04 septiembre 2017
Verdades, "mentidas" y un señor de Montellano
Javier
Aroca
Los
atentados se suceden, pero la política, en vez de mostrar
responsabilidad, enfanga la arena en cualquier ocasión, quizá la
única manera de ocultar su ineficacia ante la contumacia del
terrorismo
Con
la seguridad no se puede jugar, con el desprestigio de las policías
tampoco
No
había pasado demasiado tiempo, el dolor de las familias de las
víctimas y de una ciudadanía nuevamente golpeada duraba; el dolor y
la pose institucional se habían relajado. Entonces estalló la
cólera política y mediática contra la policía belga. Bélgica
había sufrido un durísimo ataque terrorista pero lo urgente era la
política. La policía, sus responsables, sufrieron críticas sin
piedad incluso antes de que se pudieran aclarar todos los extremos de
unas investigaciones, necesarias, para estar en mejores condiciones
si es que los terroristas decidían asesinar de nuevo.
Al
parecer, la policía belga no había atendido las informaciones de la
inteligencia turca, ni otros avisos de Holanda, ni se preocupaban
bastante sus servicios de seguridad e inteligencia de sus barrios y
ciudades más conflictivos, o de las mezquitas. Además, por
federales, decían, estaban descoordinados.
La
crítica fue tan severa que Jean-Claude
Juncker,
en nombre de la UE, acusado inmediatamente de mollatoso, salió en
defensa de la policía belga. Charles
Michel,
primer
ministro, saltó igualmente rabioso de indignación. Decía,
respondiendo a críticas de políticos de EEUU y sus servicios de
inteligencia, que si ellos eran tan malos y los americanos tan
buenos, ¿por qué no previeron los ataques de 11-S, incluido al
mismísimo Pentágono? Tampoco, por cierto, les ha sonado la amenaza
nazi en Charlottesville.
Los
atentados se suceden, graves, dolorosos, repetidos, pero la política,
en vez de mostrar responsabilidad o, al menos, eficacia, enfanga la
arena en cualquier ocasión,
quizá la única manera de ocultar su propia ineficacia y fracaso
ante la contumacia del terrorismo. Tiene aliados poderosos; un
barullo chismoso, expresión que copio del gran periodista Mark
Thompson,
acompaña desde los medios de comunicación al gran y lamentable
espectáculo de los post atentados. Es el parloteo de los
intelectuales orgánicos, los sacerdotes de la libertad de expresión
que se arrogan en exclusiva su verdad, negando las expresiones de la
suya a los demás, como si tal libertad fundamental en democracia
pudiera ser divisible y no condición para el ejercicio de las demás
libertades fundamentales.
Con
el atentado de Barcelona, como en otros lugares de Europa, se ha
tardado poco. En este caso, la matriz o el molde del soberanismo ha
sido el gatillo de los despropósitos, de la irresponsabilidad.
Pronto
se lanzaron cohetes de júbilo resaltando la competencia de un cuerpo
policial, los Mossos, como adelanto de la virtualidad de una
república catalana, con policía suficiente. Inmediatamente, se
lanzaron otros, en este caso rabones, para el desprestigio de ese
cuerpo. Y se ha mentido, y mucho, y se seguirá mintiendo, los unos y
los otros. Puigdemont tendría que comparecer de manera inmediata.
Pero la mentira, como se puede observar, no paga peaje. Si hay
algo que resalte hoy en el ejercicio de la política es el desprecio
por la verdad, y, al mismo tiempo, el desprecio por la gente. La
verdad es demasiado brutal para ellos, ingenuos ciudadanos, dicen en
sus oscuros mentideros.
Pero
si hay un debate, con soberanismo o no de fondo, debe ser serio.
Estamos ante la principal amenaza a nuestra manera de entender la
democracia. Sin embargo, no parecen estar estas consideraciones en el
estado mayor mediático que, aplazada de momento Venezuela, nos ha
alumbrado con noticias tan apasionantes como que Trapero, castellano
de origen, hable catalán y sea, siendo
xarnego,
máximo responsable de los Mossos; que el mosso más eficaz
"abatiendo" se formó en la Legión, que er
niño de la Tomasa quiere
reconquistar Al Andalus, que la CIA manda papeles que no se cree
nadie, como en Bélgica, Francia, Holanda, Reino Unido, Alemania... y
hasta en EEUU.
En
esto, el Gobierno no tiene opinión. El partido que lo sustenta está
de perfil prudente, salvo algún tuit suelto. No les hace falta, ya
tienen su brigada de trabucaires, de asaltadores mediáticos de los
pocos caminos que han quedado transitables en la maltrecha libertad
de expresión. Aunque siempre nos quedará un sacerdote mediático
que nos diría que lo que hay es autocensura responsable.
Lo
que ocurre, con soberanismo amenazante o sin él, es muy grave. Con
la seguridad no se puede jugar, con el desprestigio de las policías
tampoco.
A esta hora, el máximo responsable de la lucha antiterrorista aún
no ha dicho esta boca es mía, ni ha ordenado, al menos, continencia
a los que de él dependen. El ministro de Interior Zoido, y la
vicepresidenta Santamaría,
responsable de la inteligencia española, la de España, incluida
Catalunya, no han dicho nada, en sede parlamentaria o gubernamental,
que inspire confianza y tranquilice la angustia de mucha gente que no
entiende de política aunque sí mucho, cada vez más, de politiqueo.
Y
mientras, los terroristas se ríen, ufanos de los efectos criminales
de sus acciones contra la gente y contra las instituciones
democráticas.
Opinión:
Javier
Aroca lo borda en su artículo, pone el dedo en la llaga sin
miramientos ni temor a molestar a alguien. Es bien cierto que se echa
en falta la opinión de ciertas personas muy representativas en el
panorama político (y también partidista), personas que reciben unos
sueldos muy elevados en comparación al compromiso que muestran.
Es
mucho más sencillo ir dejando caer sospechas, infundios y dudas
esperando que “escampe y deje de llover”, aunque la lluvia haya
traído lodazales, barros, lodos, escombros y riadas de difícil
contención. Es más práctico culpar de las consecuencias al hombre
(o mujer) del tiempo, al satélite o incluso al técnico que maneja
las coordenadas de la órbita.
Lo
mas disparatado del tema es que el hombre (o mujer) del tiempo o el
técnico que maneja las coordenadas de la órbita tienen muchos mas
conocimientos. Del satélite, pese a ser materia inanimada, también
tengo mis dudas.
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