11 enero 2015
Yihadistas sectarios
Albert Castillón
Recuperándonos de lo sucedido en París y con la sensación
de que esto no ha terminado, sino que solo ha hecho que empezar, la única
certeza es que debemos conocer mejor al enemigo para saber cómo defendernos.
Estamos en guerra desde hace tiempo pero no queríamos asumirlo ni nosotros los
ciudadanos, ni las autoridades europeas. Estos días todos hemos razonado acerca
del origen del problema de los hermanos Kouachi, del terrorista Amedy y su
novia Hayat todavía huída. Cuándo y porqué dejaron de ser franceses para
convertirse en soldados de Estado Islámico o Al Quaeda. Se dice que estaban sin
trabajo, que se criaron en un centro de acogida y esa falta de arraigo y
oportunidades en su país les llevó a buscar en sus orígenes árabes una nueva
vida, la que les ofreció Al Qaueda en Yemen, donde se entrenaron para matar. Al
igual que Amedy Coulibaly encontraron en el extremismo yihadista un motivo para
vivir en su vida sin sentido. Por eso compartieron matanza siendo competencia
en el negocio terrorista, mientras Estado Islámico y Al Qaueda se disputan el primer
puesto del horror para erigirse como la organización más peligrosa del mundo.
Probablemente es falso que actuaran bajo las órdenes de esas dos organizaciones
aunque ahora algunas de ellas reivindiquen los atentados como propios. Estos
grupos actúan de la misma forma que una secta, primero el proceso de conversión
luego la persuasión y más tarde el adoctrinamiento. Pero en contra de lo que
escuchamos estos días no es la falta de intelecto lo que les lleva a ser más
vulnerables. En el 11 de septiembre quienes liberaban el ataque a las Torres
Gemelas eran ingenieros y licenciados universitarios. Mohammed Atta quien
estrelló el primero avión el 11-S era hijo de padre abogado y madre profesora
universitaria, cuando se licenció en arquitectura por la Universidad de El
Cairo viajó a Hamburgo para seguir estudiando y en dos años había formado la
primera célula de Al Quaeda en la ciudad. ¿Qué ocurrió? Qué intenso tuvo que
ser su adoctrinamiento para que dejara escrito cómo quería que fuese su muerte:
“No quiero que me despidan embarazadas ni mujeres impuras. Quienes laven mi
cuerpo y mis genitales han de llevar guantes para no ser tocado. No debe haber
mujeres en mi entierro ni deben visitar después mi tumba”. Su padre a día de
hoy sigue sin creer que su hijo estrelló ese avión y mató a miles de inocentes.
El ataque de Al Qaueda o Estado Islámico no es al intelecto de sus seguidores,
es a sus emociones y la matanza de París invita a más adeptos a sumarse a la
causa. Mientras Europa se estremece por la muerte de 16 inocentes, 2.000
hombres mujeres y niños fueron asesinados para establecer el Estado Islámico
ese mismo día en el norte de Nigeria sin que prestáramos demasiada atención. O
terminamos con la barbarie en el tercer mundo o los tendremos disparando en la
puerta de nuestras casas.
Opinión:
Como siempre, el amigo y maestro periodístico Albert
da en el clavo. Es evidente que la situación es complicada y que el terrorismo
de origen yihadista no se fundamenta en la ignorancia... no todos podríamos
aprender a hacer volar un avión... no todos podríamos hacer la labor de
proselitismo que han hecho algunos de estos terroristas en sus respectivos
países...
Por ello el examen que presenta Albert es
completísimo. Pero de todo el artículo quiero destacar la última frase, porque
somos muy pocos los que entramos en terreno resbaladizo...: “Mientras Europa se
estremece por la muerte de 16 inocentes, 2.000 hombres mujeres y niños fueron
asesinados para establecer el Estado Islámico ese mismo día en el norte de
Nigeria sin que prestáramos demasiada atención. O terminamos con la barbarie en
el tercer mundo o los tendremos disparando en la puerta de nuestras casas”.
Cuidado, por desgracia esto no tiene un final
próximo. Y menos un final feliz.
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