14 abril 2015
El
terrorismo yihadista: un totalitarismo del siglo XXI
La explosión fortuita de un transformador eléctrico la
madrugada del pasado domingo, en el campus de Kikiyu, de la Universidad de
Nairobi (Kenia), afectó –como es natural en un accidente de este tipo– al
sistema de suministro energético del lugar y ocasionó algunos segundos de
estruendo; sin embargo, esos segundos fueron suficientes para desencadenar el
pánico entre los estudiantes del campus y provocar una estampida de
consecuencias dramáticas: un estudiante ha muerto y más de un centenar han
resultado heridos –en muchos casos de extrema gravedad–, por lo que no se
descarta que la cifra de muertos siga aumentando.
En realidad, lo que resonó la madrugada del pasado domingo,
durante unos angustiosos instantes, en los oídos de aquellos estudiantes, no
fue la explosión de un transformador eléctrico, sino los ecos del terror que
diez días antes azotaba a su país y hacía estremecer al mundo entero; me
refiero al atentado perpetrado por el grupo terrorista Al Shabab –filial de
Al-Qaeda en Somalia y Kenia–, que costó la vida, al menos a 148 personas en la
Universidad de Garissa, al este del país.
El escenario internacional nos muestra hoy a dos grandes
«multinacionales del terror» disputándose el macabro liderazgo de la «yihad
mundial»: Al Qaeda y el llamado Estado Islámico, mejor llamado Daesh. Los dos
líderes de ambas formaciones, Ayman al-Zawahiri y Abu Baker al-Baghdadi,
pretenden ser los campeones indiscutibles del yihadismo y las referencias
espirituales de una pléyade de franquicias diseminadas en varios países. Esa
disputa entre ambos no es solo ideológica sino que también se ha llevado al
terreno de las acciones terroristas, con enfrentamientos producidos en Siria
entre militantes de ambas organizaciones que, hasta el día de hoy, han
producido más de 3.500 muertos, incluidos numerosos civiles.
Ambas organizaciones terroristas rivalizan a diario pero
convergen en un objetivo compartido: destruir todo aquello que se aparte de su
fanática y delirante interpretación de la vida. Un totalitarismo de la peor
especie que amenaza con atacar cualquier modo de vida que no sea el que ellos
mismos proclaman. Esta convergencia de intereses ha quedado patente en los
atentados de París, del pasado 7 de enero, en los que las acciones terroristas
de militantes de ambas organizaciones coincidían en el tiempo y provocaban el
júbilo de sus seguidores en las redes sociales. Una segmentalidad electiva que
les hizo cómplices en un ataque devastador a nuestro sistema de valores.
Desde entonces, el nivel de alerta terrorista en España se sitúa,
por elemental coherencia con el escenario internacional, un grado por encima
del vigente antes de aquella fatídica fecha.
El Gobierno de España tiene plena conciencia de la
dimensión que alcanza la amenaza del terrorismo yihadista. Desde el inicio de
la Legislatura, la lucha contra esta amenaza ha sido una prioridad del
Ministerio del Interior. Hemos puesto el acento en aquellos aspectos de la
política antiterrorista que, después de décadas luchando contra una
organización fanática y sanguinaria como ETA, han demostrado ser la clave de la
eficacia. El terrorismo yihadista, como todos los terrorismos, se combate
promoviendo, al menos, cinco vectores:
–En el terreno político, la unidad frente a los
terroristas.
–En el terreno policial, la correcta dirección y
coordinación, así como el constante respaldo y apoyo a la labor impagable de
las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, artífices diarios de la lucha
antiterrorista.
–En el plano normativo, la adopción de un marco legislativo
que permita a jueces y fiscales actuar eficazmente contra organizaciones e
individuos terroristas.
–En el ámbito de las relaciones internacionales, la más
estrecha cooperación con otros Estados y el fortalecimiento de las herramientas
de lucha antiterrorista en el seno de las organizaciones internacionales y,
singularmente, en la Unión Europea.
–En el terreno social, mediante el impulso –en necesaria
cooperación con otras Administraciones Públicas y con organizaciones sociales–
de políticas públicas adecuadas para prevenir la radicalización.
Éstas han sido las cinco divisas que han guiado la
actuación del Ministerio del Interior y del conjunto del Gobierno en materia de
lucha antiterrorista, presididas por una directriz que tiene rango de verdadero
imperativo ético, como es el reconocimiento, gratitud y permanente homenaje a
las víctimas del terrorismo.
Comenzando por la necesaria unidad de las fuerzas políticas
frente a la amenaza terrorista, el Pacto de Estado suscrito recientemente entre
el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el líder de la oposición
constituye un evidente ejercicio de liderazgo constructivo para aparcar las
diferencias y combatir conjuntamente contra el terrorismo internacional,
actualizando un compromiso político que resulta de vital importancia para adoptar
el resto de medidas con el máximo consenso, comenzando por la aprobación –con
un amplísimo respaldo de las Cortes Generales– de una reforma del Código Penal
que refuerza notablemente la eficacia del Estado de Derecho en esta ardua
tarea.
