06 mayo 2015
La prensa
vasca hace autocrítica de su actitud en los años de plomo de ETA
Directivos de los principales
diarios vascos revisan su comportamiento en los años duros
Otamendi, director de "Berria": "No lo hicimos bien".
Alberto Surio (San Sebastián, 1963), exdirector de EITB (2009-2012) y hoy jefe de opinión de El Diario Vasco, el de mayor tirada y más influyente de
Gipuzkoa, no olvidará jamás cómo a su regreso de sus vacaciones del verano del
año 2000 le esperaban, por vez primera, unos escoltas a su llegada al
aeropuerto de Hondarribia. No podía imaginar entonces que no le soltarían hasta
una docena de años después. Pocos meses antes, en mayo, ETA había asesinado a José Luis López de Lacalle, colaborador
de El Mundo de El País Vasco y
fundador del Foro de Ermua, y ya no cabía duda de que la banda terrorista hacía del
asesinato de periodistas uno de sus principales objetivos.
Surio, entonces corresponsal
político de El Diario Vasco, era su cara más visible. Al poco de
ponerle los escoltas, en enero, la Ertzaintza conoció que el comando Totto de ETA pretendía dinamitar el diario.
En marzo otra información sobre la preparación de un atentado contra su
director José Gabriel Múgica, obligó a éste a mantener la escolta hasta otra
docena de años, con cambios constantes de domicilio para burlar la persecución
de los informadores de la banda. Dos meses después, en mayo de 2001, ETA asesinaba a Santiago Oleaga, director
administrativo de El Diario Vasco, al haber fracasado con sus primeros
objetivos. A partir de ese momento, todo el equipo directivo del diario, una
docena de personas, tuvo que llevar escolta.
Juan Carlos Martínez (Vitoria, 1957), director desde
2007 de El Correo, el diario de más tirada e influencia en
Bizkaia y Araba, recordará siempre la firme reacción de sus compañeros y la
solidaridad de los periodistas vascos, tras la detonación de la bomba que ETA
colocó en la rotativa de su diario en junio de 2008. Antes, había sufrido
ataques de la kale borroka en la delegación de El
Correo en Vitoria.
Como director de El Correo vivía escoltado y sometido a severas
medidas de protección como sus antecesores, Angel Arnedo (1998-2007) y José
Antonio Zarzalejos (1993-1998), seriamente amenazados por ETA como él.
Bingen Zupiria (Hernani, 1961),
director del diario nacionalista Deia,
desde 2011, recordará siempre cómo el 30 de diciembre de 2008, ETA arrasó las instalaciones de la nueva sede de EITB en Bilbao, de la que era director. Y
cómo los periodistas de la radio y televisión pública vasca impidieron que la
banda terrorista se saliera con la suya. Informaron ellos mismos del ataque
sufrido por los terroristas. A Zupiria no le sorprendió el atentado. Hacia
tiempo que periodistas de EITB recibían cartas amenazadoras y algunos habían
contemplado la famosa diana con su nombre.
Esta situación explosiva la
vivieron los periodistas vascos desde que a mediados de los años noventa, ETA
los colocó entre sus objetivos prioritarios, dentro de su estrategia de
socialización del sufrimiento, la generalización de los ataques terroristas,
cuyo primer aldabonazo fue el asesinato del concejal donostiarra del PP, Gregorio Ordóñez, en enero de 1995. ETA les dedicó una
ponencia específica, Txinauriak: “Resultaría muy conveniente
una acción muy selectiva contra los periodistas”, a los que se les calificaba
de “agentes del enemigo”.
Hasta entonces no había sido así.
Tras la dictadura, en los finales de los años setenta, ochenta y hasta mediados
los noventa, la prensa no fue un objetivo prioritario de ETA. Tampoco los
políticos ni los profesores o los jueces. Lo eran policías, militares y
personas a las que consideraban confidentes o relacionadas con la droga. En
esos años hubo una respuesta muy tibia al terror.
El tratamiento de los medios de
comunicación al terrorismo era, también, mucho más tibio del que fue a partir
de mediados los noventa y la prensa vasca no es ajena a una revisión crítica de
los comportamientos ante el pasado terrorista en Euskadi.
