18 mayo 2015
Por alusiones
Angeles Escrivá
Arcadi Espada escribió el sábado un artículo en el que realizaba varias
afirmaciones con las que, por una parte, discrepo periodísticamente y que, por
otra, no me parecen aceptables. A menos que se trate de un malentendido.
Incluía Arcadi Espada en sus frases a otros dos compañeros pero me limitaré a
seleccionar las partes en las que me considero aludida. Se refería a la
entrevista del etarra Rekarte, primero en La Sexta , y luego en el chat de este periódico, un
chat con el que manifesté mi desacuerdo con un tuit en el que aseguraba que
"no es lo mismo la entrevista de un periodista que esto".
Espada aseguraba hacia el
final del artículo que el malestar de Ángeles Escrivá... parte de una
deficiencia medular contra la que siempre se revolverá el periodismo: la
ausencia del hecho. "Ni en la conversación televisiva, ni en el chat del
periódico, ni en la entrevista a Zabarte (por la entrevista que realicé en éste
periódico a Zabarte Arregui, el Carnicero de Mondragón) hay ningún hecho de
interés. El personaje sustituye al hecho y así, no sólo naufragan los
resultados periodísticos, sino también la conciencia moral de los
periodistas".
No negaré que el
planteamiento del reportaje realizado a principios de otoño, y del que formaba
parte la conversación con Zabarte Arregi, suscitó en mí todo tipo de dudas. Mi
norma profesional mientras ETA mataba -no trasladable a otros periodistas
naturalmente porque no me considero en posesión de la verdad-, siempre ha sido
la de evitar entrevistar a los terroristas y a sus cómplices. Lo de "darles papel o no",
como lo llama Espada, no sólo era inevitable sino necesario. Han sido muchos
los años -más de 20- que he dedicado a contextualizar sus atentados y sus
comunicados para darlos a entender a la opinión pública, no como los etarras
querían en su aspiración de obtener propaganda, sino como lo que realmente
eran.
Tras el cese definitivo y con la salida de prisión de
los etarras beneficiados por anulación de la Doctrina Parot , de lo que se
trataba era de otra cosa. De saber cómo vivían, si vivían como héroes-gudaris,
como siempre habían pretendido a su regreso de la clandestinidad, o sobrevivían
como podían después de pasarse décadas en prisión sin conseguir su pretensión
originaria de derrotar al Estado. Si eran respaldados por la sociedad y por
Bildu o estaban orillados. Así se hizo. La entrevista a Zabarte formó parte de
un reportaje de varias entregas en las que contacté con una veintena de
terroristas y en las que, ni por asomo se trataba de
preguntar "¿Qué se siente?", tal como simplifica Arcadi en su artículo.
Quizás a Arcadi Espada le
parezca creativo que yo considere periodismo incluso aquellas realidades que no
son estrictamente factuales. Pero es que, además, realmente creo que el
reportaje en varias fases al que se refiere Arcadi, sí aportó datos y hechos que
la opinión pública desconocía y que nos parecieron relevantes.
Tampoco hubiera publicado
cualquier cosa. Por eso, y por otras muchas razones, que no viene al caso
detallar, me parece inaceptable que acredite el naufragio de mi «conciencia
moral» como periodista. Por muchas dudas que siga experimentando al abordar según
qué tipo de asuntos y por muchos errores que pueda cometer.
Respecto al chat,
efectivamente se trata de un debate interesante. "No creo que la
periodista esté en contra del chat como género del postperiodismo. Deduzco que
sólo cuando el pueblo conversa con antiguos asesinos", escribió Espada.
A los periodistas españoles
nos han hecho falta muchos años para dejar de cometer errores de bulto tales
como publicar las operaciones policiales contra ETA cuando empezaban y no
cuando terminaban -para adelantar a la competencia sin tener en cuenta si con
nuestra precipitación alertábamos o permitíamos la huida de otros investigados-
o mimetizar nuestro lenguaje con el de los terroristas, por poner dos ejemplos
menores.
El chat es un procedimiento
nuevo dentro de los medios de comunicación y no se le puede pedir más
experiencia al lector de la que pueda tener un especialista. Y hasta los especialistas cometen errores. De
hecho, cabría un debate sobre la conveniencia o no de realizar a terroristas o
pederastas o asesinos en serie entrevistas en directo en radio o televisión.
Por mi parte, a estas
precauciones, en el caso de Rekarte, se unía el hecho de que el terrorista estaba promocionando un libro para su beneficio, alegre como unas castañuelas, en una
actitud muy difícil de imaginar en una persona atormentada por haber asesinado
a cuatro personas. Pero ésta es una consideración personal que se unió a la
convicción de que, por los motivos citados, el uso que el terrorista estaba
realizando de ese chat y el mismo procedimiento, colisionaban con la línea del
periódico.
Nada de esto tiene que ver
con el desdén que el autor del artículo atribuye a la periodista al afirmar que
considera "pueblo" -en el más irónico de los sentidos- a los lectores
de EL MUNDO por los que tiene el máximo de los respetos.
En cualquier caso, de todos
los razonamientos de Arcadi Espada, el que más me llama la atención es aquel en
el que, en contra de su habitual rigor, "deduce" mi punto de vista. Arcadi no tenía más que levantar el teléfono para preguntármelo, como ha hecho en
otras ocasiones. Hubiera sido un placer, como siempre, escucharle y darle mi
opinión.
Opinión:
Sin entrar a valorar el mal rollo
que pueda haber entre diferentes escritores (o periodistas), considero muy
oportuno que diluciden sus problemas conceptuales a través del papel del mismo
medio en el que trabajan o colaboran.
Debo reconocer que cuando leí el
artículo de Arcadi Espada pensé que su modo de opinar acerca de su compañera no
era demasiado correcto, pero me sorprende gratamente que haya sido ella la que
le haya contestado de un modo directo.
La pluralidad y el respeto por
encima de todo.
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