09 abril 2017
El
desarme y la futura desaparición de ETA desatascarán el futuro de sus presos
Miles de personas
reunidas en Bayona en torno a la entrega de armas del grupo terrorista reclaman
que los reclusos etarras vuelvan a Euskadi
Un grupo de militantes de la izquierda abertzale se
arremolina bajo una sombrilla que cubre la mesa de uno de los bares situado en
la plaza Pau
Bert de Bayona. Están cerca de donde por la mañana se ha procedido a la entrega a los verificadores
internacionales de los documentos con los ocho yulos de ETA, su localización exacta y el contenido. Son las 15.15 y el acto
central del día para los artesanos de la paz no termina de arrancar. El sol
quema a esta hora como si fuera napalm. La sombra es un bien escaso en la plaza
de la capital labortana.
En el escenario, habla en euskera
uno de los autoproclamados artesanos de la paz. Michel Berhokoirigoin.
Sobrio, sin aspavientos, con un tono medido, alejado de todo triunfalismo.
Recuerda algo que a la “organización desarmada” ETA le ha costado entender 58 años...
y más de 860 víctimas a sus espaldas: hay que "aprender a vivir todos
juntos" y resolver las "diferencias de manera democrática". Y
dicen los artesanos de la paz que hay que poner "a todas la víctimas"
en el centro. "Sobre cada una de ellas, sobre todas estas víctimas, pesa
una tragedia", se afirma en el manifiesto firmado por partidos y sindicatos.
Una mujer toma la palabra. Habla mucho más alto que Berhokoirigoin. Sube
la temperatura en la plaza de la capital labortana. El grupo de abertzales del
bar cercano apura la sombra y una cerveza. Parecen salir de letargo en el que
les ha sumido el discurso en inglés -traducido al euskera y al francés- del
padre metodista Harold Good, quien participó en el proceso de desarme del IRA .
A lo lejos, desde los altavoces del
escenario la voz femenina toma un tono casi mitinero. Y tras asegurar que tras
el desarme de ETA "para nosotros nadie ha perdido, todos somos
ganadores", apunta la clave. Habla de lo que todo el mundo que se ha
reunido en Bayona este sábado 8 de abril tiene en mente. "Es posible la
vuelta de los presos para casa". Antes que ella otro artesano había
denunciado el doble castigo que supone para los presos de ETA el alejamiento de
sus lugares de origen. "Queremos creer que su vuelta a casa se producirá lo antes
posible. Porque lo que es necesario debe ser posible".
Como si se hubiese activado un
resorte invisible, los miles de asistentes al acto -20.000 según los
organizadores- empiezan a corear un lema que se volverá a repetir en varias
ocasiones a lo largo de la hora larga que dura el acto organizado por los
mediadores de la sociedad civil. "¡Euskal presoak, etxera, Euskal presoak,
etxera! (Los presos vascos a casa). Los de ETA se sobreentiende, como tantas
otras cosas en el "conflicto vasco". En la plaza se respira
sobre todo alegría.
Esta es la clave a partir de ahora: el futuro de los 342
presos de ETA. Hasta Arnaldo Otegi, presente también en esta "jornada
histórica", lo ha repetido en su comparecencia ante los medios para que no
queden dudas de lo que la izquierda abertzale espera tras la entrega de las
armas de ETA. H ay
que "poner encima de la mesa" y del "tablero político" los
"graves" problemas que, en su opinión, se tienen "como pueblo,
como nación": el futuro de los presos, las víctimas y su reparación y la
desmilitarización (se sobreentiende, de nuevo, que es la salida de la Policía y Guardia Civil de
Euskal Herria). "Son los retos a los que se enfrenta el país y el
independentismo vasco", remarca el líder de Sortu y EH Bildu.
El futuro de los presos de ETA, en realidad, les compete
primero a ellos, a los reclusos, inmersos en un debate que conducirá en los
próximos meses a la aceptación de la legalidad penitenciaria (sin
arrepentimiento, ni delación, esas son las líneas rojas que el propio colectivo
se ha marcado). Lo mismo que el desarme le competía a ETA desde que bajó la
persiana el 20 de octubre de 2011. Pero ha tardado cinco años y medio en
percatarse de que o se desarmaba o la Policía y la Guardia Civil la
desarmaban.
