03 febrero 2016
Pierre
Lemaitre: "Hoy es muy, muy fácil ser terrorista"
El ganador
del Goncourt y 'padre' del policía Camille Verhoeven reflexiona sobre los
atentados islamistas y analiza el relevo de la novela negra nórdica por la
francesa
Pierre Lemaitre (París, 1951) disfruta siendo cruel
con sus personajes, y si no, que se lo digan a su policía estrella, de 1,45 de altura, Camille Verhoeven,
a la mujer de este, Irène,
o a Alex (ambas dan título a dos de las novelas de su
tetralogía negra, publicada por Alfaguara y Bromera, y que ha vendido más de
medio millón de ejemplares). “Sí, tengo reputación de ser muy malo con ellos.
Le explico por qué: cuando escribía ‘Vestido de novia’
vi que no funcionaba porque la protagonista era una mujer de 30 años y me había
enamorado de ella y no quería que le pasara nada malo. Me salvó una cita de Jean Cocteau:
‘para que los dioses se diviertan es necesario que el héroe caiga de muy alto’.
Así que puse mi mano sobre su cabeza y la empujé bajo el agua de la piscina
–dice haciendo el gesto- y conté hasta 100. Cuando salió del agua, estaba
perfecta…”. “Sí –añade en una maratoniana jornada de entrevistas antes de
participar en BCNegra-,
a mi mujer le dicen que se ha casado con un loco”. Es el ganador del
prestigioso Goncourt por ‘Nos vemos allá
arriba’ (2013), donde aparcó el género negro para viajar a la
no menos negra Francia de finales de la primera guerra mundial.
A ese sangriento episodio lanza un
guiño Lemaitre en la breve ‘Rosy & John’
-experimento nacido como folletines para ‘smartphone’ en honor a su admirado Alexandre Dumas-, donde Verhoeven se enfrenta al
chantaje de un joven que ha explosionado un obús de la gran guerra en el centro
de París y amenaza con hacer lo propio con otros siete si no liberan a su
madre, en prisión por asesinato. “Hay un eco metafórico. Los años 20 y la
posguerra se parecen a la
Europa de hoy, tomada por la violencia física, no solo la
violencia simbólica del desempleo, la pobreza, el quedarse fuera del
sistema...”.
Lemaitre escribió ‘Rosy & John’ años antes de
los recientes atentados islamistas en Francia y
aunque no se tiene por visionario “presentía que nuestras sociedades son muy
frágiles”. “Siempre hemos creído que el terrorismo es complejo pero es muy, muy fácil ser terrorista y
cualquier persona con motivación y sin miedo a morir es un peligro absoluto
para las democracias, que creían que estaban a salvo y no lo están porque un
solo individuo con un arma puede aterrorizar a una ciudad como París, a
millones de personas”, constata.
El autor habló con un técnico en explosivos de la
policía. Le contó lo fácil que es conectar un cable a una bomba y hacerla
estallar. “¿Y cómo hago la bomba?, le pregunté. ‘Coges una que ya está hecha’,
me dijo, enseñando una foto en su móvil de un montón de obuses de la gran guerra que no
explotaron, en una cuneta del Este de Francia. Hay millones de ellos, salen a
la superficie como si fueran peces muertos y los campesinos los colocan ahí
hasta que la policía los recoge”.
Los atentados
islamistas
“Lo que
provocó los atentados en Francia no es una radicalización del islamismo sino
una islamización de la radicalidad –avisa Lemaitre-. Hay jóvenes marginados,
rabiosos, que la sociedad ha dejado en la cuneta y que han encontrado en el
islam radical una forma de expresar su cólera. Los ha fabricado la propia
sociedad. Hemos abandonado durante 30 años muchos territorios de la República que son
centros de droga y donde la policía no se atreve a poner los pies. ¿En qué se
convierte esa gente?”.
Gente con la que la crisis se ha cebado. “Seguro. El
capitalismo experimenta un enorme problema: la división ingente entre ricos y
pobres. En los últimos años hay menos ricos pero se han enriquecido más. En el
otro extremo de la pirámide cada vez hay más gente y más pobre. La pirámide es
un volcán y al final explota”.
Con cuatro títulos (el último, ‘Camille’, de próxima
publicación en España), Lemaitre da da por cerrada la serie de Verhoeven. “El
lector quiere el mismo libro para revivir el placer de leerlo. No habrá otro
Camille pero intentaré renovar esos placeres”, asegura. El policía quedó
marcado mental y físicamente por su madre. También en ‘Rosy & John’ aparece
el complejo de Edipo. “Es un tema recurrente en mis libros. Una lectora ya me
dijo que mis madres siempre son malas, crueles, asesinas… Tengo una visión
bastante trágica de la maternidad”, confiesa, advirtiendo que no piensa tumbarse
en un diván para un psicoanálisis.
Defensor a ultranza de la novela
negra, que reivindicó al minuto uno de ganar el Goncourt (premio que no
entiende cómo no se le dio en su día a George Simenon), el autor de ‘Irène’
cree que lo que nos fascina de la novela negra no es tanto la muerte como el
asesinato. “Todos hemos tenido ganas de matar a alguien. Lo que nos da miedo y
nos angustia es saber que somos capaces de ello. Eso forma parte del éxito del
género”. Éxito que también atribuye a que muestra una “violencia física, de
sangre”, que permite al lector exorcizar la violencia simbólica de su día a día
-“según un sondeo, dos de cada tres franceses ve posible que un día acabe
siendo un ‘sin techo’. Es superviolento”-, y también a que en la novela negra
“hay un culpable, al que se identifica y se detiene. Eso tranquiliza. En cambio
en la vida real no sabemos quien es el responsable del mal”.
Opinión:
Aparte de la evidencia de lo que
este “especialista” comenta y que no aporta ninguna novedad, me gustaría saber
la razón para que explique que se pueden encontrar obuses en las cunetas de las
carreteras... ¿es necesario dar esa información?
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