09 abril
2017
ETA: El largo camino a la
derrota
«Este sábado en
Bayona, el corazón de su antiguo santuario, ETA, derrotada, firmó su rendición»
Un total de 857 muertos; miles de heridos; familias
destrozadas; más de 200.000 desplazados; cuantiosas pérdidas económicas; una sociedad que padecerá secuelas durante
varias generaciones. Este es el panorama que ha dibujado ETA en medio
siglo de terror. Y no ha conseguido
ninguno de sus objetivos. El
País Vasco y Navarra forman parte de España, las Fuerzas de Seguridad del
Estado y el Ejército permanecen en esas comunidades y Bildu, que gobernó la Diputación Foral
de Guipúzcoa y el Ayuntamiento de San Sebastián tras entrar en el juego
democrático, es ahora oposición por mandato de las urnas. ETA escenificó ayer
su desarme, sin contrapartidas, porque quiere evitar que el exiguo arsenal que
conserva se lo confisquen “por las malas”.
La pretensión de ETA
era que un Ejército extranjero, “neutral”, verificara con amplia trompetería
mediática la entrega de las armas. Tan dada a mirarse en el espejo de otros “conflictos”, hubiera querido
contar con alguien como el general canadiense John de Chastelain, encargado de supervisar el desarme del
IRA. Pero ha dejado pasar tantas oportunidades que al final recurre a unos “artesanos
de la paz”, sin llevarse “nada a cambio de nada”. Hoy se acredita no solo la
rendición de ETA, sino también la derrota de ese nacionalismo que durante
décadas ha chantajeado con la milonga de que para acabar con el terrorismo “político”
había que abordar sus raíces: el derecho a la autodeterminación del pueblo
vasco. “Nunca se acabará con ETA por la vía policial”. Ese era el mensaje repetido
por la “izquierda abertzale” y también del PNV. Aducían que, pese a los golpes,
la banda conseguía reorganizarse, porque siempre había “un puñado de jóvenes
dispuestos a tomar el relevo”. Maliciosamente silenciaban que cada vez que se
abría un proceso de negociación, lejos de avanzar hacia la pacificación, la organización criminal utilizaba la tregua táctica
para rearmarse. Incluso gobiernos democráticos, como los de Suárez, González, Aznar y
Zapatero dudaron de que la vía policial fuera suficiente para
derrotar a la banda. Así que durante tres décadas las negociaciones,
conversaciones, diálogos o “tomas de temperatura” fueron una constante y
ralentizaron el final del terrorismo.
La lucha policial
contra ETA, sin embargo, ha tenido que recorrer un largo y tortuoso camino. Euskadi ta Askatasuna se vio
favorecida en sus orígenes porque encontró terreno abonado en un régimen que
agonizaba y en el “santuario” que le brindaron las autoridades francesas. La
pretensión de la banda a principios de los años 60 era declarar una «guerra de
guerrillas» al Estado español con el objeto de lograr la «liberación de
Euskadi». Para ello consideraba necesario que el pueblo vasco se alzara en
armas. Así lo recogen diversos documentos de la época, como “La insurrección en Euskadi”, que señalaba
que “la indepoendencia no se negocia, se impone”; “el apoyo de la
población (de una parte al menos de ésta), al principio moral y luego material,
debe ser el agua en la que el pez pueda desarrollarse, moverse y nadar a su
gusto”; “para empezar, este sostén moral debe consistir en no oponerse, en no
ser hostil a nosotros. Luego hará falta que simpaticen; primero unos pocos y
luego que esto se generalice. A continuación será necesario que nos admiren
(...). Finalmente, que nos apoyen activamente (una mayoría) y que nos respeten
y teman el resto (...)”.
La organización, pese a tener capacidad para reclutar
jóvenes, fracasó en su intento
de lograr la sublevación popular. Entonces
recurrió a la vieja regla “acción-represión-acción”: lanzar una fuerte ofensiva
para que el Estado respondiera con una represión indiscriminada que despertara
adhesiones entre la población. Se vio frustrada también en este intento.