El director de El
Correo admite:
“Fuimos un reflejo de la sociedad. Reaccionamos con tibieza. Las portadas de
aquella época eran frías, confusas, deslavazadas, empujadas por el ritmo
infernal de ETA”, que sólo entre 1979 y 1980 asesinó a 177 personas, además de
los crímenes de grupos parapoliciales. Tampoco había editoriales en los medios
vascos más importantes hasta los noventa.
“Ver ahora aquellas portadas te
deja con la boca abierta. Un asesinato de ETA no era la noticia más relevante.
Pero la prensa vasca no dejaba de ser un reflejo de la sociedad vasca del
momento, que miraba con perplejidad, cuando no con indiferencia, lo que
ocurría. Los periódicos no supieron acercarse a la realidad con la contundencia
necesaria y, sobre todo, a las víctimas del terrorismo”.
Martínez atribuye el comportamiento de la prensa de
entonces “al clima de confusión existente al final del franquismo y en la Transición , dónde se
cometieron errores políticos en el tratamiento del terrorismo, con actuaciones
abusivas de las Fuerzas de Seguridad. Esto, unido al miedo que provocaba una
ETA muy poderosa y con mucho apoyo social, tenía un efecto paralizante”.
El director de Deia,
Bingen Zubiria, señala que la reflexión sobre el tratamiento del terrorismo “ha
variado mucho al paso del tiempo, sobre todo respecto a las víctimas, que de no
contar han pasado a estar en el centro”. “Los medios hemos seguido la senda
marcada por la política. En el debate político primaba buscar la solución al
problema de la violencia sobre las víctimas. La preocupación era asentar la
democracia con la amnistia, el Estatuto, etc. para acabar con la violencia “.
Surio, de El
Diario Vasco, incide: “El periodismo vasco reflejó la evolución de
la sociedad vasca y de las contradicciones surgidas al acabar el franquismo y
en los primeros años de la
Transición. La tremenda presión terrorista del momento se
vivió con una actitud social más espectadora”.
El director de Deia recuerda cómo
el Pacto de Ajuria Enea, el
primer pacto vasco unitario contra el terrorismo de ETA, en enero de 1988, sólo
dedicaba una referencia a las víctimas, en su punto 6. “Prestaba mucha más
atención a deslegitimar el terrorismo y al logro de un fin dialogado con ETA”.
Pero, recuerda Zupiria, el Pacto de
Ajuria Enea supuso un primer avance en el compromiso de los directores de los
medios más importantes. El Gobierno vasco del PNV-PSOE, los convocó y les pidió
una actuación más comprometida. También en el lenguaje. Consagró la
calificación de “terrorismo” en la política y los medios al referirse a la
actividad de ETA en detrimento de la expresión “violencia”, más usada hasta
entonces. También es verdad que la prensa vasca más importante, al contrario de
buena parte de la internacional, no utilizó ni “lucha armada” ni “organización
independentista”, al referirse a ETA, ni siquiera en los años de la Transición.
Surio, jefe de opinión de El
Diario Vasco, precisa: “El problema del lenguaje pudo estar más
presente en la generación que vivió de lleno el final del franquismo, con una
ETA que aún tenía el marchamo del antifranquismo. Yo tenía 12 años cuando murió
Franco. Recuerdo mi estreno como periodista con una crónica del asesinato del general Rafael Garrido en San
sebastián el 26 de octubre de 1986 en el que también murieron su
mujer y uno de sus hijos. Durante muchos años he tenido un contacto con la
tragedia. No he tenido un conflicto de semántica”.
El director de El Correo no duda de
que el gran paso de la “tibieza a la contundencia” se produjo a mediados de los
años noventa, con el asesinato de Gregorio Ordoñez, en 1995, y particularmente
con el de Miguel Angel Blanco, concejal de Ermua, del PP, en julio de 1997. “Lo horrendo de aquel crimen y sus
circunstancias desbordaron el vaso de la indignación con manifestaciones
espontáneas, con la
Ertzaintza protegiendo las sedes acosadas de HB. Se perdió el
miedo. Me sentí muy orgulloso y muy digno al ver aquella respuesta y verla
reflejada en la prensa con la contundencia que merecía. La consecuencia fue que
se redoblaron las amenazas contra los periodistas. No era una cuestión de
heroismo. Hubiera sido deshonesto hacer otra cosa”.
