domingo, 9 de abril de 2017

09 abril 2017 (7) Diari de Tarragona (entrevistas) (opinión)

09 abril 2017 



Las víctimas de ETA en Tarragona: "El desarme debería haberse producido hace mucho tiempo"
Heridos o familiares de fallecidos reflexionan sobre la entrega del arsenal que la banda realizó ayer en Bayona

Les une el dolor, más o menos mitigado por el paso del tiempo, pero más vívido cuando ETA se pone de actualidad. Unos sienten algo de alivio. Otros desconfían. Otros denuncian olvido. Otros exigen a la banda una entrega de armas mucho más contundente y a cara descubierta. En la provincia hay alrededor de diez víctimas de atentados de ETA: desde los heridos por la bomba en el aeropuerto de Reus a huérfanos por la masacre de Hipercor.
«Creo que el sentir de muchas víctimas es que lo importante no es el desarme, sino lo que pasó en octubre de 2011, cuando ETA anunció el cese definitivo de cualquier actividad armada», cuenta Robert Manrique, afectado en Hipercor y activista social por los derechos de las víctimas. Para él, el desarme es una consecuencia más en ese proceso que ya dura más de cinco años. «El desarme es el siguiente paso y cuando ellos quieran y decidan será la disolución», apunta. 

Empresas, trama civil...

Los sentires son diversos, aunque domina la percepción de que todavía queden etapas por cumplir. «Hay que tener en cuenta que ETAno es sólo una banda terrorista. También tiene empresas, hay una trama civil... todo eso se tiene que desmantelar», confiesa Manrique.
Hay desconfianza. «Ni la propia ETA sabe los zulos que tiene. Seguramente de aquí a 15 años alguien paseando por el País Vasco o por Francia se topará con un zulo. ¿Qué problema habrá? Lo importante es que ETAhaya dejado de matar», confirma Manrique. Eso parece lo fundamental, aunque el desarme etarra, de inicio, no satisfaga a todos. El recelo existe. El colectivo de víctimas exige un final de ETA «sin concesión alguna por parte del Estado» e insta a los gobiernos español y francés a garantizar la «estricta aplicación de la ley».

"Sospecho que detrás habrá una contrapartida política y eso me duele"
El Guardia Civil juan José Mateos, herido en Reus en 1996, se ha retirado por las secuelas

«Ves que tanto dolor ha sido absurdo, que no ha tenido sentido de ningún tipo», dice Juan José Mateos, guardia civil herido hace 21 años por una bomba de ETA en el aeropuerto de Reus. Por entonces tenía 22 años. Después de aquello siguió luchando en las operaciones más crudas y delicadas contra los terroristas, hasta que la pérdida de capacidades –básicamente, la audición– provocaron hace poco la retirada prematura, a los 43 años.
Juan José, autor del libro Los verdugos voluntarios, es muy crítico y recela del desarme: «No espero demasiado. ETA ha sido siempre una mafia, nunca ha hecho lo que en realidad ha dicho, no estoy convencido y creo que los 30 terroristas que puedan quedar en activo no tienen control de todo lo que hay para el desarme».
Mateos ha aprendido ya a hablar de lo que pasó. «La verdad es que me acuerdo del atentado muy a menudo. Hasta hace un tiempo no me gustaba hablar del tema. Me venía abajo. Si no te tratan psicológicamente, las secuelas te pueden durar mucho tiempo», explica. Aquel 20 de julio de 1996 ETA hizo estallar una bomba en una papelera metálica en el hall del aeropuerto de la capital del Baix Camp. «Aquel artefacto cambio para siempre me vida», recuerda. Juan José se vio con sangre en la boca, cortes en el cuello y los tímpanos, en mitad de una nube de polvo. No hubo muertos, pero sí más de 40 heridos, muchos de ellos turistas británicos que estaban en el aeropuerto y que procedían de ciudades como Manchester o Liverpool.
Dos décadas después, el desarme no provoca en él alivio, sino más bien resquemor y desconfianza. «Sospecho que detrás de esto habrá una contrapartida política, y eso me duele. Incluso creo que está pactado el futuro de presos. Podemos esperar movimientos importantes», cuenta Mateos. Y añade: «Aquí hay un código penal vigente. Nos gustará más o menos, pero el terrorista tiene que cumplir la pena íntegra».

De Barcelona a La Nou de Gaià para espantar las secuelas de Hipercor
Marga Labad es huérfana por culpa del atentado en Hipercor. Se mudó a La Nou del Gaià por recomendación médica

Hace 12 años Marga Labad dejó su bulliciosa Barcelona natal y se mudó a la paz de La Nou de Gaià (Tarragonès). No lo hizo por gusto, ni por cambiar de aires. Fue una recomendación médica. «Me creaba mucha angustia estar en espacios con mucha gente. Me dijeron que me buscara un pueblo tranquilo», cuenta. En su caso no hay alivio ni nada que se le parezca a un sentimiento de satisfacción o confort. «Tengo muchas reservas con el desarme, pero no quiero esta pantomima, sino que lo hagan a cara descubierta y responsabilizándose. No quiero esto», cuenta Marga, muy crítica con varios temas, incluido el uso partidista que las asociaciones han hecho de las víctimas: «Si ETA ha existido es porque los diferentes gobiernos lo han permitido. Todo lo que hizo el GAL lo hubieran hecho legalmente podrían haber acabado con ella».

