lunes, 13 de abril de 2015

12 abril 2015 (2) El Mundo del Siglo XXI

12 abril 2015

'Es él, el que puso la bomba'

Un testigo reconoce que el terrorista que mató a 18 personas es el mismo de la foto y el retrato robot

Se trata del sirio-español que alcanzó la cúpula de Bin Laden: Setmarian

Su última pista se pierde en Siria



Se abre la fotografía en la pantalla del ordenador y Alberto J., abogado y consultor madrileño de 62 años, da un respingo. Como si acabara de ver al mismísimo demonio. "¡¡¡Este es el hijo de puta!!!", exclama desconcertado por el descubrimiento. “Sí, sí, sin duda es él. Este es el hijo de puta, con perdón, que puso la bomba", maldice al tipo de la foto. La aparición que tanto lo ha sobresaltado es una vieja imagen en blanco y negro del escurridizo Mustafá Setmarian, una figura tan relevante dentro del yihadismo internacional que conviene apuntar su semblanza antes de desvelar por qué Alberto se comporta como si hubiera visto un fantasma.
A Setmarian, nacido en Siria hace 56 años pero con pasaporte español desde hace tres décadas, se le considera el fundador de Al Qaeda en España, organización terrorista en cuyo escalafón luego ascendería hasta retratarse sentado al lado de Bin Laden en las montañas afganas de Tora Bora en calidad de hombre de confianza y ya ungido como el referente intelectual de Al Qaeda y su principal estratega. De Setmarian es, entre otros títulos, la biblia del yihadismo internacional, un manual de 1.600 páginas titulado Llamada a la Resistencia Islámica Global que le valió el apodo de "arquitecto de la yihad moderna" porque en él alentaba a los musulmanes a cometer acciones terroristas por su cuenta -los lobos solitarios- u organizados en pequeñas células.
Suyo es por tanto el copyright de la fórmula con la que se ejecutó el 11-M, el 7-J, la carnicería de la maratón de Boston, de la que se cumplen dos años el próximo miércoles, o el ataque a la sede de Charile Hebdo. En casi todas las investigaciones de estos atentados salió a relucir en algún momento el nombre de Setmarian, al que se le perdió el rastro en Siria hace casi una década y cuyo paradero es hoy un misterio. Que el FBI llegara a ofrecer cinco millones de dólares como recompensa por su cabeza es un indicio de su importancia.
Y es precisamente la cabeza de Setmarian, su morfología, lo que hace que Alberto J. sostenga ahora con rotundidad que es el hombre al que vio aquella noche en la barra del madrileño restaurante El Descanso -ubicado en el kilómetro 14,2 de la carretera de Barcelona- minutos antes de que a las 22.30 horas del viernes 12 de abril de 1985 todo volara por los aires. Hoy se cumplen 30 años de aquello, del atentado más olvidado de la Historia reciente de España, el primero de factura yihadista en territorio español, una masacre que se saldó con 18 muertos y que nunca se juzgó porque no se pudo determinar quién fue el autor material.
"Iba vestido muy moderno, deportivo, nada árabe ni que se le parezca, llevaba una cazadora muy llamativa, de color rojo creo", rescataba este miércoles Alberto sus recuerdos de aquel fugaz pero trascendental encuentro. "Él tomaba algo en la barra a unos tres metros de mí y tenía una bolsa de deportes de esas antiguas que se colgaban con un asa en el hombro. Dejó la bolsa a sus pies en la barra. Luego la cogió, se marchó y la dejó a la entrada, junto a los baños, cerca del radiador, porque yo tengo las piernas llenas de metralla del radiador. Le vi la cara unos instantes: tenía la frente muy despejada, la cabeza amplia por la parte de arriba, con forma como de bombilla, el pelo corto, bigote... Me quedé con los detalles porque se parecía mucho en la forma de la cabeza a un amigo mío y cuando se lo conté a la policía tomaron a mi amigo como referencia para hacer el retrato robot. El retrato robot no se parece mucho al hombre que yo vi, pero esta fotografía... Lo tengo claro, clarísimo, es él. Me ha despertado imágenes muy vivas la foto esta", insiste en el reconocimiento positivo.
Alberto tenía entonces 32 años y esperaba mesa cerca de la barra de El Descanso para cenar con su novia -una australiana de nombre Mercedes con la que tenía previsto casarse el mes siguiente-, y con una pareja de amigos: Cristina y Arturo, este último agente de seguridad de la Presidencia del Gobierno.
Iban a tomar las famosas ribs del restaurante, las costillas que atraían a muchos soldados estadounidenses de la cercana base de Torrejón de Ardoz. A ellos debía de estar destinada la bomba, se pensó entonces ante el desconcertante ataque, pero no hubo ningún norteamericano entre los 18 fallecidos y sólo uno, James Walden, figuró en la lista de 82 heridos. La explosión no se sincronizó con las costumbres de los soldados de EEUU, que nunca cenaban tan tarde.
