24 marzo 2016
La
utilización política del terror
Gumersindo Lafuente
La barbarie terrorista apenas
nos da respiro. Vivimos desde hace años en una especie de
tercera guerra mundial no declarada en la que el islamismo radical
está poniendo en jaque a las sociedades occidentales. Europa se estremece
con cada atentado cercano, es lógico, pero tiende a ignorar que el 878% de las víctimas del terrorismo yihadista se
producen en países de mayoría musulmana.
Tenemos miedo y la
primera reacción es cerrar las fronteras. Blindamos nuestro paraíso incluso a
sabiendas de que estamos incumpliendo los derechos humanos más básicos. Nos
negamos a dar refugio a los que huyen de las guerras impulsadas por los mismos
que ponen las bombas a este lado de las vallas. El temor nos impide
ver lo evidente: los terroristas viven entre nosotros y, ellos sí,
se mueven con una gran facilidad, incluso a pesar de estar señalados muchas veces de antemano por
los servicios de seguridad.
En un mundo interconectado, en
el que la tecnología permite rastrear casi todo, esta fallando la
coordinación entre las policías de los países afectados. Y no es la primer vez,
es casi una constante desde los atentados del 11S en EE UU y el 11M en Madrid.
Y a estos errores se suma siempre el coro de los que intentan hacer un uso político del terror. Lo vimos tras
los ataques de Madrid y lo estamos viendo de nuevo ahora.
Como la indecencia no tiene límites, alguno de los
partidos, políticos o periodistas que durante años se empeñaron en
utilizar el 11M como arma electoral o comercial, poniendo en duda la autoría
del radicalismo islámico, son los mismos que se han apuntado con rapidez al
acoso de todo aquél que tenga un discurso diferente al suyo ante los atentados
de Bruselas.
Y sí, la unidad contra el terror es necesaria. El apoyo a
las autoridades y la policía, también. Pero eso no debe impedir que
estemos vigilantes y no renunciemos a los derechos y libertades que
tanto nos ha costado conseguir. Y menos aún que permitamos que
se introduzcan en la política doméstica, en pleno proceso de formación de un
nuevo gobierno, falsos argumentos para delimitar líneas rojas en la
negociación de los pactos.
Una persona cercana que admiro me transmitía ayer su
preocupación por lo que está sucediendo. Por la violencia terrorista, pero
también por la que está ejerciendo la Unión Europea con los refugiados. No nos damos
cuenta, me decía, que al ISIS solo le puede parar su propia comunidad.
Como a ETA solo la pudo parar la suya. Y es verdad. La lucha política y
policial contra el Estado Islámico es indispensable, pero si no cambiamos el
marco del debate y enfrentamos el origen de los problemas, casi siempre
relacionado con la desigualdad y la pobreza, difícilmente encontraremos el
camino que nos acerque a una solución.
Peter Sutherland, el veterano político irlandés designado
por el Secretario General de la
ONU como su representante para la reforma del modelo
migratorio, ya ha advertido de que la respuesta europea a la crisis de los
refugiados es “inepta y xenófoba”, pero también -y esto es lo más
inquietante- peligrosa. Estamos a tiempo. Evitemos la creación en este arranque
de siglo de una gran bolsa de refugiados a las puertas de Europa que con
los años, por injusta, se acabará volviendo contra nosotros.
Opinión:
Se podrá decir más alto pero no más claro. Gran artículo.
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