11 marzo 2017
"Recibir la
carta de extorsión de ETA era como si te diagnosticaran cáncer"
Hablan los empresarios chantajeados
por la organización terrorista en el mayor estudio sobre la extorsión realizada
por ETA a lo largo de su historia
"En la mayoría de los casos es
un proceso que se ha vivido en una absoluta soledad y que uno lo ha digerido
(...) Ha sido
tragarse todo el marrón sin pagar un
duro", confiesa un directivo chantajeado
Más
de 10.000 personas han sido víctimas del mal llamado 'impuesto revolucionario',
aunque "la mayoría del empresariado no pagó y no se marchó" de
Euskadi y Navarra
"Al no haber entregado a Euskadi Ta Askatasuna [ETA]
la ayuda económica solicitada por diez millones de pesetas y habiendo vencido
sobradamente los plazos estipulados, le queremos recordar que tanto Ud. como
todos sus bienes son objetivo operativo de ETA". La 'Carta' llevaba el
sello de la organización terrorista y el símbolo de ETA, el hacha y la
serpiente. "Aquí, lo que es insustituible, es el momento de la
recepción de la carta", confiesa un
empresario extorsionado. Es lo mismo que quien va a la mañana al
médico y le dice que dentro de media hora le va a dar el diagnostico y el
diagnóstico es cáncer. Esa media hora ha cambiado toda su vida para
siempre", cuenta.
La misiva era el banderín de salida definitivo para un
viaje largo y tortuoso para muchos empresarios y sus familiares, periplo que en
algunos casos ha pasado de generación en generación "extorsionados durante
30 años. No solo pasaba la empresa de padres a hijos, también se 'heredaba' la
extorsión", revela Izaskun Sáez de la Fuente , doctora en Sociología y Ciencia Política,
profesora de Ética en la
Universidad de Deusto y directora de la mayor investigación
interdisciplinar que se ha realizado sobre el mal llamado 'impuesto
revolucionario' de ETA.
Para entender mejor lo que han supuesto las décadas de
chantaje terrorista de ETA para el empresariado y sus familias y la soledad en
la que han vivido esa situación de acoso por parte de los terroristas, los
testimonios recogidos en el estudio sobre el chantaje de ETA dirigido por
Izaskun Sáez de la Fuente pueden ayudar a visibilizar ese
calvario.
"En una primera fase me afectó. Fue terrible, empiezas
a estar muy pendiente. La amenaza se cernía cada vez más", relata uno de los
extorsionados que ha participado en las entrevistas
personales junto a otros 65 empresarios, solo dos de ellas son mujeres. Otros
140 -el 95%, hombres- lo han hecho a través de un cuestionario 'on line'. La
identidad de todos ellos ha quedado bajo llave en el Centro de Ética
Aplicada de la Universidad
de Deusto, que dirige Javier Arellano, que ha participado también en la investigación. "En
aquel entonces" prosigue, "todavía iba a dejar a las niñas en la
parada de autobús, miraba a ver quién venía, a ver quién iba. Me acuerdo que,
yo no le conocía, pero uno iba a dejar también a sus hijas a la parada de
autobús. Llevaba una barba y yo decía: "joer, tiene una cara de etarra el
tío, este me está echando una mirada que me va a pegar un tiro".
Aunque Sáez de la Fuente ha destacado que la
mayoría del empresariado vasco y navarro no cedió al chantaje de ETA y "ni
pagó, ni se marchó", en cambio sí ha tenido que soportar ese peso en
soledad o junto a los familiares más allegados durante cinco décadas. Incluso "Ciertas instituciones públicas aconsejaban pagar a ETA o marcharse", señala Sáez. Es lo que en el
estudio se denomina la "privatización del chantaje". "En la
mayoría de los casos es un proceso que se ha vivido en una absoluta soledad y
que uno lo ha digerido (...) La contribución que ha hecho uno a la paz ha sido
la del propio sacrificio. Ha sido tragarse todo el marrón sin pagar un duro. Ha
sido recibir la sexta y séptima carta. Entonces que nadie me venga a pasar
ahora facturas", alza la voz otro empresario en el estudio desde el más
absoluto anonimato.
La investigación cifra en más de 10.000 las víctimas de una
de las vertientes más "oscura y ocultas" que ahora se trata de
visibilizar. Empresarios y sus familiares más próximos que han sufrido
trastornos psicológicos temporales, crónicos y, muchas veces, el retraimiento
social. "Yo había estado siempre muy metido en temas deportivos, en temas
de todo tipo, ¿no?, de cultura vasca. Entonces, bueno, pues todas esas cosas
las tuve que ir, un poco, o las fui un poquito dejando, alejándome del
entorno", reconoce otro
responsable de una empresa.
"No me cambié de domicilio. ¡Qué coño me iba a ir por
una situación amenazante! ¡no era cuestión de valentía! Era cuestión de
dignidad. Yo no iba a cambiar mi vida por unos tíos amenazantes", cuenta otro chantajeado.
