12 mayo 2015
ETA y sus ovejas asesinas
Évole, con su entrevista al
exetarra Iñaki Rekarte, dio otra lección de sano periodismo contemporáneo
Évole: "Nunca he sentido con nadie menos empatía que con Rekarte"
En el silencio
del bosque, las gotas de agua caían como proyectiles sobre el musgo. En la
senda cercana, discurriendo por el camino de la confesión, Jordi Evole
succionaba el alma del antiguo etarra, hoy arrepentido, Iñaki Rekarte. Sin
prisas, con paradas en el vacío del tiempo, el antaño asesino reclutado con 18
años, responsable del comando Santander y
autor del atentado donde murieron allí tres ciudadanos, confesaba los crímenes
del monstruo extraño que un día lo habitó. Lo miraba ya lejano y asombrado, con
desprecio, cierto asco y un punto de incomprensión. Como si se tratara del
otro.
Évole, en su despedida de temporada, dio otra
lección de sano periodismo contemporáneo. Con su flequillo envuelto en esa
precisa naturalidad, las preguntas –nunca inocentes, en su caso- se centraban
en explicitar la narración del antiguo etarra para ahondar, sobre todo, en las
reflexiones. Consiguió momentos escalofriantes. Esos que dejan inerme, desnudo,
perdido en el desagüe de sus propias contradicciones a quien responde.
“¿Me sabrías dar el nombre de los que mataste?...”.
Él, aún, no recordaba. “Yo te los voy a decir…”. Aprendimos a través de Rekarte
lo fácil que es reclutar la incertidumbre cuando vives en la inmadurez, qué
sencillo resulta inventar enemigos, esculpir el desprecio a lo diferente. Nos
enteramos de que ETA no era ajena a ese desconcertante vicio español: la
chapuza. Que el tenso silencio de los presos esconde un corte de mangas a los
líderes de la organización, al cuento de una Euskal Herria envuelta en mitos.
No nos tuvo que convencer de la evidencia acerca de las torturas. Entendimos
que el fanatismo patriótico, cuando este te deshumaniza hasta el punto de
equiparar los muertos a la frialdad de un objetivo, te coloca a un paso del
nihilismo.
Supimos lo que eran las ovejas, esa palabra que
Rekarte no dejaba de pronunciar como la metáfora de su terquedad. Nos habló de
la gasolina del odio, del enemigo ficticio que te creas, de que a la hora de
jugarse a cara o cruz quién dispara el gatillo, el premio es que te toque
hacerlo, no que quedes libre de ello. No dejaba de aludir a asuntos en que los
espectadores comprobábamos, revueltos, incómodos, las heridas abiertas. Una
obra maestra fue lo que nos presentaron los responsables de Salvados este último domingo. Un testimonio
asombroso de crudeza y redención.
Opinión:
Jordi, amigo, gracias. Ayer
pudiste comprobar que fueron muchas las víctimas de diferentes bandas
terroristas que ayer te hicieron llegar su conformidad y agradecimiento con el
programa presentado. Eso de dejar a la banda terrorista ETA, pese a todo el dolor
causado, como una “colla” de descerebrados ignorantes habrá hecho ver a mucha
gente la realidad de sus atentados: destrozar el futuro a cientos de familias.
Y a los que todavía puedan creer
que se puede conseguir todo con la violencia… que se lo vayan pensando.
Otra cosa es lo que comenta el
redactor de El País sobre la redención: la probable redención empezará cuando
cada terrorista se enfrente a las víctimas que causó y solicité el perdón o, al
menos, muestre un arrepentimiento sincero. Y después, todo dependerá de cada víctima,
en una decisión personal e intransferible.
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