05
abril 2015
El terrorista
con bigote y cerveza
El atentado
de El Descanso, sin resolver después pese al retrato robot del sospechoso
Un superviviente
ha reconocido a Mustafá Setmarian, pero la policía no le cree
¿Quién era el hombre del bigote que tomó una cerveza
en la barra del restaurante barbacoa El Descanso a las 22:30 del 12 de abril de
1985? Han pasado 30 años y su imagen sigue presente en la memoria de varios
supervivientes de aquel atentado que causó 18 muertos, decenas de heridos, y se
convirtió en el primer acto terrorista de la yihad en España. El retrato robot
que confeccionó la policía con sus testimonios está, en cambio, sepultado en
los legajos de una vieja causa de la que casi nadie se acuerda.
Gregorio Fernández de la Cueva Martínez , de
44 años, el camarero que atendió aquella noche a aquel enigmático hombre, lo
señaló como el principal sospechoso y describió así: “Unos 27 años, un metro
setenta de estatura, complexión normal, pelo castaño tirando a rubio, pequeño
bigote, peinado para atrás y pelo más bien corto; vistiendo cazadora militar de
color verde”; Alberto Ortega de los Reyes, de 61 años, que perdió a su novia
Mercedes y a su amigo Arturo Cruz, hizo una descripción idéntica; y Cristina
Salado, de 59 años, cuyo esposo falleció, ofreció un retrato
extraordinariamente parecido y añadió que era un hombre “atractivo”. La única
diferencia fue el color y modelo de su ropa. Todos dieron la misma edad: unos
27 años.
La declaración más precisa sobre el sospechoso
hombre del bigote la facilitó Gregorio, el camarero: “Me infundió sospechas
porque toda la gente que esperaba para cenar estaba en grupos y él, solo,
cuando lo normal es que la gente se quede a cenar. Me pidió en perfecto
castellano un botellín. Lo observé durante diez minutos porque no me había
abonado la consumición. Se sentó durante cinco minutos en las mesas junto a la
entrada del local, en la más próxima al cerillero. Se levantó a pedirme otra
cerveza y la pagó con una moneda de cien pesetas. No habló con nadie”, señala
su testimonio de hace tres décadas.
Cristina Salado añadió otros detalles relevantes.
Manifestó que el sospechoso “se mostraba un tanto nervioso y portaba un bolso
de bandolera, de color claro, tal vez piel o similar, que depositó en el suelo,
pegado a la barra del bar, delante de ellos, no recordando si posteriormente se
lo llevó, ni cuándo se marchó, si es que lo hizo”. Alberto Ortega, el otro
testigo, describió el mismo bolso de bandolera y coincidió en que lo dejó bajo
la barra. El camarero no recuerda si el hombre del bigote llevaba algo consigo.
Con los testimonios de estos y otros supervivientes
la policía elaboró un retrato robot (que se reproduce en está página), pero los
agentes de la Unidad
Central de Información Exterior —la dedicada a investigar el
terrorismo islamista—, que dirigía el comisario Miguel Pulido Ruiz, no encontraron ninguna similitud con los
islamistas que en aquellas fechas residían en Madrid; tampoco con Mustafá
setmarian, un sirio que a sus 26 años acababa de llegar a Madrid huyendo
del Gobierno sirio y al que un superviviente del atentado —hoy testigo
protegido— reconoció veinte años después, en 2005, como presunto autor del
atentado al ver su fotografía en los periódicos. Para entonces Setmarian, Abu
Musab al Asuri, había alcanzado ya la
cúpula de Al Qaeda Central y el FBI ofrecía cinco millones de
dólares por su captura.
El 14 de abril de 1985, tres días después de la matanza,
la Jihad Islámica
reivindicó en Beirut (Líbano) “de forma fehaciente” el atentado. Al día
siguiente la
Jefatura Superior de Policía de Madrid elaboró un informe que
apuntaba al terrorismo yihadista. Y lo argumentó en tres antecedentes: 1) que
el explosivo utilizado era de similar características al empleado en un hotel a
las afueras de Atenas frecuentado por norteamericanos de la base de EE UU, que
fue reivindicado por el grupo Jihad Islámica; 2) en la explosión de un
artefacto similar en la
Agencia de Viajes Turvisa, de la madrileña calle de San
Bernardo, que realizaba “una profusa propaganda acerca de viajes a Israel”; y
3) en que la Jihad
Islámica , grupo radical chií proiraní fundado en el Líbano en
1982, había perpetrado un asesinato el verano anterior y los agentes sabían que
este grupo proyectaba más atentados. Las investigaciones se centraron en grupos
chiíes residentes en España, tanto de origen iraquí como libanés.