Consciente de la imposibilidad de una victoria militar, buscó el empate técnico
que abriera las puertas a la negociación. En una primera fase, acudiendo a la
mesa con una posición de fuerza en base a la “acumulación de fuerzas”. Es
decir, amontonar cadáveres en vísperas de un proceso de diálogo para hacer más
vulnerable al Ejecutivo. Y mejor si había “ataúdes blancos”. Una estrategia
diseñada por “José Ternera”, aún en libertad. En junio de 1987 ETA provocó la
matanza de Hipercor, con 21 muertos, y en diciembre asesinó a once personas en
la casa cuartel de Zaragoza. Por aquellas fechas representantes del Gobierno de
Felipe González mantenían «trabajos de cocina» con etarras para preparar las conversaciones que se
llevaron a cabo en Argel a partir de enero de 1989. Pese a las
masacres, el proceso siguió su curso, hasta su ruptura, en marzo. Poco después
la banda diseñó una campaña para torpedear las Olimpiadas de Barcelona y la Expo de Sevilla de 1992. La
operación Bidart, en marzo de ese año, frustró el plan. Por primera vez se
descabezaba a la organización, pero el Gobierno, lejos de darle la puntilla,
mantuvo abierta la vía del diálogo con «Antxón».
ETA no recibía el tiro de gracia pero había asumido que sus
atentados no doblegaban al Estado. Así que en 1994 diseño la ponencia “Oldartzen”
que poromovía la “socialización del sufrimiento”, ampliar el abanico de sus potenciales
víctimas. Tras la llegada de Aznar, ETA declaró en septiembre de 1998 una
tregua, al amparo del pacto de Estella que había firmado con el PNV. El
Ejecutivo del PP accedió a reunirse
el 19 de mayo de 1999 con la banda en Zurich, sin acuerdo. Tras
la ruptura, la banda emprendió una brutal ofensiva.
Desarme y disolución
Después del
11-M , ETA suspendió por unos meses sus atentados, ya que quería desmarcarse de
la conmoción mundial que había provocado la salvajada yihadista. Las reuniones en
Ginebra y Oslo entre Jesús Eguiguren y “Josu Ternera”, en 2005 llevaron al “alto el fuego
permanente” de marzo de 2006, dinamitado con el atentado de Barajas el 30 de
diciembre de ese año.
Las Fuerzas de Seguridad desencadenaron una ofensiva contra
ETA, que en el plazo de dos años perdió a todos sus cabecillas. Quedaba
despejado el camino para que Batasuna impusiera en el debate interno la ponencia “Zutik”,
a favor de la vía política, frente a “mugarre”, defensora de la
«lucha armada». El siguiente paso fue el regreso a las instituciones, a través
de Bildu, y a la política, con la inscripción de Sortu, que tuvo que hacer
renuncia expresa de la violencia. El 20 de octubre de 2011 ETA anunció el “cese
definitivo de su actividad armada”, sin entregar las armas. Intentó negociar
con el Gobierno la situación de sus presos, pero éste se negó si no se
desarmaba y se disolvía. Ayer dio el primer paso.
Opinión:
Exhaustivo resumen de la historia de la banda terrorista aunque
no estaría de más recordar alguna fecha que no aparece en la información: diciembre
de 1999, con la reunión en Ibeas de Juarros (Burgos) de tres representantes del
Gobierno español con cuatro miembros de Herri Batasuna, en los tiempos en los
que ese partido era catalogado como el brazo político de la banda terrorista
ETA. Eso fue poco después de que el propio Presidente del Gobierno catalogara a
la banda terrorista ETA como “Movimiento de Liberación Nacional Vasco”…
Por no olvidar las declaraciones del entones ministro de
Interior Jaime Mayor Oreja en la portada del Diario de Sevilla de 30 de enero
de 2000.
Por lo demás, perfecto.
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