23 marzo 2017
¿Cómo explicamos ETA
a los jóvenes?
ETA se está acabando. Los jóvenes que el año pasado
votaron por primera vez en las elecciones autonómicas vascas tenían sólo 13
años cuando la organización terrorista dejó las armas. Una generación
que se mueve entre el desconocimiento, el pasotismo y
la curiosidad de quien,
afortunadamente, no tiene la muerte y la extorsión como elementos de su paisaje
cotidiano. ¿Cómo explicar a estos chicos y chicas lo que ha pasado? La Defensora del Pueblo, Soledad
Becerril, se reunirá con las editoriales de libros de texto para analizar cómo se enseña
un pasado tan reciente como doloroso.
Su pretensión nace después de
analizar varios libros sobre la
Historia de España de segundo de Bachillerato. El estudio que
la institución elaboró el año pasado detecta algunas carencias que, según su
opinión, pueden dificultar a los más jóvenes comprender las auténticas
consecuencias del terrorismo. Echa de menos un planteamiento “antropológico”
que deje claro “su carácter intrínsecamente perverso”, la poca presencia de
imágenes y de estadísticas sobre asesinatos o atentados, y la ausencia de
relatos en primera persona de las víctimas, así como referencias a las leyes
que las amparan. Unas reflexiones –y unos deberes– que toman una nueva
dimensión justamente ahora, cuando todo apunta a que el desarme de ETA puede
ser cuestión de días. Las editoriales, el mundo educativo y los políticos
discrepan sobre la oportunidad del debate.
En Euskadi, el departamento de
Educación y la Secretaría
de Paz y Convivencia llevan tiempo desplegando programas en las aulas para
deslegitimar la violencia. Una de las experiencias más significativas es el
módulo educativo Adi-adian, que permite que los alumnos de cuarto de ESO y de
Bachillerato escuchen en directo el testimonio de las víctimas. José Manuel
Bujanda, maestro y exdirector de gabinete de la consejera de Educación, admite
que este tipo de iniciativas quizás llegaron demasiado “tarde” pero que “hace
diez años no se podían hacer”. Con la experiencia de quien ha visto pasar a
muchos jóvenes por sus clases, concluye que “el paso del tiempo facilitará que
estas cosas se hagan con mayor naturalidad”.
El ejecutivo de Iñigo Urkullu, que no ha recibido ninguna
comunicación formal de Becerril, esquiva polemizar y recuerda que los proyectos
curriculares son claros en este sentido. Su antecesor, Patxi López, ya dio
pasos legislativos para incluir en los textos el rechazo al terrorismo y puso
en práctica las primeras experiencias para acercar a los centros educativos la
voz de los que sufrieron a manos de ETA, de los GAL y de la violencia policial.
“Nos encontramos muchos más muros de los que nos esperábamos”, explica Isabel
Celaá, que fue consejera en aquel gobierno socialista. Satisfecha por el camino
que abrieron, avisa de que “en el País Vasco nos jugamos el relato crítico, que
tiene que quedar perfectamente asentado”. Celaá cree que el debate que se ha
puesto encima de la mesa es interesante y que evidencia otra urgencia: la
necesidad de repescar la educación para la ciudadanía como espacio adecuado
para reflexionar sobre estos temas.
A pie de calle, en los últimos
cinco años de paz la fotografía de fondo en las aulas ha cambiado. Lo dice
Pedro José Chacón, profesor de Historia del Pensamiento Político en la Universidad del País
Vasco. “Hay un rechazo generalizado a la violencia, se ve como una cosa del
pasado”, afirma, aunque lamenta que entre los jóvenes que llegan del instituto
hay una preocupante ignorancia de los “fundamentos del liberalismo político”.
