lunes, 12 de enero de 2015

11 enero 2015 (13) La Razón (opinión)

11 enero 2015



Juez Bermúdez: “Faltan medios para atajar el adoctrinamiento en la red”
Entrevista al juez del 11-M






Mientras recibe a LA RAZÓN en su despacho de la Audiencia Nacional, la Policía francesa cerca a los asesinos del atentado contra la sede del semanario satírico “Charlie Hebdo”. Javier Gómez Bermúdez (Álora, 1962), magistrado de la Audiencia Nacional, es una de las voces más autorizadas sobre yihadismo en España. Presidió hace diez años el primer juicio contra una célula de Al Qaeda en nuestro país y estuvo al frente del tribunal que juzgó los atentados del 11-M.

–Un atentado como el de París, ¿se podría cometer en España?
–Se puede cometer cualquier tipo de delito en cualquier lugar del mundo hoy en día, pero nuestra situación, de momento, parece que es un poco más estable.

–¿En qué sentido?
–Desde 2004 no hemos sufrido ningún atentado y los órganos policiales y judiciales, en este caso la Audiencia Nacional, están concienciados de que se debe llevar a cabo una actuación extremadamente temprana para evitar delitos.

–El atentado no cumple dos de las premisas que usted atribuye a las actuaciones yihadistas: ni es indiscriminado ni tiene raíz política. ¿Es un paso adelante en el terrorismo islamista?
–Las premisas no se dan siempre al cien por cien y como toda regla tiene sus excepciones. Aquí, el objetivo está muy definido y eso es un dato a analizar con mucha prudencia. Probablemente es una de las cosas que hay que estudiar de este último atentado. Es evidente que este atentado tiene matices diferentes: la organización, la planificación, la huida o el uso de armas de guerra de una forma abierta. Pero también podemos estar ante un hecho diferencial clarísimo: que los terroristas sean miembros de una organización y por eso hayan actuado de una forma tan organizada, a diferencia de los mal llamados «lobos solitarios», aunque es muy pronto para afirmar una cosa u otra.

–Tanto los autores de la matanza de París como algunos de los del 11-M estaban controlados por la Policía. ¿Hay alguna manera de evitar este tipo de atentados?
–Todo atentado es un fallo de seguridad, pero la seguridad absoluta no existe, porque el control no puede ser permanente. Es casi imposible, no tendríamos medios para controlar cualquier potencial amenaza durante las 24 horas los 365 días del año, por lo tanto siempre hay un resquicio para que ocurra una cosa tan terrible como la de París. Pero es indudable que hay métodos para evitar que esto ocurra y minimizar ese riesgo.

–¿Se refiere a esa actuación preventiva que es clave para evitar los atentados yihadistas?
–A la actuación preventiva y a ser, en cierta forma, menos garantistas en la formulación de algunas normas. Llevamos varios años reclamando que se castigue el adiestramiento pasivo y que el legislador afronte una reforma procesal que nos permita trabajar con una cierta seguridad. Y esto no llega.

–Esa intervención policial preventiva evita atentados pero, ¿no obliga a caminar legalmente por el filo de la navaja?
–Sí. Tiene dos problemas fundamentales: frustra a la sociedad, porque el índice de absoluciones y de libertades posteriores a la detención es alto, y si no conseguimos recuperar socialmente al individuo o separarlo de la sociedad corremos un altísimo riesgo porque la radicalización es una progresión geométrica. Si se le impone una pena corta de prisión por labores de captación o proselitismo, por ejemplo, ocurrirá casi con toda probabilidad que cuando salga será más peligroso que cuando entró. Y éste es un hecho que tenemos que intentar corregir aunque no sabemos muy bien cómo.

–¿Por ejemplo?
–Uno de los problemas es que al terrorista aislado se le imponen unas condenas mucho menores que a los integrados en una organización, cuando hoy en día la realidad demuestra que no tiene que haber una diferencia sustancial entre uno y otro. Tenga en cuenta que el terrorismo aislado sólo lo conocíamos aquí en la «kale borroka», que antes sólo se podía castigar como delito común si no podías probar la pertenencia a una organización terrorista del autor de ese terrorismo de baja intensidad. Por eso se creó el artículo 577 del Código Penal, que se ha quedado desfasado para el yihadismo, pues sólo servía para esa mal llamada lucha callejera.

–¿A qué se debe que el porcentaje de absoluciones y penas menores sea tan elevado en el yihadismo respecto al terrorismo de ETA?
–Actuar de forma tan temprana para conjurar el peligro antes de que exista la posibilidad de que se cometa el atentado evita el atentado pero, a la vez, supone que las pruebas son mínimas y normalmente indirectas y endebles. Y con esos mimbres no se puede condenar. Por eso hay tal cantidad de absoluciones, aunque se tenga la convicción personal de que el sujeto en cuestión es peligroso y es un terrorista.

