12 mayo 2015
Redención
gracias a un amor nada convencional
Emma Riverola publica ‘El hombre
que mató a Messi’, una novela sobre el amor y la muerte
Pensamiento denso, prosa precisa como el láser de un
bisturí de última generación, descarnada a veces, sentimiento en estado puro.
Es la tercera y última novela de Emma Riverola (Barcelona 1965), escritora y
periodista en ejercicio y publicista en excedencia. Se trata de El
hombre que mató a Messi (Editorial
Edhasa), un título que puede llevar a engaño, a la confusión de creer que
estamos ante una obra centrada en el fútbol y en un futbolista. No es así, el
fútbol solo presta la excusa —un Barça-Madrid— y un nombre —Messi—, que fluctúa
en el relato como un gran sobreentendido, pero sin llegar a materializarse
nunca.
En realidad de lo que va la obra de
Emma Riverola es de un tema tan antiguo en la literatura como el del Amor y la Muerte , los viejos griegos
Eros y Thanatos: dos sentimientos que se repelen a la vez que inevitablemente
se atraen en un inusual relato.
Riverola parte de un hecho personal
real: una noche soñó que Messi moría en un brutal choque involuntario con un
defensa del Madrid. “En el mismo sueño circular”, explica la escritora, “yo
era, al mismo tiempo, espectadora y a veces también autora de la muerte del
argentino. Es más, en el sueño el portero del Madrid se dirigía directamente a
mí y me decía: 'Eres el hombre que ha matado a Messi”.
Y así nació la novela. A partir de
esta anécdota onírica, Riverola construye dos historias paralelas: la del
causante de la muerte de Messi, un joven jugador del Real Madrid con un prometedor
futuro de fama y dinero por delante; y la de la hija de una mujer joven, que
murió abrasada en el atentado que ETA perpetró en Hipercor, en Barcelona el 19
de junio de 1987.
La dos vidas discurren una a espaldas de la otra
hasta que el Hado —otra vez la mitología clásica— escribió para una el papel de
víctima y para el otro, el de verdugo involuntario y, al fin, víctima también
de unos hechos no deseados. Dos tragedias que marcarán sus vidas, dos miedos y
dos soledades, feroz la del exjugador de fútbol; impuesta, la de la huérfana.
Uno huye de su pasado, la otra busca el porqué, una explicación a la violencia
terrorista que le arrebató a su madre cuando sólo tenía seis años.
Cuando el antiguo futbolista y la huérfana se encuentran
saltan chispas. Se repelen y se buscan sin solución de continuidad. Dos
soledades en compañía. Las vidas de uno y otro, señala un pasaje de la novela,
les empujan a “la búsqueda de un refugio libre de muertos, que roban el aliento
a los vivos”. En otro momento la protagonista le dice al exjugador: “Yo no
consigo librarme de mi carga y tú no quieres aceptar la tuya”.
Emma Riverola es reticente a la hora de calificar su
obra como una historia de amor, “por la connotación romanticona y cursi del
calificativo”, admite. “Me cuesta reconocerlo, pero sí, hay una redención entre
los protagonistas gracias a un amor extraño, nada convencional”, termina
reconociendo la novelista.
Y, junto al relato principal, un metarrelato,
literatura dentro de la literatura: Una secuencia de cuentos que la
protagonista construye en situaciones especiales, que va esparciendo a lo largo
del libro y que constituyen delicadas y sutiles parábolas luminosas, algunas
clave para la comprensión del relato novelístico.
Opinión:
Pues eso, absolutamente recomendable.
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