24 marzo 2016
Menos
minutos de silencio y más atajar las causas
Cada vez que se produce un acto de barbarie terrorista,
sabemos que a la imagen de la muerte, destrucción y sufrimiento, seguirá una
parafernalia agobiante que precisa análisis y denuncia. Nos duele, sin necesidad
de ayudas políticas y mediáticas que lo incrementen
Imaginen que se despiertan y para tomar el desayuno
conectan con un sedante documental de La 2 de
título “Brasil: Paraíso Natural”. Amanecidos, tras un nuevo día de terror y
cinismo absolutamente demoledor, desactivador. Sin sonido, las imágenes
muestran agua serena, bosques, animales en su hábitat. Al subir el volumen una
voz dice: “Como todas las cosas buenas, tiene que acabar”. ¿Cómo? La frase,
contenida en un guion empeñado en resaltar todo el mal que ha podido encontrar
en la belleza, cae como la sentencia definitiva. Aunque actúa de revulsivo, de
reactivo.
Estamos viviendo momentos que, por la brutalidad de los
atentados, ahuyentan la crítica. Pero callar no es sino seguir, in crescendo,
la senda repetida. Cada vez que se produce un acto de barbarie terrorista,
sabemos que a la imagen de la muerte, destrucción y sufrimiento, seguirá una
parafernalia agobiante de presiones que precisa análisis y denuncia. Nos duele, s in necesidad de
ayudas políticas y mediáticas que lo incrementen. Siempre el mismo
cinismo, la misma siembra de miedo y exacerbación de las pasiones, la misma
utilización de la tragedia. Los únicos que son nuevos sucesivamente son los
muertos, las familias rotas.
Por supuesto que son necesarios información, control y más
eficacia. Enlutadas conciencias, hablan en cambio de guerra y soluciones
militares, desoyendo datos clamorosos. ¿Se bombardea la ciudad de
Bruselas de donde eran esta vez los presuntos terroristas? ¿Para qué? ¿Para seguir
con el próspero negocio? Europa vende armas a Arabia Saudí y otros países
partidarios de fanatizar el Islam, en cifras récord. La Francia de Hollande hasta
se permite condecorar al heredero de la dinastía con la Legión de Honor recién
ejecutados más de 70 opositores. España sin ir más lejos también les ha vendido
armamento como nunca. Juncker, presidente de la Comisión , es de los pocos
que habla de “control de la venta de armas”, como uno más de sus planes contra
el terrorismo. Se queja de que los gobiernos y los lobbies no hacen caso. Significativa actitud.
No se puede tolerar más esa doble moral sin intentar al menos desenmascararla.
Menos minutos de silencio, y más atajar las causas.
Ni es honesta la promoción del miedo y las asociaciones mal
intencionadas que terminan vertiendo culpas a quien no las tiene. El 87% de los
atentados yihadistas desde el año 2000 han sido en países de mayoría musulmana,
como publicaba eldiario.es. Casi 9 de cada 10 atentados. Más de 72.000 personas
fueron asesinadas, una brutal irracionalidad. Pero de ellas, 63.000 sucumbieron
en países donde el Islam es la religión mayoritaria. Sentir más dolor por la
proximidad de la víctima es humano pero absolutamente injusto por comparación.
No valen más unos muertos que otros.
Impúdicas las lágrimas y condolencias de esa UE que firma
sin pestañear graves violaciones de los Derechos Humanos. Y con la única
finalidad de mantener el triunfo de la codicia de unos pocos y su “estilo de
vida”. Porque es imposible que no calculen lo que sus políticas desencadenan.
Piensen si nuestro estilo de vida es el de los sensatos políticos que hacen
declaraciones o el que de su domicilio. El que encontró a una mujer que llevaba
muerta en su casa dos años y medio en un pueblo de Madrid. O el que ha convertido
Europa en frontera, sin humanidad, con una crueldad que hasta esforzadas
organizaciones no gubernamentales se ven incapaces de asumir. Hay diferencia de “estilos de
vida”.
Claro que el terrorismo produce miedo, miedo visceral por
la sorpresa y la indiscriminación con la que se produce. Por lo inapelable e
irreversible de sus consecuencias. Pero hay que contar con todos los datos del
contexto y todos los factores para saber dónde buscar soluciones. El
autoritarismo, la ultraderecha y neofascismos, la irracionalidad nunca lo han
sido. Miren a su alrededor, miren a Irak y sus falsas armas de destrucción
masiva, al polvorín de Oriente Medio y reflexionen de qué sirvieron esas
tácticas. Se diría que únicamente para dar votos y poder a los mismos.
Alerta máxima pues a la utilización en provecho partidista
de ese complejo paquete de miedos y mentiras. Mediten sobre la ideología,
fortaleza y seguridad de los gobiernos en cuyos países se han venido
produciendo los peores atentados terroristas. Si hay denominadores comunes o
no. Y, de haberlos, cuáles son.
Los atentados, cada vez más frecuentes, nos caen encima a
toda la sociedad como un manto de plomo que inmoviliza por todos estos
factores. Por la suma de presiones que nos vemos incapaces de afrontar con las fuerzas
propias, debilitados por el disgusto y el temor que suscitan los
atentados. Es para cerrar la puerta y marcharse. A una playa perdida donde no
habite ninguno de los causantes de esta infernal deriva. Ninguno. Ni el
fanatismo terrorista, ni los compungidos políticos y otras especies que hasta
pasan lista de golpes en el pecho. Son declaraciones, horas de programación
exhaustiva repitiendo la historia y con escasas claves. Una Semana Santa
rediviva en angustias y culpas. Parecen conminarnos aceptar que no hay otra
escapatoria que su sistema de vida con sus daños colaterales: desigualdad,
mentira y barbarie. Pose, formas, sin ir al fondo que trate de poner
freno a esta locura. Hasta un documental completamente ajeno sobre
la selva amazónica remacha: “Como todas las cosas buenas, tiene que
acabar”. Qué más quisieran.
Millones de personas, de todas las razas tienen, tenemos,
un caudal inmenso de humanidad y buen corazón que no se acaban, y que no merece
la brutalidad terrorista, pero tampoco tanta ignominia, manipulación y
chantaje. Imposible de arrebatar, sea cuál sea nuestro destino.
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