Todo esto, además, se produce en un contexto de crisis
económica, conflictos laborales y de reconversiones brutales que acrecentaban
la imagen de un "empresariado estigmatizado y su consideración como
enemigo por parte del entramado radical", lo que "desempeñó un papel
muy significativo en la justificación social de la extorsión", señalan los
autores del libro que recoge la investigación 'Misivas del terror' (Editorial
Marcial Pons-Historia). En el estudio ahora publicado han participado también
el doctor en Teología Galo Bilbao, el doctor en Filosofía Xabier Etxeberria y
el doctor en Estudios Internacionales e Interculturales Jesús Prieto Mendaza.
No en vano, una encuesta realizada en 1981, en los años de plomo de ETA,
revelaba que cuatro de cada diez vascos estaban convencidos de que si ETA no
hubiese infundido miedo a los empresarios, los trabajadores no habrían
progresado salarialmente. En ese ambiente, al menos en una primera etapa, se
producían las oleadas de cartas de extorsión.
Un
empresario guipuzcoano explica por qué nunca pagó, pero
cómo el miedo influyó en otros empresarios para ceder al chantaje: "Ha
habido empresarios pequeños, medianos, que han tenido miedo y al final han
cedido al famoso 'impuesto revolucionario' (...) A mí ni se me ha pasado por la
cabeza pagar (...) luego tienes que seguir pagando toda tu vida".
"Buena parte de la sociedad
mantuvo una actitud indiferente y públicamente distante hacia las víctimas del
terrorismo en general y de la extorsión en particular", constata la
directora. La reacción de la ciudadanía
fue muy tardía. En todo caso, el estudio hace una clara diferenciación
temporal entre lo ocurrido en las primeras décadas del terrorismo de ETA -los
años de plomo, en los años 70 y 80- y la actitud de rechazo que de forma
minoritaria comenzó a tomar cuerpo en los años 90 con grupos como Gesto por la Paz y sus campañas del 'lazo
azul' contra los secuestros realizados por la organización terrorista.
El hijo de un empresario secuestrado hace memoria de un
episodio que marcaría la vida de su padre y de toda la familia, aunque salió
vivo para contarlo. Eran los años de la crisis, a finales de los 70, y las
negociaciones en la empresa con el comité se habían interrumpido. Entonces un
comando de ETA entró en acción. "Tengo la sensación de que mi padre
después del secuestro nunca llegó a ser la misma persona, en parte, quizá,
debido a esa humillación a la que se vio sometido. Me consta que dio por
perdida su vida en varios momentos. En aquellos interrogatorios [con sus
secuestradores] él se temía lo peor (...) Cuando le dijeron vamos a hacer un
desplazamiento, ahí también temió lo peor. Y ese trance de darlo todo por
perdido, de sentirse humillado, de sentirse indefenso...le marcó, creo, para el
resto de su vida".
La 'Ley del Talión'
Una de las realidades que ha quedado constatada en todas
estas décadas de terror de ETA es la altura moral de las víctimas y sus
familiares, que nunca se han tomado la justicia por su mano. “Las víctimas han
tenido un comportamiento impecable”, recordaba recientemente en una entrevista
en este periódico el escritor Ramón Saizarbitoria. En el ámbito de la extorsión
terrorista, tampoco se conoce que el empresariado haya respondido desde la
ilegalidad.
El único caso que se relata en el libro en el que se
planteaba aplicar la 'Ley del Talión' es el del famoso empresario guipuzcoano
Luis Olarra, al que ETA pidió 150 millones de pesetas en los años 80 y que
nunca se arredró. "Tras reunirse con ese mundo, les dijo que no solo no
iba a pagar una peseta del dinero que le solicitaban, sino que había depositado
en una cuenta en Zurich ese importe que sería abonado a la mafia marsellesa si
algo le pasaba a él o a su familia. Para que los etarras y sus cómplices vieran
que no era un farol dio nombres, trabajos y direcciones de la gente del entorno
terrorista, de sus padres e hijos".
Olarra, el sexto de los nueve hijos
de una familia de Tolosa, salió indemne de los ataques contra su persona y sus
intereses empresariales por negarse a ceder ante los terroristas. Murió en 1994 en Houston, a los 62
años. De cáncer. Como para muchos empresarios fue recibir durante tantos años
la 'Carta' con el membrete de ETA.
Opinión:
Huelga decir que la cuestión del mal llamado “impuesto
revolucionario” fue desconocida para la mayor parte de los ciudadanos anónimos.
Pero leer este estudio a fondo muestra una cuestión añadida al final de las
acciones terroristas de la banda ETA: el hecho de muchos de los afectados se
hayan atrevido a hablar de ese tema años después de ese final.
Y ello muestra la presión a la que, sin duda, de
vieron empujados cuando ETA todavía perpetraba atentados.
A los que resistieron a esas presiones, mi
agradecimiento mas sincero.
A los que no resistieron a esas presiones, mi
comprensión.
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