Aunque el acoso de ETA sobre los
medios de comunicación existió desde el inicio de la democracia, en 1997 lo
peor estaba aún por llegar, como apunta el director de El Correo. En los años
ochenta, en las ruedas de prensa de HB, algunos de sus representantes dirigían
reproches a los periodistas, con nombres y apellidos, que, con frecuencia, eran
también reproducidos en el diarioEgin.
Algunos fueron vetados. Uno de los primeros periodistas amenazados, en 1982,
fue Ander Landaburu, de Cambio 16, por un reportaje sobre el cobro del
chantaje en la parte vieja bilbaína. También en esa década, ETA colocó algunos
artefactos intimidadores.
Pero las amenazas tomaron cuerpo,
coincidiendo con la estrategia de socialización del sufrimiento, en 1995. Entre
este año y 2002 tuvieron que abandonar el País Vasco Pedro Briongos y José
Antonio Zarzalejos, de El Correo; posteriormente, su hermana Charo, de Vasco
Press; José María Calleja, de EITB; José Ignacio Iribar, de RTVE; Carmen
Gurrutxaga. de El Mundo; Aurora Intxausti, de EL PAÍS.
Otros optaron por quedarse como Gorka
Landaburu, de Cambio 16, al que
una carta bomba hirió de gravedad; Marisa Guerrero, de Antena
3; Santiago Silvan, de RNE y Enrique Ibarra, de El
Correo, también atacados. Y otros gravemente amenazados como José Luis
Barberia, Genoveva Gastaminza e Isabel Martinez, de EL PAÍS. La prensa vasca y
sus periodistas sufrieron 140 ataques entre 1992 y 2002, según recoge Ofa
Bezunartea en su libro Memorias de la violencia. Y medio centenar de periodistas vascos
fueron escoltados durante una década.
El director de Deia subraya que la actitud más beligerante
de la prensa contra ETA se produjo cuando la banda “atacó a políticos y
periodistas; no sucedía igual cuando las víctimas eran policías, militares o
presuntos confidentes”. “Fue en ese momento, con el Gobierno de Aznar, cuando
las víctimas empezaron a ocupar un lugar central, aunque también hubo
utilización política”.
Surio admite que el asesinato de
Gregorio Ordoñez le marcó especialmente y cree que, también, a la sociedad. “Le
conocía mucho porque yo había hecho crónica municipal y su asesinato tuvo un
impacto tremendo en la sociedad. Nuestra conciencia fue paralela a la de la
sociedad vasca, indignada con un terrorismo que amplió sus límites hasta una
persecución en toda regla, hasta atacar la libertad de opinión, algo inédito en
el corazón de Europa. Creo que en ese momento supimos actuar con dignidad y
compromiso. Pero no nacimos para ser héroes. Ni siquiera valientes. Eramos
profesionales que tuvimos la mala suerte encontrarnos con el terrorismo”.
El director de El
Correo sostiene que
en esa segunda etapa “fuimos más beligerantes y más dignos, con actitudes de
justa contundencia” y “aunque llegamos tarde, los periodistas no hemos sido los
que más hemos mirado para otro lado y no saldremos los peor librados en la historia”.
El punto más débil del
comportamiento de los medios fue para Martinez el tratamiento a las víctimas.
“Nos faltó humanidad y capacidad de distinguir a todas las instituciones que
las víctimas eran lo primero. En esta etapa nos van a ocupar mucho. Tenemos que
atenderles y rendirles homenaje, evitando las utilizaciones partidistas. Se lo
debemos”.
El director de Deia coincide:
“Hemos maltratado a las víctimas al no prestar la debida atención a su dolor.
Fuimos observadores y nos equivocamos porque ante el dolor hay que tener una
sensibilidad especial”. Zupiria se encuentra hoy más reconfortado porque parte
importante de las víctimas, las de ETA, están reconocidas. Pero está preocupado
porque las otras víctimas, las de la
Guerra civil, las del franquismo, los grupos parapoliciales y
del Estado “siguen teniendo un trato de segunda”.
