18 mayo 2015
Jordi Evole
Para Silvia
Me dijo que por qué no había sido más duro con Rekarte. Le dije que mi
dureza fue marcar distancia
Cuando haces un programa dedicado
a un exmiembro de ETA sabes a lo que te expones. De entrada tienes la
certeza de que hay una parte de España que -con toda legitimidad- por el simple hecho
de escuchar la palabra ETA lo va a rechazar. Pero si crees que ese programa puede
mostrar una realidad, hasta ahora desconocida para la mayoría de espectadores,
de una de las etapas más negras de la historia reciente de este país creo que tienes la obligación de hacerlo. En la preparación con el equipo,
mucho debate interno. Y mucha responsabilidad. Qué preguntas debían hacerse y
cuáles no. Qué tono debíamos
tener. Qué imágenes
debíamos recuperar. Y tras la emisión, las reacciones. Respeto absoluto para los que vieron
inadecuado entrevistar a un exmiembro de una organización terrorista. Y mi
agradecimiento a las víctimas directas de
ETA que
aplaudieron la entrevista, entre ellas el diputado socialista Edu Madina y el periodista Gorka Landaburu.
Pero les tengo que decir que ha
habido una persona que me ha
encogido el alma. El
miércoles me llegó un mensaje al móvil. Me buscaba una chica llamada Silvia. Me explicaron su
historia y me pasaron su teléfono. Mi obligación era
llamarla. Aunque
imaginaba que iba a ser una llamada que me iba a sacudir. Silvia me habló con
educación exquisita, con entereza, de forma amable pero
dura. Silvia me dijo que por qué no le había
llamado antes. Que por qué no le había avisado. Y que por qué no había sido más
duro con Iñaki
Rekarte. Le dije, sin ánimo de justificarme, que mi dureza fue marcar distancia, hacer una entrevista fría, sin complicidad,
como pocas veces -o nunca- había hecho. No es mi estilo. Pero esta vez todo era
diferente.
El olvido de sus nombres
A Silvia todo eso le parecía insuficiente.
Porque Silvia es la hija de Eutimio y Julia, el matrimonio que perdió
la vida en el atentado que cometió Rekarte en Santander. Silvia, entonces con 18
años, tuvo que hacerse cargo de su hermano, con 16. Sus padres tenían la edad
que tiene ahora Rekarte. Y le duele que no recuerde ni sus
nombres. Aunque
hubiese hablado conmigo antes de la emisión, creo que ninguna entrevista que le
hubiera hecho a Rekarte le
hubiese complacido. Todo hubiese sido
insuficiente. Y con
toda la razón. ¿Quién soy yo para valorar el dolor de una víctima, a mí que no
me han matado a nadie? Pedí disculpas a Silvia. Aunque sigo creyendo que el periodismo tiene la
obligación de contar qué pasaba
dentro de una organización como ETA. De hecho, creo que la peor parada del testimonio de Rekarte es la propia ETA.
Pero no le puedo venir a Silvia con milongas periodísticas. Y, por muy
contradictorio que suene, le digo que lo siento, y a la vez le digo que lo volvería a hacer. Gracias Silvia por la conversación y por removerme
por dentro. Lo volveríamos a hacer, sí, pero gracias a ti lo
haríamos mejor.
Opinión:
Qué oportuno fue el encuentro que,
en un acto convocado hacía un par de semanas, Jordi y un servidor nos viéramos
el pasado lunes, el día después de la emisión de la entrevista. A Edu Madina y
Gorka Landaburu podía haber añadido el nombre y apellidos de muchas otras víctimas
que me enviaron a través de wasaps o de llamadas directas su opinión. Y Jordi
pudo leerlos.
Ya he comentado en otra opinión
anterior que algo similar a lo que ahora comenta Silvia me ocurrió hace unos
años. Una cadena autonómica grabó una entrevista con un servidor y mi sorpresa
fue cuando, al ver la emisión, también entrevistaban a la madre del asesino de
24 personas, el mismo que intentó asesinarme a mí.
Una vez dirigida mi protesta a la
televisión en cuestión y aceptadas sus disculpas, también comprendí que en
aquel programa había quedado manifestada, una vez mas, la estrechez de miras,
la estupidez, la ignorancia y la imbecilidad de aquella personaje tan siniestra
y tan grotesca. Estoy hablando de Salvadora Arranz, la madre de los asesinos
Domingo y Antonio Troitiño Arranz…
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