29 marzo
2016
Prevenir para que el yihadismo no entre en las
escuelas
La cadena de brutales ataques en nombre de la yihad islámica que se vienen sucediendo en todo el
mundo, especialmente desde que el Estado Islámico (IS) se hizo con la hegemonía
del terror global en detrimento de Al Qaeda, requiere una respuesta firme en
varios frentes. Por supuesto, combatiendo sobre el terreno a una organización
que se ha autoproclamado califato de todos los musulmanes y ha consolidado su
posición en Irak y Siria. En primer lugar, con una coordinada y eficaz
estrategia militar consensuada entre los aliados
occidentales y los países de la zona. Y en paralelo, cortando las líneas de financiación,
provenientes del saqueo de las ciudades conquistadas, de los secuestros y de la venta ilegal de crudo.
Sin embargo, con ser el principal desafío acabar con la
existencia del IS, que no sólo exporta el terror al mundo sino que, en
aplicación estricta de la 'sharía' o ley islámica, trata con especial crueldad
a los prisioneros y a sus propios súbditos, es necesario actuar integralmente
en los países amenazados por el yihadismo. Porque si algo han puesto de
manifiesto los atentados de París y Bruselas es que los terroristas que deciden
inmolarse para asesinar «infieles» occidentales no vienen de fuera, sino que han nacido y se han educado en
colegios públicos de
una Europa que ha hecho de las libertades y la tolerancia sus principales señas
de identidad cultural y política.
Por eso, son de capital importancia iniciativas como la que
ha puesto en marcha la
Generalitat de Cataluña para detectar la radicalización
religiosa de niños y adolescentes en los centros de enseñanza. Si en una
primera etapa, la colaboración entre la consejería de
Interior y los Mossos d'Esquadra ayudó a frenar la captación de
posibles terroristas en las cárceles y en las mezquitas más fanatizadas, ahora
se ha sumado al programa de prevención la consejería de Enseñanza catalana. El
objetivo es detectar cambios significativos en el comportamiento y en las
relaciones personales de los estudiantes, vigilar el consumo de propaganda
islámica en las redes sociales e incluso observar variaciones notables en la
forma de vestir que hagan sospechar contactos de algunos alumnos con las redes
de captación de los grupos terroristas en Europa. El programa, que a través de
protocolos de observación deberá contar con la
colaboración de profesores y tutores, está destinado a todos
los estudiantes, independientemente de su religión. Es cierto que España, a
diferencia de países como Francia, Bélgica o Alemania, aún no cuenta con un
número elevado de alumnos musulmanes -apenas representan el 5% del total y en
Cataluña son poco más de 75.000 menores- ni con varias generaciones de
inmigrantes, cuyo radicalismo aumenta sucesivamente, pero las precauciones se
hacen igualmente necesarias. El interés de esta iniciativa, de la que deberían
tomar nota otras comunidades e incluso el Gobierno central, estriba en que ha
sido concebida como complemento a la
vigilancia policial en
todo el territorio y al control de quienes viajan y regresan a zonas de
conflicto en Oriente Próximo.
Europa debe ser consciente de que no estamos ante escaramuzas
aisladas ejecutadas por
'lobos solitarios', sino ante una orquestación minuciosa para imponer el
terror. La respuesta, por tanto, ha de estar coordinada en diferentes frentes
para buscar una derrota definitiva del yihadismo.
Opinión:
La iniciativa es excelente, como ya comenté en entradas
anteriores sobre noviembre del año pasado. Y recuerdo también que ofrecía un
consejo gratuitamente: cuidado con quien se cuenta para esta labor porque hay
mucho opinador radical escondido que anda suelto y algunos otros que se
inventan situaciones e historias que jamás han vivido para hablar de lo que no
saben.
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