En cuanto al trabajo policial, la perseverancia de la
Policía Nacional y de la Guardia Civil durante décadas de lucha contra la banda
terrorista ETA, con una estremecedora cifra de víctimas en sus filas, ha
permitido a nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado atesorar un
caudal de experiencia y profesionalidad en la lucha antiterrorista, que
posiciona a nuestros cuerpos policiales entre los mejores del mundo en esta
materia. Ahora, todo ese caudal de experiencia y profesionalidad hemos de saber
aprovecharlo para combatir las amenaza del terrorismo yihadista, que presenta
algunas singularidades respecto a lo que ya conocíamos. No menos encomiable es
la labor de miles de funcionarios de prisiones que han sabido aplicar con
eficacia la política penitenciaria como un brazo más de la lucha antiterrorista
y que siguen haciéndolo en la nueva modalidad de terrorismo.
Para que la labor de los operativos se desarrolle con la
máxima eficacia y sin interferencias, es necesaria una adecuada coordinación y
contar con la mejor inteligencia criminal adaptada a los nuevos perfiles de la
amenaza. Además de la labor que realizan los servicios de información de
Policía Nacional y Guardia Civil, hay que destacar el papel relevante que
cumple el Centro Nacional de Inteligencia y la decisiva aportación de un
organismo del Ministerio del Interior como es el nuevo Centro de Inteligencia
contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (Citco), que por primera vez reúne
en un mismo órgano la coordinación y la inteligencia criminal estratégica de
los dos fenómenos delictivos más graves: el terrorismo y el crimen organizado,
añadiendo una tercera dimensión de análisis, como es la de la eventual relación
entre ambos fenómenos delictivos que, en tan sólo unos meses, ha permitido
detectar más de 200 coincidencias en elementos objetivos que demuestran
relaciones entre el crimen organizado, singularmente el tráfico de drogas y la
actividad de individuos sospechosos de terrorismo.
En cuanto a las reformas legislativas emprendidas para
dotar del vigor necesario a nuestro Estado de Derecho, la nueva redacción dada
al Código Penal en este terreno sitúa nuestro ordenamiento jurídico como uno de
los más avanzados de Europa en esta materia.
A diferencia del terrorismo de banda armada, el terrorismo
yihadista carece de una estructura jerarquizada y no se basa en un reparto
claro de roles. Los expertos como Gilles Kepel hablan de la tercera generación
de yihadismo, en la que el protagonismo ha pasado de las células o grupos
organizados a la figura de los «actores o lobos solitarios», es decir,
individuos que llevan a cabo su propio adiestramiento y proceso de
radicalización a través de los materiales difundidos –generalmente a través de
Internet y las redes sociales– por Daesh, Al Qaeda, y sus grupos terroristas
anejos.
También la actividad propagandística pasa a primer plano
pues hoy ya nadie es ajeno a la macabra cinematografía con la que difunden sus
crímenes, a fin de captar nuevos adeptos, en una clara manifestación de la
rivalidad que comparten Daesh y Al Qaeda por liderar la misión de imponer la
Ley Islámica en todo mundo.
Este contexto explica que se haya tipificado como delito de
terrorismo el adoctrinamiento y el adiestramiento militar o de combate o en el
manejo armas y explosivos, incluyendo expresamente el adoctrinamiento y
adiestramiento pasivo, con especial mención al que se realiza a través de
Internet, para incorporarse a una organización terrorista, colaborar con ella o
perseguir sus fines.
Otra singularidad de este nuevo terrorismo es el desplazamiento
de miles de personas, desde todos los rincones del mundo, para incorporarse a
las acciones de combate y martirio que las organizaciones terroristas llevan a
cabo en Siria y en otros escenarios de conflicto, como Irak. Es el fenómeno de
los foreign fighters que preocupa extraordinariamente en toda la Unión Europea
y que también se ha incorporado al Código Penal, tipificando el fenómeno de los
combatientes terroristas extranjeros, esto es, aquellos que para integrarse o
colaborar con una organización terrorista o para cometer un delito de
terrorismo se desplacen al extranjero.
Asimismo, es de capital importancia combatir con eficacia
la financiación del terrorismo y las diversas formas de colaboración con las
organizaciones o grupos terroristas, por lo que se contemplan específicamente
las acciones de captación y reclutamiento, el enaltecimiento o justificación
públicos del terrorismo, los actos de descrédito, menosprecio o humillación de
las víctimas, así como la difusión de mensajes o consignas para incitar a otros
a la comisión de delitos de terrorismo. Se otorga especial consideración a la
comisión de estas conductas utilizando medios como Internet, y se regula la
posibilidad de que los jueces puedan acordar como medida cautelar la retirada
de estos contenidos.
