10 abril 2015
Un paquete cargado de muerte y
desmemoria
Dos artificieros mueren en Madrid al desactivar un paquete bomba
Una tremenda explosión sacudió la nave de la empresa de
transportes Express Cargo en el polígono industrial de Villaverde, de Madrid en
la noche del 1 de julio de 1991. La deflagración de un paquete bomba de ETA,
cargado con siete kilos de explosivo, destrozó la estructura del edificio. Bajo
los escombros de la techumbre quedaron los cuerpos sin vida del subinspector de
policía Pedro Domínguez y del oficial Luis Claraco, del grupo de artificieros
Tedax, que habían acudido a desactivar el artefacto. Su compañero José Luis
Jiménez, gravemente herido, falleció horas después en el Hospital Doce de
Octubre. La
Audiencia Nacional juzga este jueves a la etarra Itziar
Alberdi, supuesta coautora de este triple crimen junto al arrepentido Joseba
Urrusolo Sistiaga, que ya fue condenado por este atentado. Alberdi fue detenida junto a su pareja, Juan
Jesús Narváez Goñi, el 17 de febrero de 2014, en Puerto Vallarta (México),
donde daba clases de yoga.
La vista oral, casi 24 años después de los hechos, ha sido
un monumento a la desmemoria de la acusada, que ha negado cualquier vínculo con
los hechos, y de los otros miembros del
comando itinerante Ekaitz de la banda: el propio Urrusolo y Fernando
Díez Torres, citados por el tribunal como testigos. El juicio, en la Sección Tercera de
lo Penal, presidida por Alfonso Guevara, ha quedado visto para sentencia.
El paquete se entregó el 25 de
junio de 1991, y su carga mortal estuvo circulando durante una semana por el
centro de España. Al día siguiente de la entrega, el mensajero de Express Cargo
Fernando Morales llegó con el bulto al Ministerio de Justicia. “Me acuerdo
perfectamente de todo: en el escáner del Ministerio se veía todo oscuro;
llamaron por walkie talkie al jefe de seguridad. Estuvieron una
hora decidiendo qué hacían; yo les dije que o se lo quedaban o que me lo
devolvieran como no aceptado”, relató Morales al tribunal. El mensajero cargó
el paquete explosivo en su furgoneta y prosiguió su reparto por el sur de
Madrid. Al terminar su ruta, volvió a la nave central de la empresa en el
polígono de Villaverde, depositó allí el paquete y rellenó un parte de
incidencias.
El protocolo de la empresa de transportes indicaba que
pasado un plazo sin haber podido entregar el envío, este debía regresar a su
remitente. Cuando Express Cargo trató de ponerse con la ficticia Gráficas
Jotasu en Valladolid, supo que esa empresa era desconocida en la ciudad. En el
entretiempo, al no haberse producido la explosión planeada, un comunicante de
ETA avisó por teléfono a la empresa, en su oficina de Aranda de Duero (Burgos),
de que el paquete contenía una bomba. Era el 1 de julio, sobre las 16.30.
Esa tarde, inspectores de la Policía Nacional
y miembros de los Tedax acudieron a la nave de Villaverde. Al no lograr
explosionar el artefacto con un robot teledirigido, los artificieros optaron
por desactivar el paquete bomba a mano. A las 22.30, la trampa de doble
detonante que contenía el paquete hizo su fatal efecto. El estallido de los
siete kilos de explosivo destrozó el fondo de la nave, donde los Tedax habían
aislado el paquete, y mató a los especialistas de la policía. Dos días antes, un pauqte similar de ETA había
matado a otras cuatro personas y causado heridas a otras 30 en la cárcel de
Sevilla I.
La principal prueba contra Itziar Alberdi es el cuaderno
que se le intervino a su compañero de comando Fernando Díaz Torres tras su
arresto en Tarragona en marzo de 1992. En esta libreta, figuran anotaciones de
puño y letra de la etarra sobre la empresa Express Cargo y su dirección en
Valladolid. También hay un croquis e información manuscrita de Alberdi sobre
militares que residían en el céntrico Paseo Zorrilla de la capital castellana,
posibles objetivos de la banda. “No tengo nada que ver con los hechos que se
están juzgando aquí, no he estado nunca en Valladolid, en aquellas fechas
estaba alquilando y acondicionando una casa en Valencia”, ha asegurado Alberdi.
La acusada, que solo ha respondido a las preguntas de su defensa, ha
manifestado que en ese cuaderno “se centralizaban informaciones” de “diversas
fuentes” y “cualquiera podía realizar anotaciones en él”.
José Luis Urrusolo Sistiaga, el primer testigo en declarar,
ya fue condenado por este atentado en 2010. “He reconocido mi participación en
otros atentados, pero no en este; en aquellos momentos era militante de ETA y
asumo mi participación en lo que hice, pero en este atentado no participé”, ha
manifestado. Sobre esta base, el exmiembro de la banda y jefe del comando Ekaitz, ha negado conocer o
reconocer a Alberdi: “A la gente con la que me relacionaba no la conocía por
sus nombres, usábamos nombres que podían cambiar con arreglo a las
circunstancias”. Urrusolo ha afirmado que “nunca” estuvo en Valladolid y que
“nunca” envió a nadie a esa ciudad a cometer atentados.
Sin embargo, la mayor muestra de amnesia la ofreció el
excompañero de comando y dueño del cuaderno con las anotaciones, Fernando Díez
Torres: “No conozco a Itziar”, “no recuerdo si yo pertenecía a un comando de
ETA en aquellas fechas”, “no recuerdo si vivía en un piso de Valencia”, “no
recuerdo nada de un paquete bomba para el Ministerio de Justicia”, “han pasado
23 años y no recuerdo todo aquello, me detuvieron por muchas cosas y no
recuerdo lo que llevaba encima ni lo que dejaba de llevar”, “no recuerdo nada”,
fueron sus respuestas.
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