10 abril 2015
“El Estado Islámico tiene afán de
gestionar, de desarrollarse como un Estado”
Javier Martín, corresponsal de EFE
en el norte de África, presenta ‘Estado Islámico. Geopolítica del caos’
Este viernes se presentará el libro Estado Islámico. Geopolítica del
caos del periodista Javier
Martín donde no solo disecciona su estructura y financiación, sino que explica
sus orígenes ideológicos y analiza la nueva geopolítica , el fracaso de las
primaveras árabes, los errores de Occidente y el pulso entre Irán, Arabia Saudí
e Israel.
Cada día conocemos algo nuevo sobre el Estado Islámico
(EI). Esta semana un informe presentado al Consejo de Seguridad de la ONU y filtrado por la agencia
de Noticias Reuters señalaba que más de 25.000 combatientes extranjeros de 100
nacionalidades distintas se han sumado a las filas de Al Qaeda y el Estado
Islámico. Siria e Iraq acogen a la mayoría de ellos.
En tu libro afirmas que el EI tiene una “obsesión por
gestionar” ¿es esa una razón para quedarse, para estabilizarse allí donde
llegan? ¿Es esa la razón, también, de su éxito frente a Al Qaeda?
Existen dos diferencias fundamentales entre el Estado
Islámico y Al Qaida: la primera, es que el EI es un movimiento genuinamente
iraquí que nace para dar respuestas a un problema específico en Irak, mientras
que Al Qaida es una idea, una estrategia global de lucha que engloba todas las
nacionalidades.
La segunda entronca con la idea anterior. Mientras que el
EI tiene un afán de permanecer, de gestionar, de desarrollarse como un Estado
en las zonas suníes de Irak y parte de Siria, Al Qaida no tiene un arraigo
sobre el terreno. Es una multinacional con decenas de franquicias que tiene
como principal objetivo difundir el combate yihadista por todo el mundo.
En este sentido, el “éxito” del Estado Islámico se cimenta
en que trata de dar respuestas a los problemas de la comunidad suní iraquí,
marginada y atosigada, abandonada y empobrecida desde el derrocamiento de Sadam
Husein. Y es aceptada por gran parte de esta comunidad, cansada de doce años de
guerra, inseguridad y caos, pese a que lo haga de manera brutal e inhumana.
¿Cómo luchar contra este proto Estado con ambiciones
territoriales en Siria e Irak, que además cuentan con financiación y con
capital humano como consecuencia del descontento de muchos jóvenes con sus
sociedades?
La fórmula no es novedosa, Estados Unidos ya lo probó con
cierto éxito entre 2006 y 2009, cuando creó los “Consejos del Despertar”,
aunque no se acabó el trabajo. Como digo, el Estado Islámico trata de dar
respuestas a las deficiencias de la comunidad suní iraquí y explota el
conflicto confesional en su beneficio. Desde la caída de Sadam Husein, los
suníes han pasado de verdugos a parias. En las zonas suníes no hay seguridad,
no hay trabajo, no hay recursos, no se ha reconstruido apenas nada; el agua
corriente es un sueño y la electricidad una entelequia. Hasta la llegada de la
brutal policía del EI, los robos y los asesinatos estaban a la orden del día.
La solución es darle a los suníes seguridad, trabajo y
dignidad. Existen muchos grupos suníes moderados y laicos en Irak. Desmantelado
el estado en 2003, se debe tratar de ayudar a Irak a convertirse en un estado
federal, en el que cada una de las tres comunidades -suníes, chiíes y kurdos-,
tengan sus espacios y cuotas de poder, autonomía, riqueza y dignidad.
¿Qué atractivo ofrece el EI a los jóvenes de Occidente para
acabar marchándose a Siria o Iraq a luchar cuando en sus países la situación
puede parecer mejor que la que encuentran allí donde van?
El atractivo del Estado Islámico proviene, en gran parte,
de nuestras carencias y deficiencias como sociedad. De nuestra incapacidad de
asimilar la inmigración que nos llega del norte de África y de Oriente Medio y
de nuestra errónea política de inmigración, más inclinada a aislar que a crear
espacios de diálogo e integración. La gran mayoría de los jóvenes que se unen
al Estado Islámico proceden de guetos, de barrios de inmigración de las
capitales europeas, donde viven de espaldas a nuestra sociedad, sin futuro ni
esperanza, sintiéndose rechazados, sin apenas actividades sociales y
culturales, más allá de las que le ofrecen las mezquitas lideradas por clérigos
formados en el wahabismo y financiados por Arabia Saudí.
Aunque no podemos negar que existe, también, un componente
de idealismo vinculado a la crisis de Occidente y sobre todo, al fracaso de las
revoluciones árabes.
¿Debemos repensar nuestras relaciones, alianzas en oriente
Medio? ¿Debemos cambiar el rumbo de la política de occidente con respecto a
Oriente Medio?
Afortunadamente ya se está viendo. No es un socio fiable al
cien por cien, pero la integración de Irán en el tablero geoestratégico es
fundamental. No puede haber una solución a las diferentes crisis que saltean
Oriente Medio sin la intervención de Teherán. Estados Unidos comenzó a
comprenderlo en el año 2011, cuando Obama autorizó las negociaciones secretas a
través del sultán Qabús de Omán. Y el resultado se comienza a ver en el pre
acuerdo nuclear firmado recientemente.
Irán sostiene el gobierno chií en Bagadad. Apoya a los
houthis en Yemen, sostiene a Bachar al Asad en Siria, tiene una relación
estrecha con Hizbulá en el Líbano y apoya a Hamás en Palestina. Mantiene
relaciones políticas y económicas con Turquía y Rusia. Y es socio comercial con
China. A este acercamiento se oponen con obstinación Arabia Saudí e Israel, los
aliados tradicionales de Washington en la zona. Dos gobiernos igualmente poco
fiables: Arabia Saudí y el wahabismo son los principales promotores de
yihadismo en el mundo; e Israel prefiere las dictaduras a las democracias en la
región.
¿Nos hemos equivocado en Occidente apoyando gobiernos
dictatoriales en Oriente Medio (Ejemplo: Mubarak, Al Sisi en Egipto) por miedo
a otorgar poder a gobiernos islamistas?
Por supuesto. Igual que nos hemos equivocado al intentar
imponerles nuestra forma de sociedad y democracia sin atender a sus
peculiaridades. Sin promover el desarrollo de sociedades de derechos propias.
El caso de Egipto es el más claro: imagina un chico sin futuro en la época de
Mubarak; se levanta, logra echar al dictador, se ilusiona con un nuevo sistema,
ve a sus amigos morir en la represión y al final de todo ese camino de sangre y
dolor, Occidente aplaude el ascenso al poder de otro dictador militar similar a
Mubarak como Al Sisi. ¿Qué crees que pensará ese chico?
¿Afirmas que el punto de inflexión fue la invasión
anglo-estadounidense de Irak. ¿Hubiese cambiado mucho la historia de no haber
intervenido?
Sin la invasión de Irak, que recordemos fue ilegal según el
derecho internacional y contó con la oposición de millones de personas, la
historia sería otra. Es mucho decir, pero probablemente el Estados Islámico no
existiría en su forma actual. Aunque el error más grave no fue la invasión
militar, sino la decisión de George W. Bush y sus aliados neoconservadores como
Aznar de desmantelar el estado baazista y el Ejército iraquí. Muchos de
los que ahora dirigen las tropas y las huestes burocráticas de Al Bagdadi
fueron altos cargos de la administración y los servicios secretos del derrocado
Sadam Hussein.
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