24 abril 2017
El factor femenino ha ido ganando cada vez más peso en las
actividades del Estado Islámico
Imágenes de mujeres rodeadas de niños, felices en su papel
de pilar de la familia; imágenes de mujeres de negro, armadas con kalashnikovs,
en posición de combate. La regla número uno de la publicidad: adaptar tu
mensaje a tu mercado. Los terroristas de Estado Islámico,
maestros de la propaganda, saben muy bien cómo atraer a su causa a mujeres de
todo el mundo, en árabe, en inglés, en francés; a unas les presentan la
supuesta vida idílica de la perfecta mujer
musulmana; a otras la atracción de la acción y la aventura. Poco importa que
sea publicidad engañosa,
que la realidad que hay al otro lado no tenga nada que ver con ese paraíso que
proponen.
Un papel como
combatientes
Aunque siempre ha habido mujeres vinculadas a la yihad, desde que el EI proclamó su califato, en junio
del 2014, el factor femenino ha ido ganando un peso cada vez mayor en su lucha. Primero como apoyo a los
hombres, como esposas, cocineras, guardianas del hogar, como alivio sexual y,
sobre todo, como madres garantes de la continuidad demográfica de las futuras
generaciones de ese Estadoideal que dicen estar construyendo. También en
funciones de mujeres para mujeres, como las de policía de la moral o
captadoras, pero pronto, y cada vez más, en su necesidad de contar con todas
las manos disponibles, como combatientes.
El 10% de los
captados
TASe calcula que de los 5.000 foreign fighters europeos
que se han trasladado a Oriente Próximo –sobre todo Siria e Irak– para unirse a
organizaciones terroristas islamistas, un 10% son mujeres. Es el mismo porcentaje que se
registra entre los españoles: entre los 208 que se han sumado a la lucha por el
califato hay 21 mujeres, a las que se suman otras 23 que ya han sido detenidas
en territorio español, según un reciente estudio del Real Instituto Elcano.
Jóvenes atractivas, formadas, con futuro… No hay un solo
patrón, pero sí hay a menudo algunos rasgos comunes: jóvenes que han entrado en
una espiral de dudas sobre su identidad, que se sienten rechazadas por su
religión, sin que hayan sido nunca fanáticas ni especialmente devotas, que
buscan, y encuentran aquí, una causa por la que vivir, y, en algunos pocos
casos, también por la que morir. Jóvenes que llegan a la yihad vía redes sociales, pero también alentadas
por captadores muy bien entrenados para detectar vulnerabilidades.
Entorno retrógrado y
violento
Pero lo que hallan es muy diferente de
lo soñado. No es ya que sea un entorno machista y retrógrado,
anclado en tiempos más que remotos, es que se sumergen en un entorno violento,
en el que se las utiliza a menudo como rehenes para retener a los hombres, como
objetos de comercio y moneda de cambio sexual.
Curiosamente,
son las mujeres también, y sobre todo las madres –que detectan perfectamente
los cambios de personalidad de sus hijos–, las que pueden tener un papel fundamental
a la hora de impedir la radicalización de los jóvenes. Tenerlas en cuenta y
trabajar con ellas en el desarrollo de las políticas de prevención debe ser
imperativo para la lucha antiterrorista en las sociedades occidentales.
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