21 marzo 2017 (20.03.17)
Carmen Gisasola – antigua presa de ETA
“ETA no soporta que se la abandone por el
derecho a discrepar”
Carmen
Gisasola (Markina, Bizkaia, 1958) salió de prisión en 2014 tras cumplir 24 años de condena
por varios asesinatos. En 1998 fue expulsada de ETA por cuestionar la actividad
terrorista. El sector más duro de la banda sigue criticándola por ser de las
primeras que se acogió, en 2008,
a la vía Nanclares de reinserción.
Pregunta. Tras 24 años en prisión, ¿qué fue
lo que más le llamó la atención en su entorno más inmediato y en el resto de
Euskadi?
Respuesta. Encontrarme con una sociedad
normalizada, que ha pasado rápidamente la página de una violencia que parecía
no tener final. Y por otro lado, comprobar en el día a día algo de lo que ya
era consciente en la cárcel: la enorme desproporción que existe entre lo que se
vive en nuestro entorno y lo que se vive en la cárcel, entre la autopista por
la que entraron en la política institucional normalizada los dirigentes de la
izquierda abertzale y lo que les está costando tomar la decisión para cerrar
definitivamente la etapa de ETA y encauzar la situación de los presos.
P. La izquierda abertzale aceptó los
estatutos para entrar en las instituciones y, ahora, el colectivo que agrupa a
los presos debate si se acoge a beneficios penitenciarios. ¿Por qué siguen
recibiendo críticas muy duras?
R. Antes que nosotros hubo otros
militantes que dieron estos pasos, que dejaron la actividad armada y se
plantearon la vuelta a casa dentro de las posibilidades legales, sin esperar a
una hipotética salida negociada que los que se empeñaron en continuar en ETA
hicieron inviable. El problema es que algunos han vivido la militancia de tal
forma que se aceptaba que se dejara por cansancio, por no poder más… Y
discretamente. Reforzaba el ego de los que van de duros. Pero si lo haces por
no estar de acuerdo y planteando tu derecho a discrepar y a tener ideas que
eran compartidas incluso por otros muchos presos, eso no lo soportan.
P. A ustedes los acusan de optar por
la vía Nanclares para salir pronto de la cárcel y no por una evolución política
o personal…
R. Son los mismos que decían que con
el PP lo de los presos se solucionaría mejor. La realidad es que los presos
siguen en la misma situación. No les hemos perjudicado en nada. Es la política
penitenciaria de la izquierda abertzale la que ha supuesto cientos de años de
cárcel añadidos a la ya de por sí dura política penitenciaria de los Gobiernos
de Madrid y París. Pero hablar de eso no les interesa. De hecho, están
rechazando las propuestas para debatir con nosotros en medios públicos sobre
los presos. Además, los que nos han conocido en las cárceles por las que hemos
pasado saben que llevábamos años planteando desde dentro lo que pensábamos y
saben que eran cuestiones políticas y éticas sobre la lucha armada.
P. ¿Por qué en la izquierda abertzale
ha primado el inmovilismo y no ha sido capaz de construir puentes para acelerar
el fin del terrorismo?
R. Porque ha habido un cambio en las formas
pero no en la mentalidad que justificaba la utilización de la violencia. En sus
escritos para legalizarse fueron capaces de decir: “El contenido de sus
estatutos convertirá a Sortu, una vez legalizada, en un agente activo de
deslegitimación política e ideológica de la violencia y el terrorismo” y hablar
de “rechazo firme e inequívoco de todo acto de violencia y terrorismo y de sus
autores”. Al mismo tiempo, pretenden que todos los demás les toleren mantener
la idea de que “tuvimos que hacerlo” y eso es ya insostenible para las nuevas
generaciones y hasta para buena parte de la izquierda abertzale.
P. ¿Le mereció la pena el paso dado?
¿Qué fue lo más difícil?
R. Por supuesto que mereció la pena.
Recuperé la libertad para decidir por mí misma sobre mi aportación como
militante, tanto en la cárcel como en el debate público, para plantear mi
opinión sobre la situación de la izquierda abertzale, sobre ETA y sobre los
presos y su futuro. Lo más difícil fue hacerlo en la cárcel, con años de
condena aún por cumplir y asumiendo las reacciones más mediocres y sumisas del
colectivo.
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