En el plano internacional, la cooperación bilateral resulta
imprescindible y su efectividad queda acreditada, por ejemplo, en las diversas
operaciones que se han realizado conjuntamente por los servicios españoles con
las Fuerzas de Seguridad del Reino de Marruecos, un hecho sin precedentes en la
lucha antiterrorista europea.
Especial relevancia tiene el ámbito europeo, en el que
España ha participado desde el inicio con el máximo compromiso en todas las
iniciativas adoptadas para combatir el terrorismo yihadista, tanto en el
terreno de la prevención, presentando proyectos en materia de lucha contra la
radicalización, como en el terreno operativo, policial y de inteligencia.
En el ámbito de los Consejos de Ministros de Interior
propusimos hace meses la conveniencia de modificar la Decisión marco sobre
terrorismo para incluir aquellos delitos característicos del terrorismo
yihadista, en particular, el adoctrinamiento pasivo.
También hemos impulsado con decisión la necesidad de
aprobar la Directiva que regula el PNR europeo (Passengers Name Record) para
dotarnos de una herramienta analítica de enorme utilidad hacer frente al
fenómeno de los foreign fighters y de los eventuales desplazados.
Asimismo, hemos propuesto en la Unión Europea la
armonización de los sistemas de evaluación de la alerta antiterrorista, de
manera que tengamos un marco común que permita comparar las decisiones
adoptadas en cada Estado y estamos liderando algunas prioridades de Europol
como, por ejemplo, las relativas al tráfico de armas.
En el terreno social, la lucha contra el terror exige hacer
esfuerzos en el campo de la prevención y, desde esa perspectiva, es necesario
subrayar que el pasado 30 de enero fue aprobado por el Consejo de Ministros el
Plan Estratégico Nacional de Lucha contra la Radicalización Violenta. Se trata
de una herramienta multidisciplinar para detectar los focos de radicalización
violenta y actuar a tiempo sobre ellos. En este mismo ámbito de la prevención,
debemos destacar también el «Programa de Intervención con Internos Islamistas
en Centros Penitenciarios», cuyo objetivo es la detección de los procesos de
radicalización en el interior de las prisiones.
Hoy el terrorismo yihadista, que no entiende de fronteras,
que ofrece distintos rostros y aprovecha todos los resortes que están a su
alcance para propagar su proyecto totalitario, constituye la mayor amenaza para
nuestra libertad y seguridad. A mediados del siglo pasado, sir Winston
Churchill dijo que «la democracia es el sistema político en el cual, cuando
alguien toca a la puerta de tu casa a las seis de la mañana, se sabe que es el
lechero»; pues bien, hoy el papel de los gobiernos democráticos, como actores
protagonistas en la lucha contra el terrorismo, hasta su derrota final, pasa
por hacer realidad que cuando un ciudadano escucha de madrugada el sonido de un
transformador de luz que deja de funcionar, no se apaga nada más.
Opinión:
Dice el señor ministro que ha “guiado la actuación del
Ministerio del Interior y del conjunto del Gobierno en materia de lucha
antiterrorista, presididas por una directriz que tiene rango de verdadero
imperativo ético, como es el reconocimiento, gratitud y permanente homenaje a
las víctimas del terrorismo”.
Pues que bien… que se lo digan a una víctima del terrorismo
que lleva dos meses esperando una llamada telefónica para que le digan,
simplemente, SI o NO a una consulta que realizó. O que se lo digan a esas víctimas
a las que se exige desde el Ministerio que el dirige unos documentos “originales”
realizados hace mas de veinticinco años y que, por ley, quien entonces los
expidió no tiene la obligación legal de guardarlos por mas de quince. O que se
lo diga a esas víctimas que me están llamando ante el desamparo en el que se
encuentran tras años de abandono. O que se lo digan a las 280 que todavía deben
ser localizadas por atentados ocurridos en Cataluña. O que se lo digan a las víctimas
que se creen la milonga de las ayudas psicológicas para acabar en la red de la
Sanidad pública, con psicólogos que se ponen a temblar (casos verídicos) al
saber que su nuevo paciente sufrió un atentado. O a las familias que esperan que sus fetos no nacidos por sufrir la madre un atentado sean reconocidos como víctimas...
Sinceramente, menos “homenajes” y menos “actos de
reconocimiento” (o sea, menos fotografías
con los amiguetes) y más interés en trabajar de verdad por las víctimas anónimas
del terrorismo. De todos los terrorismos causados por todas las bandas
terroristas.
Y sobre el tema organizativo y de colaboración entre países
y FCSE, ya hablaré otro día. Son las 09:28 de la mañana y estoy a punto de
entrar en la consulta médica con una víctima de un atentado de hace “solamente”
28 años. Por cierto ¿dónde están los asistentes sociales del Ministerio de
Interior? Si señor ministro, esos que vienen a las 10 de la mañana y
desaparecen tres horas después para no volver.
¿Y la Oficina de Atención a Víctimas del Delito de la
Generalitat de Catalunya? Ese también es otro tema…
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