Alberto perdió a dos de las personas que lo acompañaban: su prometida y su amigo Arturo. Cristina -a quien Crónica ha localizado pero quien declina la invitación a participar en este reportaje- y él sobrevivieron y sólo ellos dos, junto al camarero Gregorio Fernández de la Cueva, supieron dar a la Policía detalles del presunto terrorista. Había unas 400 personas en El Descanso aquel viernes 12 de abril.
"Sí, mi cuñado Gregorio lo vio pero falleció hace casi 20 años", dice Francisco Posado, quien también servía las mesas esa noche en El Descanso y quien, 30 años después, como todas las víctimas a las que este suplemento ha visitado o preguntado, se sigue sobresaltando con un simple petardo o un golpe en la barra del bar que ahora regenta en San Fernando de Henares (Madrid).
Su cuñado Gregorio murió joven pero dejó a los investigadores una descripción precisa del hombre al que sirvió un botellín de cerveza y que le llamó la atención porque desentonaba solo entre tantas parejas y familias esperando para cenar. Los datos que dio cuadran con el físico que Setmarian lucía en aquella época: "Unos 27 años [Setmarian tenía 26], 1,70 metros de estatura, complexión normal, pelo castaño tirando a rubio, pequeño bigote, peinado para atrás y pelo más bien corto; vistiendo cazadora militar de color verde". Es en este punto, el color de la cazadora, que Alberto J., recuerda roja, en lo único en que difieren sus testimonios.
Ninguno de los testigos pudo reconocer a Setmarian en las fotografías de los archivos policiales ya que el sirio no estaba fichado entonces y ni siquiera había rastro aún de su presencia en España. Las investigaciones se decantaron por seguir la pista que conducía al Frente Popular para la Liberación de Palestina como responsable del atentado, pero no dieron frutos y el caso acabó archivándose en marzo de 1987 sin autor conocido.
Hasta que en julio de 2005, con Setmarian ya encumbrado como gerifalte de Al Qaeda y en la lista de los más buscados de los servicios de inteligencia de todo el planeta, EL MUNDO publicó una fotografía suya, y uno de los supervivientes, al verla impresa, tuvo una reacción similar al brinco que ha dado Alberto esta semana. "¡Es él! ¡Éste es el de la bomba!". Con el testimonio de esta persona, cuya identidad preservamos por ser testigo protegido, el juez Ismael Moreno dispuso, en septiembre de 2005, la reapertura del caso. Finalmente, el 28 de noviembre de 2008 se decretó el sobreseimiento provisional de nuevo por falta de autor conocido.
A esta identificación de hace una década se une ahora la que hace Alberto J., quien también pide que se preserve su nombre completo "por seguridad" y quien asegura que la Audiencia Nacional no lo convocó para ver si él también reconocía a Setmarian cuando en 2005 se desempolvó el sumario 65/1986. Ni siquiera sabía de la reapertura. De estar en lo cierto Alberto y el testigo protegido, Mustafá Setmarian habría predicado a sus discípulos con el ejemplo convirtiéndose él mismo en uno de los precursores de esos lobos solitarios que tanto ha alentado en sus escritos y discursos. "El terrorismo es un deber; el asesinato, una regla. Toda la juventud musulmana debería convertirse en terrorista”, se le oye decir en una de la treintena de clases magistrales grabadas en vídeo y subidas a Youtube que impartió en agosto de 2000 en Al Ghuraba, el campo de entrenamiento yihadista en Afganistán que Setmarian dirigía en aquella época.
Su imagen en estas grabaciones dista mucho de la del joven de aspecto moderno y occidental de la época del atentado de El Descanso. Se le ve con una larga barba, más delgado, el cabello varios tonos más oscuros de aquel matiz zanahoria que le valió entre las fuerzas de seguridad el apodo de "el pelirrojo" y llevando una taqiya, la gorra musulmana, mientras garabatea en una pizarra de la que cuelga un kalashnikov. "Las centrales nucleares son difíciles de penetrar pero se puede intentar lanzando una avioneta kamikaze", sugiere en estos cursos para muyahidines celebrados un año antes del 11-S. "Una pequeña cantidad de un producto inflamable, como habéis visto en el cursillo de explosivos, es suficiente para causar un incendio forestal". ¿Y qué ideas ofrece Setmarian a sus pupilos para financiarse? "Cualquier turista lleva encima entre 1.000 y 1.500 dólares, su pasaporte, su tarjeta y las joyas de su mujer. O se le ataca y se le roba o bien nos metemos en la habitación de su hotel, lo matamos y le robamos".