Lo que queda de la ahora "organización desarmada"
sabe que lo que toca poner en la mesa, en el tablero político al que se refiere
Otegi, es el debate sobre su desaparición como "agente". Su
disolución. Tras el desarme, todas las fuerzas políticas que siempre han puesto
pie en pared frente al terror y la violencia se lo han recordado, desde el PNV,
pasando por el PSE-EE, hasta llegar al PP. Y a los Gobiernos del lehendakari
Urkullu y de Mariano Rajoy.
Y los reclusos etarras no pueden esperar otros cinco años. La
ecuación es clara: saltar del desarme a la disolución para que el Gobierno
modifique su política penitenciaria en relación a los presos de ETA. El Ejecutivo
de Urkullu, que tiene sus propios planes en relación a esta materia -incluida
la reclamación con carácter prioritario de la competencia de Prisiones- ha
diseñado un itinerario en relación a este asunto. Algo que respalda sin fisuras
el PSE-EE de Idoia Mendia y que está incluido en el acuerdo de Gobierno sellado
entre peneuvistas y socialistas vascos. Mariano Rajoy lo sabe, porque tiene los
planes y documentos que el lehendakari le ha remitido en varias ocasiones sobre
el tema. Probablemente los tiene metidos en algún cajón de su despacho en
Moncloa.
Y aunque ahora toca el discurso de aquí todo sigue igual,
en su fuero interno el presidente del Gobierno sabe que, en algún momento, sin
necesidad de retorcer la legalidad penitenciaria, tendrá que trinchar ese pavo.
Flexibilizar su política en las cárceles, empezando con los presos enfermos y
siguiendo con el paulatino acercamiento de los reclusos a las prisiones vascas
o de las comunidades limítrofes. Ya no restan más partidas que jugar en relación
a lo que queda de ETA. La única duda es cuánto va a durar aún esta partida.
Opinión:
La cuestión de los presos miembros de la banda terrorista
ETA va a ser peliaguda y de difícil solución porque, guste o disguste a quien
sea, la legislación está para ser cumplida.
Recuerdo que en mayo de 2011, cuando se iniciaron las
gestiones para responder a la solicitud del encuentro que el miembro de ETA
Rafael Caride me hizo llegar, consulté con el Ministerio de Interior para,
antes de tomar cualquier decisión al respecto, tener la plena constancia de que
aceptar aquella propuesta de reunión no significaría una rebaja ni un cambio en
la situación penitenciaria del mencionado terrorista.
Cuando me preguntaron la razón por la que planteaba esa
consulta legal, contesté que yo no era nadie para colaborar en la reducción de
un solo minuto de condena de alguien que había causado 24 asesinatos y un
centenar de heridos, porque de haber algún tipo de beneficio penitenciario habían
otras muchas víctimas que tenían más derecho que yo a opinar al respecto,
especialmente aquellas con víctimas asesinadas en sus familias. En el momento
en el que se me confirmó que no habría ningún tipo de beneficio para el
terrorista, empecé a pensar en si aceptar o no la propuesta de reunión.
Lo que pasó a partir de entonces es de sobras conocido.
Presento esta explicación porque si a un terrorista que
decidió contactar con una de sus víctimas para hacerle llegar su arrepentimiento
por el dolor causado no se le ofreció ninguna ventaja… ¿lo harán con la banda
terrorista por dejar de matar y/o por haber entregado las armas?
No sería ni justo ni, por encima de todo, sería legal.
Y advierto que, si en algún momento se llegara a esa
situación Injusta e Ilegal, solo espero que aquellos que tanto lío organizaron
entre 2005 y 2007 porque unos jueces tuvieron que aplicar una legislación se
atrevan a hacer exactamente lo mismo… sin importar el Gobierno que haya ahora o
en el futuro.
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