en esos potenciales yihadistas y en otros
inadaptados que caen en la violencia sexista o el bullying.
Para la mayoría sólo son fantasías.
Trías también explicaba que los humanos somos seres
oscilantes entre la animalidad...
Primates más o menos evolucionados.
...y la espiritualidad: seres fronterizos en busca del
equilibrio entre lo material, lo tangible y físico y lo espiritual y místico,
que lo trasciende.
Pues no resulta fácil.
O caemos en la animalidad de la gratificación inmediata o
nos endiosamos en exceso, como los genios financieros de las burbujas, que
cuando estallan acaban siendo villanos.
¿Cómo lograr ese equilibrio fronterizo?
La receta oracular es tan antigua como eficaz: conócete a
ti mismo. Cada uno tiene el deber ético de investigar esa doblez en su propia
personalidad. Y corregir sus excesos.
Descubrir el animal y el dios que lleva dentro para no querer ser
ninguno de los dos.
Esa es la tarea y conocerse, el primer paso.
¿Y el yihadista?
Es un animal que se endiosa matando.
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