11 diciembre 2014 (08.12.14)
La forzada
libertad de Santi Potros
Abel Hernández
Los treinta y siete muertos cargados a su cuenta,
los cuerpos destrozados por la metralla el fatídico día de Hipercor, el luto y
el llanto de las familias deberían constituir la condena interior de por vida
de este hombre envejecido, a punto de cumplir sesenta y nueve años, de aspecto
vulgar, con pelo escaso y encanecido y los ojos hundidos y huidizos, equipado
con anorak, que vuelve a pasear libre por las calles de Lasarte, su pueblo, más
de cuarenta años después. De ellos, veintiocho pasados en la trena, de más de
tres mil que le correspondían, y el resto, huido, organizando atentados. Los
enredos de la Justicia
han acortado su estancia en la cárcel para indignación de las familias de las
víctimas y desconcierto del Gobierno. Santiago Arróspide, conocido por «Santi
Potros», está considerado, con razón, uno de los más sanguinarios cabecillas de
ETA, una especie de prototipo de la banda. Y no consta que esté arrepentido de
nada. A partir de ahora, sus noches en la habitación sobre el río Oria del piso
de su hermana Pilar, donde se ha aposentado, deberían estar pobladas de
fantasmas, de todos los fantasmas de sus muertos. Ese sería su mayor castigo.
De momento se ha encontrado con la indiferencia de los vecinos y con los niños
jugando en la calle. Por lo menos no ha habido exaltación popular como ha
ocurrido con su compañero de excarcelación y crímenes, Alberto Plazaola, en
Oñate. Tanto uno como otro saben que, a pesar de los infundados beneficios
penitenciarios, que han reducido su estancia en la cárcel, vuelven derrotados.
Pronto se convencerán, cuando pasen los primeros efluvios del txakolí, de que
han perdido y que su lucha ha sido inútil. Y a todos toca hoy, aunque haya que
retorcer los sentimientos, un esfuerzo de reconciliación. Que no hay otra
venganza, como dice Borges, que el olvido. Pero, sin necesidad de acudir al
recurso poco recomendable de la venganza y el odio, que siempre degradan al ser
humano, sería conveniente que se hiciera justicia, no sólo para mitigar la
indignación y aliviar el sufrimiento de las víctimas, sino también para evitar
que una injusticia abra el camino a todas las demás. Nunca el Gobierno, tan
escrupuloso con la independencia judicial, se había atrevido a decirle a las
claras a la sección primera de la Audiencia Nacional : ¡no es esto, no es esto! La
polémica excarcelación forzada antes de tiempo de estos dos dirigentes etarras,
con condenas milenarias y que aún tienen las manos cubiertas de sangre, no
beneficia a la Justicia
ni favorece a la dignidad humana, pisoteada por el recuerdo imborrable de sus
crímenes. Vuelva a la cárcel o siga paseando por las calles de Lasarte y
cenando en la «herriko taberna», estoy convencido de que «Santi Potros» no
conseguirá ya nunca más ser verdaderamente libre. Ésa será su penitencia.
Opinión:
Empiezo por decir que podría no haber escrito esta
opinión porque pude ser la víctima mortal número 38 de este asesino. Al
contrario que otros sinverguenzas, no me invento nada ni me apropio del dolor
ajeno. Las sentencias 49/1989 o 32/2003 lo explican con detalles y mi vida tras
esa sentencia lo corrobora.
Aclarado este concepto, no estoy de acuerdo con una
frase del artículo de Abel Hernández. Dice que “Y a todos toca hoy, aunque haya
que retorcer los sentimientos, un esfuerzo de reconciliación.”. veamos, a mi
nadie me puede obligar a reconciliarme con quien, si me hubiera asesinado, habría
dejado viuda a una excelente jovencita de 26 años y huérfanos a dos canijos de 3 años y
de 10 meses. Otra cosa muy distinta es que, con el objetivo de conseguir
que nadie mas sufra lo que ha sufrido esta humilde familia, haya que hablar,
encontrarse, intercambiar expresiones... pero eso no significa “reconciliación”. Significa, simplemente, exigir respuestas y aprender a vivir con lo ocurrido. Nada más.
Wikipedia define La reconciliación como el “restablecimiento
de la concordia y la amistad entre dos o más partes enemistadas”. Sinceramente, yo no tengo
nada que restablecer con ningún terrorista. Solo tengo el objetivo vital de que sus
atentados no destrocen a mas familias.
Por eso, en junio de 2012
ni se me ocurrió ni siquiera estrechar la mano a Caride Simón. El recuerdo de los 37
asesinados y las decenas de heridos me impidió tocar, ni siquiera rozar, la
mano asesina. Aún y así puedo reconocer la importancia de su cambio de
pensamiento y aplaudo su paso de denunciar a sus ahora excompañeros... pero no olvidemos que Santiago Arróspide Sarasola “Santi Potros” no ha llegado a dar esos pasos.
Y, como dato final, me
extraña que La Razón
haya publicado este artículo con esa frase aunque, puestos a recordar, también
publicó una entrevista con cierto ignorante que se apropió de las heridas y
secuelas de otros como si fueran las suyas... sin atreverse a explicar quien
estrechó la mano del colega de “Santi Potros”.
Acabo. Solo recordarle a Abel
Hernández que el Estado y sus representantes políticos en materia de “Interior”
han tenido 27 años para trabajar y, de paso, evitar haber llegado a esta
situación. Unas pocas víctimas lo denunciamos y advertimos en 1994 y 1997. No recuerdo a ninguno de los que
tanto opinan ahora haciendo lo mismo.
Dicho lo cual, lecciones las justas.
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