18 marzo 2017
Con el pie cambiado
Cuando ETA anunció el final de la actividad terrorista, en
octubre del 2011, la banda salió con dos ideas fuerza en lo concerniente al
desarme. La primera, que la destrucción de sus arsenales tenía que ser objeto
de una negociación con el Gobierno con sus correspondientes contrapartidas
referidas a los presos y a la retirada de los cuerpos y fuerzas de seguridad
del Estado del País Vasco. La declaración firmada por un grupo de
personalidades internacionales en el Palacio de Aiete de San Sebastián tres días
antes del anuncio del fin de la violencia alimentaba la idea de negociación.
La segunda idea era que las armas
de ETA en ningún caso se entregarían a las autoridades de España o de Francia.
El modelo estaba en Irlanda del Norte donde una comisión internacional se
encargó de la destrucción de los arsenales del IRA sin intervención del
Gobierno británico. La entrega de armas a los gobiernos era percibida como la
aceptación de la derrota de ETA y la banda, realmente derrotada, quiere evitar
transmitir esa imagen.
La idea de la negociación del
desarme se fue diluyendo poco a poco, en especial después de que el 18 de
febrero del 2013 el Gobierno de Noruega expulsara a los tres etarras que
esperaban en Oslo a un enviado del Ejecutivo español. ETA había recurrido a los
oficios de la Comunidad
de San Egidio para ver si Rajoy enviaba a algún representante a Oslo y la
respuesta fue que no. En estos años, ETA ha tratado de convencer al Gobierno
francés para que París se distanciara de España y aceptara participar en un proceso
de desarme negociado con la banda. Se han movilizado una gran cantidad de
intermediarios y se han hecho llegar mensajes hasta el antedespacho del
presidente de la
República Francesa , pero todo ese esfuerzo ha sido inútil:
París no estaba dispuesto a facilitar un final propagandístico del desarme ni a
marcar distancias con Madrid.
El plan B de ETA pasó por utilizar
personalidades internacionales para un desarme, pero eso se frustró por el
ridículo que hicieron los miembros de la Comisión de Verificación con el vídeo del sellado
de armas. La banda puso unas pistolas encima de una mesa, hicieron un
inventario y se las volvieron a llevar sin que los verificadores tuvieran el
menor control. También fue decisivo que la Audiencia Nacional
citara como testigos a los verificadores. Desde aquel día no han vuelto a pisar
España y tampoco Francia, cuya policía interrogó a los miembros del Grupo
Internacional de Contacto, que también andaban en funciones de mediación. ETA
ha ido bajando el listón y, el pasado diciembre diciembre, se tuvo que
contentar con la intervención de varias personas del País Vasco francés. Poco
glamour si se compara con el general canadiense y el exprimer ministro
finlandés que había en la comisión de desarme de Irlanda del Norte.
Por desgracia para ETA, los
intentos de hacer operaciones propagandísticas con las armas han sido
frustrados por la
Guardia Civil y la
DGSI francesa. En el 2015 se interceptó un arsenal de ETA en
una casona de Bayona con el que la banda quería hacer una escenificación y el
16 de diciembre del 2016 se volvió a incautar otro arsenal con 99 kilos de
explosivos y 50 armas de fuego que cinco ciudadanos vascofranceses iban a
“neutralizar”. Los etarras se quejaron de que no podían desarmarse porque les
quitaba las armas el mismo gobierno al que ahora dicen que se las van a dar.
Ayer, uno de esos ciudadanos
vascofranceses, en declaraciones a Le Monde, anunció que ETA estaría desarmada
antes del 8 de abril y que las armas iban a ser entregadas a las autoridades de
París. Falta que estos extremos sean confirmados por la propia ETA y, sobre
todo, falta saber si van a entregar las armas íntegras o van a ser manipuladas
para que no puedan hacerse análisis balísticos para determinar si han sido
utilizadas en atentados.
El desarme de ETA es una cuestión
con más importancia simbólica que trascendencia real y la banda busca evitar la
imagen de derrota final. Lo realmente importante es la disolución del grupo
terrorista.
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