El director de El Correo insiste en que en esta etapa, con el
cese final del terrorismo, es “prioritario recordar que no se hicieron bien las
cosas con las víctimas,” y cree, también, que “hay que atender a todas”. Pero
defiende que los periodistas “no debemos alentar venganzas ni climas de
persecución”.
Esta filosofia llevó a su diario a mantener una
actitud “paciente y comprensiva” en el último intento de final dialogado entre
el Gobierno de Zapatero y ETA, en 2006. “Si era posible un final pacífico y
digno había que intentarlo. Torpedearlo hubiera estado en contra del deseo de
la mayoría de los vascos”. “Sé que es complicado entenderlo fuera de aquí. Pero
nosotros sufríamos el terrorismo directamente y terminar con algo que amenazaba
con quitarte la vida era lo prioritario. El día que ETA anunció su cese
definitivo, titulamos en primera !Por fin!. Nos salió del alma”.
Del mismo modo, Martinez recuerda cómo cuando la
izquierdaabertzale empezó a desmarcarse del terrorismo de
ETA en El Correo “nos volcamos informativamente”. “Algunos podían pensar, sobre
todo fuera de aquí, que les hacíamos el juego. Pero pensábamos que
contribuíamos al final del terrorismo. Y el terrorismo se acabó”. “Entonces y
hoy tenemos una linea editorial que nada tiene que ver con lo que piensa la
izquierda abertzale. Pero es compatible con informar sobre sus actividades y
mantener una relación normal con ellos mientras respeten las reglas
democráticas. A la vez que les recordamos que tienen pendiente un
reconocimiento de su falta de comportamiento ético en las décadas del
terrorismo. Y a toda la sociedad, la deuda que tenemos con las víctimas”.
Surio, que era corresponsal político de El
Diario Vasco, durante el final dialogado de ETA, admite: “Apoyé
aquel proceso, con sus contradicciones, como la mayoría de los vascos. Fue un
intento digno de dar carpetazo a un conflicto enquistado que provocaba un
inmenso dolor. Euskadi estaba en emergencia y necesitaba soluciones
democráticas, que se cerraran las heridas y la izquierda abertzale se
integrase. No era cuestión de blanco o negro. Afortunadamente, al final, se
logró”.
El jefe de opinión de El
Diario Vasco asegura
que “hemos sufrido mucho, pero esta nueva etapa no hay que abordarla con
espíritu de venganza. Pero tampoco olvidar esta tragedia. Como decía Ramiro
Pinilla, antes de pasar la página, hay que leerla, pensando en las futuras
generaciones”.
El director de Deia valora
la “labor pedagógica” sobre el terrorismo que hizo el Gobierno vasco con los
medios de comunicación de Euskadi, desde el Pacto de Ajuria Enea, en contraste
con el Ejecutivo central y los medios nacionales, sobre todo, al romperse el
consenso antiterrorista en 2004, estando el PP en la oposición. Eso y las ganas
de acabar con el terrorismo de la sociedad vasca explica el distinto
tratamiento que ha tenido el final de ETA en los medios vascos y españoles, a
juicio de Zupiria. Estima que el papel de la prensa ahora consiste en
“recuperar la memoria histórica, pero extendiéndola a todas las víctimas,
otorgándoles el protagonismo, pero sin exclusivismos”. Y ofrece el apoyo
editorial a “todas las iniciativas de acuerdo” en esta dirección.
Martxelo Otamendi (Tolosa, 1957), es director desde
2003 del único diario redactado exclusivamente en euskera, Berria, sucesor deEgunkaria (1990-2003),
clausurado por el juez del Olmo, en febrero de 2003, bajo la acusación de
“tener relaciones con ETA”. Otamendi, entonces director de Egunkaria, fue detenido
con media docena de compañeros y estuvo cinco días en dependencias de la Guardia Civil , a
cuya salida denunció torturas. En 2012, el Tribunal de Derechos Humanos de
Estrasburgo condenó al Estado español por no investigar las torturas
denunciadas por Otamendi. Dos años antes, en 2010, la Audiencia Nacional
absolvió a Otamendi y sus compañeros. Concluyó que la clausura de Egunkaria “no
tenía cobertura constitucional” y que “no había pruebas de la presunta relación
de Egunkaria con
ETA”.