‘Me enteré por televisión’

Marga es huérfana por culpa del atentado en Hipercor, una masacre que el 19 de junio de 1987 causó la muerte de 21 personas, incluida su madre, Luisa Ramírez, que por entonces tenía 41 años. «Sigo yendo al psiquiatra. Mi vida laboral fue un sube y baja después de aquello, con constantes bajas médicas. Me molesta que salgan cada dos por tres las imágenes del atentado, sin ninguna conciencia, porque casualmente, en las pocas que hay, aparece mi madre. Yo me enteré por televisión de su muerte. Vi un cuerpo en una camilla y la reconocí», explica, y se siente dolida: «Me molesta que no se acepte que el atentado de Hipercor fue contra el pueblo, y en concreto contra el pueblo catalán. Yo me fui a vivir al País Vasco para tener una conciencia de lo que pasaba allí. Matar en Catalunya tiene más rédito porque la sociedad catalana pide diálogo y el centralismo piensa eso de ‘ir a por ellos’. Al vivir en el País Vasco vi que todo depende de la leche que mames. Si mamas de la memoria del franquismo serás proetarra».

"Cuando hablo de esto una punzada me debilita"
"El tiempo no lo cura todo. Está grabado. Yo tenía 21 años cuando mataron a mi padre", explica Roser Anguera hija de un asesinado por ETA

La tortosina Roser Anguera tenía 21 años cuando su padre, el comandante Arturo Anguera Vallés, fue asesinado por ETA. Él, natural de Tortosa, de 50 años y padre de tres hijos, fue la primera víctima de 1992. Fue el 8 de enero. Dos individuos tirotearon el vehículo militar en el que iba Artur cuando circulaba por el barrio barcelonés del Poble Sec.
Arturo era el máximo responsable del sector militar aéreo del aeropuerto de Barcelona. Con él viajaban el teniente Luis Javier Bellota, alcanzado en las piernas por los proyectiles, y el soldado Jaime Amposta, conductor del vehículo, herido de gravedad en el tórax y el abdomen.
En este tiempo Roser no ha podido olvidar, y cada noticia sobre la banda terrorista en los medios, algo habitual estos días, le asalta y le hace un nudo:«Cada vez que escucho alguna noticia relacionada con terrorismo, alrededor del mundo, siempre se me encoge el corazón. De pronto noto una punzada que me debilita unas décimas de segundo. Con anuncios de este tipo la sensación es la misma».

‘Una buena noticia’

Roser cree que el anuncio de la entrega de armas «es una muy buena noticia», aunque para ella llega tarde:«Debería haberse producido ya hace mucho tiempo». También hay algo de paz o confort en esa mezcla rara de sensaciones, que a veces se juntan con la rabia y la impotencia: «De entrada siento una cierta tranquilidad y pienso que ya era hora de que se dieran cuenta de que esta vía de asesinar personas de manera cobarde por la espalda, de poner coches bomba y de sembrar el terror ni va a ningún sitio ni les permitirá conseguir el fin político que quieren».
Roser matiza, porque cree que para los terroristas a estas alturas era la única solución viable: «También pienso que han entrado en una vía muerta, que están solos, que están desorganizados y que no han encontrado ninguna salida más que el desarme». Roser, como muchas otras víctimas, prefiere no hacer memoria. «Es imposible borrar lo pasó, simplemente... no quiero recordar. Se tiene que continuar viviendo cada día». La herida, en parte, sigue abierta, aunque hayan pasado 25 años, aunque Roser, por entonces una adolescente, haya crecido y se haya hecho una mujer: «El tiempo no me ha cambiado la percepción de los hechos. Está grabado. Yo tenía 21 años cuando mi padre fue asesinado y eso me marcó un antes y un después en mi vida. El tiempo no lo cura todo. Simplemente aprendes a vivir con este hecho, porque hay que seguir viviendo».

Funeral multitudinario

Artur estaba casado con Roser Blanch y tenía tres hijas. Roser Anguera era la mayor. Blanca (18) y Eliana (16) acababan de configurar una familia desde entonces rota por el dolor que ha sabido, no quedaba otra, seguir adelante a pesar de su ausencia. Anguera fue la víctima mortal número 43 de las más de 50 asesinadas por ETA en Catalunya.
A su funeral en la catedral de Tortosa asistieron más de tres mil personas. Fue enterrado en la misma capital del Baix Ebre, donde una calle lleva su nombre.
Por el asesinato del comandante Anguera fueron juzgados y condenados los etarras Fernando Díez Torres, en 1995, y Urrusolo Sistiaga, en 2002.

Opinión:

Solo agradecer al Diari de Tarragona su confianza al contactar conmigo y poder realizar estas encuestas procediendo a la localización de las víctimas entrevistadas. Y un abrazo muy fuerte para Juan José, Marga y Roser.

Como era de esperar, una nueva muestra más de la pluralidad existente en el mundo de “las” víctimas del terrorismo que algunos no quieren ver ni dejar ver.

No hay comentarios:

Publicar un comentario