04
septiembre 2017
Terroristas
de interior
Los
terroristas que, seducidos por el imán de Ripoll, cometieron los
atentados del 17 agosto, han sido dibujados como unos jóvenes
inmigrantes de segunda generación, relativamente bien integrados,
sin especial preocupación religiosa, que enloquecieron infectados
por su líder, un fanático muy radicalizado. Según este dibujo, el
horrendo episodio de terrorismo se trataría, en fin, de un fenó-
meno sobrevenido desde fuera, que afectó a unos individuos débiles
mentales. Ello explicaría que no se detectasen antes síntomas de
aquella deriva, a pesar de ya se sabe que el imán había sido
percibido como un individuo peligroso en Bélgica y en España.
Es
sin embargo probable que el asunto sea más complejo, por lo que
resulta conveniente penetrar más en él. Porque lo cierto es que los
jóvenes criminales habían discurrido por el sistema educativo
español, se habían codeado con muchos jóvenes de su edad –hablaban
catalán– y se habían sometido a los habituales procesos de
socialización (habrían visto la televisión, etc.). Y las preguntas
son obvias: ¿cómo es posible que unos jóvenes que no muestran
problemas de adaptación, que han sido educados según nuestras
pautas culturales y que son escépticos en materia religiosa caigan
tan fácilmente en las redes de un fanático? ¿Tan débiles fueron
las ligazones que unían a estos muchachos con nuestra civilización?
¿Tan poco atractivo era nuestro modo de vida cuando hicieron caso a
un clérigo primitivo que les prometía las consabidas huríes
celestiales si decidían inmolarse? ¿No habría que pararse a pensar
si ha habido algún garrafal fallo en nuestra sociedad, en nuestra
escuela, en nuestros sistemas de aculturación?
Ni
locos ni extranjeros. Los terroristas del 17-A eran personas normales
como nosotros, que compartían nuestras rutinas, que asistían a
nuestros desarrollos intelectuales y políticos… Y en un momento
dado decidieron que había que incendiarlo todo, que era preciso
exterminar a cuanto semoviente hubiera a su alrededor. Obviamente, la
culpa es suya, pero nosotros no podemos limitarnos a decir eso, sin
entender que cada ser humano es también un producto social.
No hay comentarios:
Publicar un comentario