–O sea que se da la paradoja de tener que absolver a un procesado pese a tener la certeza de que se trata de un terrorista.
–Claro, hay gente que tú, en tu fuero interno, sabes que probablemente sea un terrorista, pero la ley, gracias a Dios, no funciona así, porque si las condenas dependiesen del subjetivismo del juez todo ciudadano estaría en un claro peligro.

–¿Cuántos islamistas hay en España con posibilidades de atentar?
–Hay que ser muy precavido con esto y no hay que criminalizar a sectores de la población. Y ni siquiera dar ideas, para entendernos.

–Pero haberlos haylos ¿no?
–Claro, pero son investigaciones que están bajo secreto.

–Desde el primer juicio a una célula islamista en España, la de Abu Dahdah, ¿qué ha cambiado en la forma de afrontar el yihadismo?
–Todo. En aquel primer juicio se veía claramente que estábamos en pañales. No sabíamos muy bien cómo entender el fenómeno y costó mucho trabajo y esfuerzo de la Policía conseguir pruebas.

–Pero la forma de enfrentarse al terrorismo islamista es absolutamente distinta ¿no?
–Judicialmente no tanto, porque esa evolución es fruto fundamentalmente de dos hitos: el juicio de Abu Dahdah y el del 11-M, donde el Tribunal Supremo establece claramente cuáles son los límites de la legislación y hasta dónde podemos llegar. En el primero, por ejemplo, condenamos a Abu Dahdah por conspiración en los atentados del 11-S, aunque el tribunal sabía que era una imputación ciertamente complicada y débil. Y después el Tribunal Supremo lo corrigió diciendo que no había base suficiente para condenar por conspiración. Pero, a partir de esa teoría, sí se ha condenado por conspiración a otras células sobre la base de esa interpretación del Tribunal Supremo.

–¿España está preparada para evitar otro 11-M?
–Creo que sí. Ojalá no haya nunca otro 11-M. La seguridad es relativa, pero, desde luego, en España las cosas se están haciendo bastante bien, a pesar de que hay carencias que deberían haberse corregido ya. No se ha hecho, pero se hará, con carácter inmediato por las declaraciones que he escuchado al ministro del Interior.

–Un lobo solitario, que no está integrado en ninguna organización, ¿es un terrorista antes de atentar?
–Por definición es una persona fanática, radicalizada y peligrosa, lo que pasa es que del juicio de peligrosidad a la acción hay un trecho. No todo terrorista se dedica a matar: otros se dedican a captar o a financiar y son también parte de ese entramado terrorista. El salto a la acción no lo da todo el mundo. El terrorista individual no lo es desde el primer momento, pero sí tiene un componente fanático que le acerca mucho a poder dar el paso. Y ése es un riesgo, porque entre que toma la decisión y la consuma no transcurre prácticamente tiempo alguno.

–¿Cuál es su perfil?
–Es muy difícil de definir. Sí hay algunas características en su modo de actuar: no dependen de nadie, no tienen estructura, son autosuficientes, no requieren de ningún apoyo logístico, ellos mismos se financian, pasan de la idea a la acción criminal muy rápidamente, se adiestran a través de la red y, además, normalmente no planifican excesivamente los atentados porque dan por hecho que el precio que tienen que pagar por defender sus ideas absolutamente inaceptables es su propia vida. Luchar contra esto es muy complicado.

–El yihadismo es un terrorismo “low cost”. El 11-S apenas costó medio millón de dólares y el 11-M, sólo 50.000 euros. ¿Eso lo convierte en menos previsible?
–Claro. El bajo coste de sus atentados y el del mantenimiento de su estructura, porque no tiene estructura, supone un riesgo añadido porque con escasos costes pueden hacer mucho daño.

–¿Cómo se financia la yihad?
–Sus ingresos proceden, muchas veces, del abuso de instituciones y tradiciones perfectamente lícitas. Así sucede con el desvío para fines terroristas de fondos de la limosna, el “zakat”, que supone pervertir uno de los pilares del islam, un pilar caritativo, bondadoso y moral. Se financia también con pequeños delitos, tráfico de drogas y de armas, falsificación de documentos y con donaciones voluntarias. Es un abanico muy amplio. Y hay una financiación, sin duda importante, de diversos estados, pero que no se destina a atentados, sino a la actividad terrorista en territorios orientales, al adiestramiento, pero no directamente a los atentados en occidente, por lo menos que yo sepa.

–Indirectamente también financia esos atentados...
–Indirectamente claro, está financiando las estructuras estables, llámese Al Qaeda, Daesh, etc.

–¿Esos países tienen nombres?
–Sí, pero obviamente no los voy a dar. Sería una imprudencia.

–¿Existen mecanismos legales para atajar el adoctrinamiento en internet y las redes sociales?
–Ahora mismo no. Eso es lo que estamos intentando, que se creen. Hace mucho que defiendo dos propuestas, que además el Ministerio del Interior lleva tiempo pidiendo con toda la razón. En primer lugar, que castiguemos, como he dicho, el adiestramiento pasivo, aunque sé que mucha gente discute esta medida. No se trata de castigar a quien accede a una web por motivos científicos, de investigación o por mera curiosidad, sino al que activamente a través de la red se ofrece y se deja captar en unas webs muy determinadas en las que se va accediendo a los diferentes escalones según te vas radicalizando. Y eso es indicativo de que no estás llevando a cabo una actuación investigadora sino que te estás ofreciendo para ser adoctrinado. Es una realidad y, por lo tanto, algo habrá que hacer.

