12 marzo 2017
El mismo recorrido en tren, 13 años
después de los atentados
Isabel Casanova y Flor García
reviven el último viaje que hicieron sus hijos el día del 11-M
El tren en el que murieron sus hijos hace 13 años salió a
las 7.12 de la mañana. Jorge Rodríguez, de 22 años, y Angélica González, de 19,
montaron uno muy cerca del otro en uno de los vagones que partió de la estación
de cercanías de Alcalá de Henares. Nadie sabe si se conocían, pero sí que
vivían en el mismo barrio y habían estudiado en el mismo instituto. Minutos más
tarde de haber comenzado su viaje, al llegar a la estación de Santa Eugenia,
ambos perdieron la vida. Iban en uno de los cuatro trenes en los que los terroristas del 11-M colocaron
una bomba. Desde entonces, sus respectivas madres, Isabel Casanova y Flor
García, unidas por la tragedia y ahora amigas, hacen el mismo recorrido que
ellos hicieron aquel día todos los años en su homenaje.
Son las siete menos veinte e Isabel Casanova sale de su portal acompañada de su
actual marido, Agustín —el padre de Jorge también murió en los atentados—y la
hija que tienen en común, Silvia. De su primer matrimonio tiene otro hijo,
Javi, que cumple hoy 42 años, aunque desde entonces no le gusta celebrar su
cumpleaños. Aún no ha amanecido y los pasos de los tres resuenan por las calles
de Alcalá todavía desiertas. La mirada de Isabel es triste y el silencio
preside el recorrido. Cuando menciona a su hijo Jorge las lágrimas asoman en
sus ojos, pero se mantiene entera. Cuenta que su familia, sus amigos y los
profesores de sus hijos, la han arropado todos estos años y que vive con
ilusión cada 31 de enero, fecha en la que en el colegio Salesianos de Atocha celebran
un memorial en honor a su hijo. Jorge estudiaba allí robótica.
Al llegar a la estación, lo primero que se ve son los
equipos de limpieza poniendo a punto el monumento en recuerdo a las víctimas de
los atentados para el acto que tendrá lugar a las 11. Isabel ha quedado allí
con Flor. Quedan pocos minutos para que salga el tren y su amiga no aparece.
Por si acaso, deciden subirse y confiar en que llegue a tiempo. Y así ocurre.
Flor aparece justo en el último momento acompañada de su hijo Abraham y con una
cesta de flores en las manos. En la cinta decorativa se puede leer:
"Angélica eterna". Las dos se funden en un abrazo y comienzan el
viaje abrazadas, llorando.
Durante el
recorrido, que dura unos veinte minutos, las dos amigas hablan de sus hijos.
Flor le cuenta a Isabel en susurros las últimas palabras que intercambió con
Angélica, mientras acaricia una edición del mismo libro que leía su hija en
esos momentos: A sangre fría, de Truman Capote. "A Angélica le encantaba leer, estudiaba filología
inglesa. Esa noche antes de acostarme me acerqué a su habitación, estaba con su
gata Truchi y le dije que durmiese porque al día siguiente madrugaba. Había
huelga, pero ella quería ir a la biblioteca con sus amigos. Me dijo que le
quedaban dos o tres páginas y se dormía. Y justo antes de cerrar la puerta me
dijo: ¡Mousse, mousse!, así era como me llamaba porque su postre favorito era
la mousse de chocolate, ¿sabes que te quiero mucho, verdad? Y yo le dije: claro
que sí, cariño, y yo a ti también", revive Flor emocionada. El tren va
pasando sucesivamente por las estaciones igual que lo hizo el día del último
viaje de Jorge y Angélica. Soto de Henares, Torrejón de Ardoz, San Fernando...
Flor
asegura que pese a que han pasado 13 años, parece haberse detenido el tiempo.
"Yo comprendo que para quien no lo haya vivido directamente queda muy
atrás y esperan que ya lo hayamos olvidado. No estamos igual que antes porque
nos hubiésemos muerto. El dolor y el desgarro no nos habrían dejado vivir.
Ahora tenemos momentos buenos, agradables, y ya no nos sentimos culpables por
reírnos, pero para nosotras cuando nos da el pinchacito en el corazón no parece
que haya pasado todo ese tiempo. Siempre será el momento en el que nuestros
hijos nos dieron el último beso y ya no nos volvieron a abrazar ni a besar.
Ojalá ese día me hubiese ido de este mundo con ella. Al principio, incluso
hacía este trayecto para ver si me pasaba lo mismo".
Isabel
sostiene que seguir haciendo cada año este viaje sigue teniendo sentido.
"Para mí recorrer este camino es un homenaje a ellos. Siento la necesidad
de hacerlo. Es duro, y según vas llegando a Santa Eugenia piensas qué poquito
le quedaba, pero necesito vivir lo que él vivió". Ambas explican que en un
primer momento el sentimiento de culpa las invadía. "Me hubiese gustado
estar con él el día que pasó, pero como no pude estar, para mí volver es como
si le acompañara. Este recorrido es una forma de decir: hijo, no pude estar,
pero voy ahora", expresa Isabel.
Las puertas
del vagón se abren en Santa Eugenia, la estación a la que nunca llegaron Jorge
y Angélica. En el andén un grupo de amigos de ambas espera para darles una
sorpresa, entre ellos está Emilio Redondo, el tutor de Jorge en el momento de
su muerte. Las reciben entre abrazos y, tras unos minutos, todos tiran pétalos
de rosas de distintos colores a las vías para recordar a las víctimas. Isabel
comenta que antes arrojaban claveles, pero ADIF les dijo que eso entristecía a
otros pasajeros y les recordaba la tragedia. Flor asegura que los atentados
dejaron en ella dos secuelas: la pérdida de su hija y el haber aguantado
"tan poco pudor y tan poca humanidad" por parte de los medios de comunicación
"que defendieron la teoría de la conspiración sin compasión por las
víctimas".
A la salida
de la estación se encuentra el monumento en recuerdo de los atentados. Isabel,
Flor y el resto de sus familiares y amigos encienden velas alrededor y colocan
la cesta de flores en el centro. El silencio lo rompen los aplausos que todos
dedican a la memoria de los dos jóvenes. Juntos se abrazan y se dan muestras de
cariño. Después buscan dónde tomar un café. Hoy es el día de Jorge y Angélica,
y sus madres juran que seguirán haciendo el mismo trayecto hasta que llegue el
fin de sus vidas.
Opinión:
Decir que admiro a la inmensa mayoría de víctimas
del terrorismo es una obviedad. Y decir que admiro a la inmensa mayoría de víctimas
del 11-M también.
Pero lo cierto es que hay contactos e historias
personales que conozco con mas detalles que otras… y las de Isabel y Flory
(como algunas decenas más de aquel maldito jueves) las revivo constantemente
cuando hablo o contacto con ellas. Víctimas con diferentes reacciones ante la vida y el dolor pero con las que coincido plenamente en todos y cada uno
de sus comentarios.
Ánimo para todas y cada una de las víctimas que
defienden y exigen el respeto a la pluralidad, la dignidad y la memoria… sin
dejarse influenciar por la fotografía del político de turno ni por los
juntaletras inútiles que aún pululan por ciertos medios.
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