18 marzo 2017
Única salida: la desaparición
ETA ha tenido,
finalmente, que interiorizar su derrota para decidir desarmarse
Luis R. Aizpeolea
David Pla, responsable del desarme de ETA, encarcelado en
Francia desde septiembre de 2015, vaticinaba en una reciente entrevista en Gara
la inminente entrega del arsenal y adelantaba que, tras su materialización, la
banda —más bien sus restos— abrirá un debate sobre su disolución.
ETA no tiene otra salida y debe materializarla cuanto
antes. Ya ha perdido cinco años desde su anuncio del fin definitivo del
terrorismo, a la espera de escenificar el desarme con el Gobierno español y el
francés. Su intento de simbolizar una entrega voluntaria, y no una rendición,
era irrealizable. Y se sabía desde que en febrero de 2013 el Gobierno del PP
logró que Noruega expulsara de su territorio a la delegación de ETA que
pretendía negociar la entrega de armas.
ETA ha tenido, finalmente, que interiorizar su derrota para
decidir desarmarse. No quiso darse cuenta de su derrota en 2011, desde el
momento en que cesó el terrorismo sin lograr sus objetivos políticos. Ahora se
va a desarmar cinco años más tarde y apremiada para evitar que las Fuerzas de
Seguridad impidan escenificar su desarme voluntario con una incautación total
de su armamento.
Además, se lo ha puesto fácil al Gobierno del PP, que
siempre le exigió que notificara la localización de sus armas. Es lo que al
final va a suceder con la diferencia de que ETA acude a la justicia francesa
como depositaria porque su arsenal está en territorio galo, lo que facilita aún
más las cosas a Mariano Rajoy, que tendrá que limitarse a dejar hacer a las
instituciones del país vecino. Su reacción de perfil bajo, tras el anuncio del
desarme, parece avalar esta hipótesis, en la que seguramente ha influido su
encuentro con el lehendakari Urkullu.
Tanto a Francia como a España les conviene cerrar
definitivamente el capítulo etarra con la localización de los zulos y sin coste
alguno, como les ha indicado Urkullu. Convendría también que los voluntarios
que mediarán en el desarme eviten los exhibicionismos para no provocar a las
víctimas del terrorismo, que merecen ser respetadas.
Finalmente, la izquierda abertzale debe presionar a los
restos de ETA para que se disuelvan. Tienen un acicate: la desaparición
estimulará al Gobierno a cambiar su política penitenciaria porque no tendría
sentido que a los presos etarras se les negasen los derechos que tienen los
reclusos comunes como el acercamiento a las cárceles de su lugar de arraigo o
los beneficios penitenciarios de la legislación ordinaria. A lo que, sin duda,
contribuirá la asunción de su reinserción individual. Estamos, pues, más cerca
que nunca del carpetazo definitivo al terrorismo etarra.
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