Mari Ángeles del Saz, de 59 años, mira las imágenes de Mustafá Setmarian con indiferencia. "No me suena de nada”, dice. Bien podía ella también haber visto al hombre que dejó la bolsa bomba ya que en el momento de la explosión se encontraba muy cerca de la barra -junto a Alberto aunque ni se conocen ni se recuerdan-, apoyada en la barandilla que conducía al comedor del sótano, esperando a que le dieran mesa junto a su marido y unos amigos. Estaba entonces embarazada de cinco meses.
Mari Ángeles no había vuelto a poner un pie en El Descanso hasta que hace unos días accedió a regresar con Crónica y con su hija Rebeca, quien nació perfectamente pese a la virulencia de la explosión que sufrió en el vientre de su madre y quien cumplirá 30 años en agosto. Como muestra de la profunda huella que el atentado dejó en su madre, cuenta Rebeca lo sucedido en el trayecto en coche desde su casa en San Fernando de Henares hasta nuestra cita en El Descanso. La joven se ha desesperado con la lentitud de la conductora que la precedía y ha dado una palmada: "¡Venga!". "¡¡¡Ay, qué susto!!!", ha saltado Mari Ángeles en el asiento de copiloto realmente alarmada. "Mamá, que es una palmada...".
El último recuerdo que tiene Mari Ángeles de El Descanso es su cielo, muy estrellado aquella noche, el olor a quemado y un fondo sonoro de gritos y sirenas que a ella le llegaba amortiguado por el daño en sus tímpanos. Su marido le hablaba pero ella no podía oírle. Un camarero la sacó de entre los escombros y la tumbó en el patio junto a otros heridos y fallecidos. Sólo recuerda mucho dolor y que miraba el cielo.
"Yo estaba justo aquí esperando", cuenta ya de regreso a 2015, superado el impacto emocional de volver a cruzar la puerta de El Descanso. El restaurante lo regentan ahora unos jóvenes rumanos que apenas saben de la página más negra de la historia de un local que de aquella época sólo conserva el nombre y sus clásicas costillas como plato estrella. La explosión lo destrozó todo y la remodelación no se ajusta al plano original, por lo que Mari Ángeles se mueve en el escenario imaginario de entonces. "Estaba aquí esperando", explica desde el rincón que hay al entrar a la derecha. "Y de repente fue como un calambre, como un terremoto, sentí un movimiento en todo mi cuerpo, una sensación muy extraña que ahora me vuelve. Lo siguiente que recuerdo es estar tirada en las escaleras y tocar a mi alrededor. Tocaba escombros y cuerpos. Fue horrible".
Cada vez que se hace una radiografía la llaman del hospital los médicos alarmados hasta que ella les aclara que las anomalías en las piernas son restos de metralla.
Estalló en los baños
Cuenta Mari Ángeles que la explosión vino de los baños puesto que le golpeó el lado izquierdo. Coincide en este punto con Alberto, quien también sitúa el artefacto en la puerta de los servicios pese a que todas las crónicas del atentado recogen que estalló en la barra. "La mayor parte de los muertos estaban en el comedor de abajo y murieron aplastados porque se les cayó el techo del baño encima", aclara Mari Ángeles. Que la bolsa bomba se colocara en los lavabos daría sentido también a las muertes de la joven Cruz García, que estaba en el WC en el momento de la deflagración, y de Joaquín González, el hombre que repartía globos a los niños, se encargaba de la máquina del tabaco y siempre se colocaba junto a los servicios. De haber explotado en la barra, por otro lado, ni Mari Ángeles ni Alberto estarían hoy contándolo.
Mari Ángeles pone sobre la mesa otra teoría que circuló en los meses siguientes al atentado: la bomba, le dijeron a ella, estaba preparada para explotar a mediodía, cuando el salón estaba lleno de soldados norteamericanos, pero el mecanismo falló y el terrorista habría regresado por la noche para accionarlo. No hay datos que apoyen esta versión. Como tampoco hay indicios de la presencia de Setmarian en España hasta el día de su primera boda, celebrada tres meses después del atentado.
Nacido el 26 de octubre de 1958 en Aleppo, Setmarian -o Abu Musab Al Suri, nombre de guerra por el que le conoce el yihadismo- abandonó Siria por su oposición al régimen de Hafez Al Assad a principios de los 80 y se enroló en uno de los brazos armados de los Hermanos Musulmanes. Pasó por Irak y Jordania, donde se adiestró en el manejo de explosivos, y tras una breve estancia en Francia, se instaló en Madrid. Ya aquí, el 10 de julio de 1985 se casó en el Registro Civil con Pilar Toledo, nacida en Teruel y de 29 años. Consiguió así la nacionalidad española y el DNI 50852875. El matrimonio se disolvió tres años después, en noviembre de 1988.