–¿Cómo se castigaría ese delito?
–El adiestramiento pasivo habría que sancionarlo duramente, como la pertenencia a una organización criminal, porque son sujetos extremadamente peligrosos. En la Audiencia lo que intentamos hacer, con mucho esfuerzo, es interpretar la ley para atajar estas actividades, por ejemplo mediante la infiltración puramente virtual: entrando en un foro y haciéndote pasar por un yihadista e ir teniendo acceso a los escalones. Pero esto no está regulado por ley y es muy complicado. Nos movemos en ese difícil límite de lo lícito y lo ilícito con riesgo para los policías que actúan y para los jueces que lo autorizan.

–¿Qué otros cambios legales son necesarios?
–Regular de una vez por todas las medidas de intervención de las comunicaciones, no sólo las telefónicas y las postales. Por ejemplo, en septiembre de este año, el Tribunal Constitucional ha puesto en clarísima duda que sea legal cualquier tipo de escucha que no sea telefónica al no existir una cobertura normativa que la sustente. Esto supone, por ejemplo, que es dudoso que se pueda balizar un coche para una escucha. Por lo tanto, acabamos de perder otro medio de investigación que ya no podemos utilizar con la seguridad necesaria. Por otro lado, parece insostenible que todavía no tengamos una regulación clara y precisa de instrumentos de investigación como las vigilancias y los seguimientos, lo que en un futuro puede crear problemas de constitucionalidad.

–Con esos mismos instrumentos se ha luchado judicialmente contra ETA más de 40 años...
–Claro, pero nadie planteaba ese conflicto jurídico, por lo que no se ha dado una respuesta específica. Tampoco se discutía la necesidad de regular las escuchas telefónicas hasta que el Tribunal Europeo nos dijo que nuestra normativa era insuficiente.

–La última célula yihadista desarticulada en España había sido captada en la mezquita de la M-30. Incluso uno de los autores del atentado de París fue adoctrinado por un imán. ¿Cómo se puede evitar ese adoctrinamiento?
–Las mezquitas no tienen nada que ver, en general, con el adoctrinamiento. Una cosa es una mezquita con una carga institucional y simbólica tan enorme como la de la M-30, que es además un foco cultural, social y religioso de primera magnitud, y otra lo que llamamos vulgarmente las mezquitas «oscuras», porque están en un piso y donde bajo la cobertura de la religión, que se utiliza como tapadera, se pervierte la religión. No es lo mismo. No tiene nada que ver. Ahí no se está ejerciendo ningún culto.

–¿Y eso cómo se puede atajar?
–Pues como todo terrorismo: con información de inteligencia, actuación policial e instrumentos como la infiltración.

–¿El islam tiene alguna responsabilidad en ese caso?
–No. El islam no tiene responsabilidad en nada relacionado con el terrorismo.

–¿Qué pasaría si en algunas iglesias se adoctrinara a terroristas?
–Pues exactamente lo mismo, que tendríamos que atajarlo. ¿Usted se imagina que un sacerdote diera una homilía a favor del terrorismo y no fuera detenido inmediatamente o puesto bajo vigilancia? No, pero estamos hablando de estructuras muy visibles, como las de la mezquita de la M-30, y no de una confesión que te permite ejercitar la fe de otra forma.

–¿Cuál es el principal reto en la lucha contra el yihadismo en los próximos años?
–Atajarlo en su origen y convencer a la gente de que ser tolerante no quiere decir que se tenga que respetar a alguien que no respeta las mínimas reglas de un estado democrático: el respeto a los derechos y libertades fundamentales. Quien no respeta esas reglas no puede vivir en un estado democrático.
–En su libro “No destruirán nuestra libertad”, afirma que para los muyahidines “ésta es una guerra épica que durará siglos”. ¿El tiempo juega a su favor?
–No, pero para ellos el tiempo es algo irrelevante. Para ellos, sí es una guerra, pero nosotros no podemos tratarlo así. Me refiero, por ejemplo, a que en España no se puede utilizar el Ejército para combatir el terrorismo. No tiene sentido.

–¿Se refiere a la tentación de sustituir la Justicia por medios más expeditivos?
–Efectivamente. Si esto fuese una guerra, sería una guerra sin fin.


Opinión:

No escondo mi respeto y admiración por el Juez Gómez Bermúdez y mas todavía al haber tenido el honor de compartir con el mucho tiempo a raíz del juicio por los atentados del 11 de marzo de 2004.

Por este motivo, rogaría a la infinita mayoría de “representantes” de “las” víctimas del terrorismo que antes de abrir la boca y soltar las consignas político/partidistas acostumbradas, se estudiaran esta entrevista y adquirieran unas mínimas nociones sobre el problema al que nos enfrentamos.

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