Dos semanas después del atentado, la pista de la Jihad Islámica
creció con un nuevo comunicado de este grupo terrorista: “El islam está
preparado. España e Italia son los primeros objetivos. El atentado de Madrid ha
sido el inicio de la guerra santa islámica. Muerte a Estados Unidos. Los
apóstoles de la muerte están preparados para reemprender la guerra santa”.
Rafael Vera, entonces subsecretario del Ministerio
del Interior que dirigía José Barrionuevo, lo recuerda así: “Las imágenes eran
dantescas, algo muy parecido a lo que estamos viendo ahora. Vinieron equipos
del FBI y la CIA
para ayudarnos, pero entonces no teníamos mucha información sobre estos grupos.
Era muy difícil. Creo que todo se hizo desde fuera, que aquí no tuvieron
cobertura ni logística. Era un explosivo muy casero que habían traído desde
alguna embajada. En los noventa apareció un hilo tras una oleada de secuestros
franceses en el Líbano, pero no se llegó a ninguna conclusión. No había nada en
lo que engancharse porque no habíamos sufrido nunca nada parecido”.
El reconocimiento de Mustafá Setmarian por parte de un superviviente
reabrió el caso que se había archivado provisionalmente en 1987 por falta de
autor conocido. El juez Ismael Moreno tomó declaración al testigo y le otorgó
la condición de protegido. En su testimonio incidió en el parecido entre la
persona que vio sola en la barra del bar el día de la explosión —la bomba
explotó allí mismo— y la foto del sirio español que 20 años después había visto
en la prensa.
Un informe inédito de la Comisaría General
de Información, fechado el 19 de diciembre de 2005 y dirigido al juez, concluye
que “hasta el día de la fecha no se ha podido llegar a establecer algún tipo de
vinculación directa o indirecta entre Mustafá Setmarian y el atentado del
restaurante El Descanso”. El documento repasa la llegada del actual dirigente
de Al Qaeda a España, en las mismas fechas del atentado, sus actividades en
este país, Reino Unido y Afganistán y su desaparición en Pakistán, pero no
analiza ni valora las similitudes entre el retrato robot que hicieron del
sospechoso los supervivientes y la fotografía del joven Mustafá de aquella
época, aunque sí recoge parte de sus testimonios.
La policía apuntó en ese informe a la autoría de
grupos palestinos y lo explicó así: “Servicios de inteligencia occidentales
apuntaban la posible autoría del hecho a una persona llamada Hamza Tirawi,
militante de la facción Salim Abu Salam del Frente Popular para la Liberación de
Palestina”, pero la muestra de su fotografía a los supervivientes no dio
resultados. Nadie lo reconoció.
El informe policial resta valor a los relatos de los
testigos, pese a su coincidencia en señalar al mismo sospechoso y describirlo
con detalle. “En cuanto a los testigos del hecho ha de hacerse constar que los
testimonios fueron mínimos y en su mayoría exentos de valor, extremo este que
ha dificultado la identificación de los presuntos autores”, afirma el
documento.
Ni una sola referencia al misterioso hombre del
bigote. Los testigos se preguntan por qué.
Opinión:
Cuanto queda todavía por aclarar de aquel atentado en el que los objetivos eran los militares americanos que siempre abarrotaban el local pero que aquella noche les dio por no ir... mientras 18 ciudadanos anónimos españoles eran asesinados y casi 100 resultaban heridos.
Cuanto queda todavía por aclarar de aquel atentado en el que los objetivos eran los militares americanos que siempre abarrotaban el local pero que aquella noche les dio por no ir... mientras 18 ciudadanos anónimos españoles eran asesinados y casi 100 resultaban heridos.
En 1989 entre en
contacto con algunos de ellos y lo cierto es que siempre he admirado su
entereza y su paciencia. Pese a ser considerad@s como victimas de otra "división",
de aquellas de las que casi nadie habla, jamás les he escuchado ninguna declaración
fuera de lugar.... muy al contrario de otras victimas de división superior que
se dedican a increpar, insultar e injuriar a cualquiera que no comulgue con sus
ideas personales o partidistas. O ambas dos.
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