Ahora bien, Chacón se pregunta qué porcentaje de influencia tienen los libros
de texto en la formación del pensamiento crítico de los chicos y las chicas en
2017, ya que reciben información por múltiples canales. Iker Uson, profesor de la Universidad de Deusto,
reconoce que hay un “nivel de desconocimiento significativo” de la historia
reciente entre la juventud, que enmarca dentro de la normalidad ya que durante
mucho tiempo las lecciones acababan en la Transición. Esperanzado
con el trabajo que se está haciendo en Euskadi en los últimos tiempos, cree que
el pasado reciente debe abordarse desde una perspectiva de derechos humanos
que, más allá de los hechos objetivos, desemboque en un “discurso ético”. Según
él, también se deberían estudiar los casos de tortura porque, en un futuro,
pueden generar “dilemas” a las nuevas generaciones que tengan que plantearse
como luchar contra el yihadismo.
Para las asociaciones de víctimas
del terrorismo, Becerril toca el meollo de la cuestión. Desde Covite denuncian
que en España hasta ahora “no se ha hecho absolutamente nada” en este ámbito.
En cambio, creen que en el caso del País Vasco y Navarra se ha alimentado una
“falsa teoría del conflicto” y ponen como ejemplo las imágenes de unos alumnos
en un instituto de Hernani, en Gipuzkoa, homenajeando a una veintena de
expresos, el otoño pasado. Sobre esta polémica, José Manuel Bujanda asegura que
se trata de un hecho “excepcional”.
El presidente de la AVT , Alfonso Sánchez, opina
que “debemos difundir el relato verdadero para que no vuelva a ocurrir nunca
más”. Consciente de que las competencias educativas están descentralizadas,
Sánchez cita como referente el caso de la Comunidad de Madrid, que incluirá por ley
aspectos relacionados con el terrorismo y sus consecuencias como materias
curriculares.
En medio de este intercambio de
impresiones, los editores –actores destacados– esperan tener día y hora para
verse con Becerril. Son ellos los que, después de conocer el informe de la
institución, pidieron sentarse y hablar. Fuentes de ANELE, la Asociación Nacional
de Editores de Libros y Material de Enseñanza, no esconden su “sorpresa” porque
desde hace años trabajan codo con codo con los ministerios del Interior y de
Educación para acordar los contenidos. No obstante, se muestran dispuestos a
escuchar nuevas propuestas. El reto no es fácil: toca construir relato para
combatir el riesgo de la desmemoria, al mismo tiempo que la historia evoluciona
en directo.
Opinión:
Al leer esta información he recordado una
gestión realizada hace mucho tiempo, cuando Isabel Celaà era consejera. Ya comentamos
en aquella ocasión que lo mejor para explicar la REALIDAD de lo ocurrido
con la banda terrorista ETA y sus actividades terroristas era contar con los
relatos y las experiencias REALES de quien pudiera explicarlas.
El paso del tiempo ha mostrado la aparición de
ciertos personajes que van explicando cosas que ni han vivido ni han sufrido…
con lo sencillo que sería informarse previamente de la REALIDAD de lo que
relatan. Bastaría con leerse las sentencias, solicitar la documentación médica
o psicológica que acreditara las secuelas que se inventan, exigir pruebas de
que las actividades sociales o asistenciales que relatan fueron realizadas…
pero por desgracia, sobre el interés en conocer la REALIDAD priman los
intereses en ofrecer una versión de los hechos basada en la preferencia ideológica
por encima de los objetivos REALES.
Sinceramente, estoy cansado de decir que la
banda terrorista ETA puede intentar disfrazar o manipular datos o incluso la
historia REAL de lo ocurrido… pero siempre tendrá delante a ciertas personas
que exigiremos que se conozca la
REALIDAD de todo lo que otros explican.
Y puede ser divertido seguir investigando cuantas
mentiras y cuantas milongas se cuentan en nombre y representación de “las” víctimas
del terrorismo… divertido porque el día que algún medio de comunicación de
decida a buscar la REALIDAD
de todo cuanto se dice por ahí, habrán sorpresas.
Y como consejo a los editores: comprueben cada
una de las historias que les presenten… exijan datos que muestren la REALIDAD de los relatos.
Por mi parte, la última la descubrí justamente el pasado martes. Y es de traca…
Por otro lado, si se cuenta con la participación de agentes con un marcado e innegable paso por el mundo de la política, es de esperar que desde otras siglas se manifieste una comprensible desconfianza. ¿De qué se trata entonces? ¿De explicar la REALIDAD o lo que algunos consideran "su realidad"?
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