Crónica ha buscado a Pilar Toledo para recabar su testimonio pero la primera mujer de Setmarian falleció hace más de un lustro, víctima de un cáncer. Le sobrevive una hija que tenía 18 meses cuando se ofició su boda con el "arquitecto de la yihad moderna" y a quien se le puso el nombre de una mítica cantante árabe. La niña, que hoy tiene 31 años, fue criada por el segundo marido de Pilar, español.
Todas las biografías de Setmarian recogen que se casó con la madrileña Helena Moreno, su actual esposa y madre de sus cuatro hijos, en 1987, apunte imposible ya que entonces él aún estaba unido a Pilar Toledo. Setmarian y Helena se conocieron en la Escuela Oficial de Idiomas, en Madrid, cuando él aparentemente sólo era un modesto vendedor de objetos árabes en el Rastro. Luego se trasladaron a Alfacar (Granada) y montaron un negocio de confección y venta de ropa que no fraguó. Entre medias eran frecuentes los viajes de Setmarian a Afganistán y Pakistán, donde entabló relación con Bin Laden. "Tuve el honor de conocer al jeque Osama en 1988 y de convertirme en miembro de Al Qaeda", ha contado el propio Setmarian. "Enseñé ciencias marciales y militares en los campamentos de Al Qaeda hasta 1990. Me especialicé en la fabricación de artefactos explosivos y en llevar a cabo operaciones especiales y guerra de guerrillas".
En Madrid, Setmarian acudía a rezar a la mezquita de Abu-Bakr, en el barrio de Tetuán, y es en este marco donde la policía cree que alumbró a "los soldados de Allah", el germen de lo que luego sería la primera célula de Al Qaeda en España. Setmarian y su familia se marcharon en 1995 a Londres por lo que el liderazgo de la red recayó en el famoso Abu Dahdah, detenido en 2001 en el marco de la operación Dátil que desarticuló la rama española de Al Qaeda. Setmarian también fue imputado en el caso y el juez Baltasar Garzón emitió en diciembre de 2003 una orden de búsqueda y captura que a día de hoy no ha dado resultado.
En Londres residió Setmarian entre 1995 y 1998, etapa en la que se dedicó sobre todo a cultivar su perfil mediático: elaboró reportajes sobre Bin Laden para la CNN y la BBC y se puso al frente de la revista de corte radical Al Ansar, ya desaparecida. "La única arma que tenemos para enfrentarnos con la maquinaria moderna del enemigo es la yihad y el amor a la muerte... Cuerpos mutilados, esqueletos, terrorismo... ¡Qué palabras tan hermosas!", se leía en Al Ansar en la época en que Setmarian la dirigía. El sirio-español abandonó la publicación en 1998 cuando retornó a Afganistán para ingresar en la cúpula de Al Qaeda y volcarse en la instrucción de muyahidines.
La siguiente fecha importante en la biografía de Setmarian es el 31 de octubre de 2005, cuando fue detenido por los servicios secretos pakistaníes en una tienda de la ciudad de Quetta. Fue entregado a EEUU, que había ofrecido cinco millones de dólares por su captura, y posteriormente la inteligencia norteamericana lo dejó en manos del régimen sirio, que lo encarceló hasta su liberación en 2011. Y ahí se pierde cualquier rastro de Setmarian.
Su esposa, Helena Moreno, a la que Crónica localiza en Qatar, donde reside con sus hijos, y quien ha pedido en repetidas ocasiones a la Justicia que busque a Mustafá Setmarian, ciudadano español, duda de que esté en libertad y asegura que no sabe nada de él desde hace más de una década. "La situación es que mi marido fue secuestrado hace 10 años y que nadie se ha preocupado nunca de saber dónde está. ¿Qué ha sido de él? Me imagino que está en una cárcel siria", dice. "Que no se olvide que su familia está en Siria y que, de estar libre, se habría puesto en contacto con ellos y ni su padre ni sus hermanas saben nada", añade.
Le preguntamos a Helena por los artículos que han aparecido en la revista Inspire, el boletín de Al Qaeda en la Península Arábiga, firmados por Abu Musab Al Suri, el nombre que usa Setmarian en su literatura, y publicados tras su supuesta liberación. "¿Los ha escrito él?, ¿alguien que usa su nombre? Vamos a buscarlo y cuando esté ante la Justicia que diga él qué ha hecho y qué no ha hecho", responde.
-¿Y qué dice del testimonio de 2005 que implicó a su marido en el atentado de El Descanso?
-Como decimos en España, es muy fácil buscarle las pulgas al perro cuando ya se las han encontrado. Vamos a ser serios, ¿cómo una persona que vio cinco minutos a alguien en un bar se va a acordar 20 años después? Me parece un insulto a la opinión pública y a la Justicia que se reabriera el caso.

Y sin embargo, 30 años después, otro testigo mira la foto de Mustafá Setmarian y dice: "Es él. Éste es el que puso la bomba".

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