18 marzo 2017
La liquidación de ETA
Las reacciones en España y Euskadi permiten dudar que haya conseguido
su objetivo de recuperar el protagonismo político
Desde el anuncio de su rendición hace
seis años, ETA había centrado su estrategia en
convertir su desarme en un recurso que le permitiera conservar el tutelaje
político de la izquierda aberzale,
mantener el control de los presos intercambiando armas por
acercamientos y lograr la implicación de los estados español y francés en el
proceso, buscando dotarlo de los elementos simbólicos que le permitieran
presentarlo como un armisticio solemne entre partes que se reconocen
contendientes en una supuesta guerra. Se trataba de reforzar ante los suyos su
versión épica y militar de 50 años de crimen y terror. En ese relato ETA no
acaba derrotada sino que se sacrifica para "abrir una ventana de
oportunidad" a la paz, como dijo Arnaldo Otegi.
El desarme de Semana Santa, anunciado en los medios de
comunicación y fiado a verificadores voluntarios, revela que ETA ha asumido
finalmente el fracaso de su estrategia. Ni
los estados le van a conceder la solemnidad militar que buscaba, ni la
izquierda aberzale parece resignada a seguir competiendo electoralmente con la
losa del padrinazgo etarra, ni los presos ni sus familias disponen de más
paciencia que sacrificar. Incapaz de marcar la acción política, presionada por
unas bases y una sociedad civil que ya no tolera pasos atrás, ETA intenta
recuperar la iniciativa explotando la única dimensión del proceso que aún
controla: la gestión propagandística.
Táctica comercial
ETA no se desarma, liquida un arsenal menguante que solo
era cuestión de tiempo que las policías española y francesa acabasen
desenterrando sin la cooperación de una banda tan debilitada e inoperativa.
Toda la secuencia del anuncio recuerda más a una táctica comercial que a una operación logística.
ETA buscaba un impacto publicitario y lo ha logrado, especialmente en Europa.
Las reacciones en España y Euskadi permiten dudar que haya conseguido su otro
objetivo de recuperar el protagonismo político.
El
ejecutivo español no va a variar su discurso de desarme y disolución. Los
presos y sus familias van a tener que seguir esperando ahora que la justicia
comunitaria ha refrendado la política de dispersión francesa. Un aliviado Otegi
y un severo lendakari Urkullu han coincidido en una idea que suena a
aviso: ambos esperan que "esta vez sí" sea el desarme completo y
definitivo de la banda. Principio del fin del tutelaje para una izquierda
aberzale que acaba de condenar la vuelta de una 'kale borroka' y parece cansada al fin de hacer
política bajo la sombra de los fantasmas encapuchados.
Agenda
Ni el lendakari, ni un gobierno vasco que acaba de asegurar
su estabilidad, van a permitir que ETA vuelva a marcar su
agenda ahora que el PNV ha recuperado una posición central en España que le
permite impulsar la suya propia; mucho menos aún que enturbie su interlocución
privilegiada con Moncloa. Buenas noticias para un Mariano Rajoy que ya puede
tratar a los nacionalistas vascos como esos socios serios y fiables que, en el
fondo, siempre ha sabido que eran.
Opinión:
Excelente al análisis que Antón Losada presenta en su artículo.
Nada más que añadir.
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