Otamendi, periodista próximo a la
izquierda abertzale, asegura que lo sucedido conEgunkaria le ha cambiado. “Estábamos
atrincherados. Cada medio se preocupaba de sus víctimas. Nosotros también
informábamos de los atentados de ETA, pero ni hacíamos el despliegue de otros
medios ni defendíamos la misma linea editorial de sus condenas. Los medios no
nos hemos acercado de la misma manera a las víctimas. Cada uno tiene que hacer
su propia revisión crítica del pasado. En nuestro caso, no lo hicimos bien.
Cuando mataron a compañeros como López de Lacalle y Oleaga no fuimos ni
siquiera a visitar a sus familias”.
La clausura de Egunkaria, en 2003, no
contó con la solidaridad de los medios más importantes de Euskadi, que sufrían
en aquel momento un fuerte acoso de ETA. Se remitieron en sus editoriales a lo
que la justicia decidiera.”Recibimos la medicina que nosotros les habíamos dado
antes”, admite Otamendi. “Como nosotros no habíamos actuado bien, no habíamos
sido solidarios, no me quejo”.
El director de Berria aprovechó
el ataque de ETA contra EITB el 30 de diciembre de 2008 para resarcirse de su
actitud de indiferencia con sus compañeros periodistas. Organizó una delegación
de medios abertzales que se presentó en las instalaciones de EITB para expresar
su condena del atentado y la solidaridad con la institución atacada. El Correo
destacó al día siguiente la noticia.
Otamendi recuerda cómo hasta los
años noventa, la relación entre los directores de los medios vascos era buena.
“Solíamos reunirnos en un jurado con motivo de la elección del Vasco universal
del año. Aquello terminó cuando algunos directores tuvieron que ser
escoltados”.
El director de Berria precisa
cómo tras el Pacto de Ajuria Enea, de 1988, los directores empezaron a ser más
beligerantes contra ETA y su entorno y a marcar distancias con los medios abertzales. Pero la
principal percepción del cambio de actitud la tuvo cuando ETA amenazó
mortalmente a periodistas y mató. “En ese momento, periodistas que habían sido
críticos con las torturas y abusos policiales, dirigieron sus críticas
exclusivamente contra ETA, e incluso, dejaron de saludar a periodistas
abertzales”.
El director de Berria cree
que hoy la situación ha mejorado. “Existe diálogo entre periodistas de todos
los medios. Cada medio debe hacer su propia revisión crítica. Yo no voy a decir
la que tienen que hacer los demás. Nosotros ya hemos empezado la nuestra” .
Recuerda, por último, cómo Javier Salutregui, director del clausurado diario Egin por
el juez Garzón en 1998, sigue aún en la cárcel.
Opinión:
Aunque la información publicada es muy correcta y la responsabilidad no es, ni mucho menos, es del periodista... creo necesario hacer una reflexión. Los entrevistados, reconocen que su trato y comportamiento con "las" victimas no fue el correcto durante muchos años. Esta claro que el miedo es libre y la socialización del terror (ergo terrorismo) ha sido una constante amenaza para mucha gente.
Pero impacta
leer que el asesinato de Gregorio Ordóñez fue la espoleta que activo un cambio
de criterio acerca del terrorismo y sus victimas. Un cambio de criterio que,
por cobardía o cinismo o intereses políticos, no se demostró cuando la banda
terrorista ETA asesino a 21 tranquilos e inocentes conciudadanos en Hipercor.
Es solo un ejemplo. Claro, "ha sido en Barcelona, aquí nunca harán algo así..."
Y unas preguntas
para una probable investigación: en el mundo de victimas de ETA ¿por que no
existe una sola fundación a nombre de una victima de Hipercor o de una victima
no perteneciente al mundo de las siglas políticas? ¿alguien se cree tan iluso
para argumentar que no hay un uso partidista del tema? ¿a quien se creen que
engañan?
Y, no lo olvidemos,
también entre víctimas de la banda terrorista ETA existen diferentes categorías...
y sino que se lo pregunten a una que lleva desde enero para que le den una
respuesta desde la oficina de Atención a Víctimas del Terrorismo. Una respuesta
para la que basta un SI o un NO.
Con otras, no pasan ni cinco
minutos...
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