18 agosto 2019
El mosso que abatió
al quinto terrorista de Cambrils: "Volvería a hacer lo mismo"
El agente explica que
su vida y la de sus compañeros, que neutralizaron a los otros cuatro en el Club
Nàutic, "no ha sido fácil"
El policía concede
una entrevista con EL PERIÓDICO dos años después de los atentados que
asesinaron a 16 personas
El 17 de agosto del 2017, un
terrorista arrolló la vida de 14 personas en la Rambla de Barcelona y
asesinó a una más, Pau Pérez, para robar su coche durante su huida en el
aparcamiento de la zona universitaria. A las 01.15 horas, ocho horas más tarde,
otros cinco terroristas integrantes de la misma célula radicalizada en Ripoll
–armados con cuchillos, hachas y cinturones explosivos (falsos)– atacaron
Cambrils. Atropellaron y mataron a una mujer, y embistieron a una
mossa d'esquadra de guardia frente al Club Nàutic. El compañero de esta
policía abatió a cuatro de los cinco ocupantes de aquel vehículo. El
quinto huyó con un cuchillo hacia el paseo marítimo, abarrotado de familias que
cenaban en las terrazas. Acuchilló gravemente a un ciudadano antes de ser
interceptado por dos agentes de Seguretat Ciutadana de los Mossos, que
acudieron a su encuentro alertados por el agónico aviso por la emisora que pudo
dar la mossa atropellada. El agente que tuvo que apretar el gatillo para
detener la "pesadilla" concede una entrevista a EL PERIÓDICO dos años
después:
¿Qué decía el aviso de la
emisora?
Buf… lo recuerdo y se me eriza la
piel otra vez. "Atentado, atentado. Por favor, venid rápido, agente
herida". De fondo, se escuchaban los disparos.
¿Eran los disparos del mosso
que abatió a cuatro de los cinco terroristas?
Sí. Los cinco iban en un Audi A3 y
llegaron al Club Nàutic por la
Rambla de Jaume I. Atropellaron a una mujer en un paso de
peatones [que falleció horas después] y fueron a por mis dos
compañeros de guardia en la rotonda del club, un punto previsto en
el dispositivo Cronos activado tras lo de la Rambla de Barcelona. Tras
arrollar a la agente, el A3 volcó. Comenzaron a salir por las ventanas del
coche jóvenes con chalecos explosivos, armados con cuchillos, gritando
"Allahu akbar". Él explica que enseguida tuvo claro que
iban a por ellos y que no había más remedio que disparar. Entre los
dos, ella a pesar de las heridas también abrió fuego, neutralizaron a
cuatro.
¿Qué hicieron usted y
su compañero al escuchar la emisora?
Nos pusimos el chaleco antibalas,
colocamos la sirena sobre el techo del coche –era un vehículo de paisano– y
fuimos hasta la avenida de Diputació, el paseo marítimo, rumbo al Club Nàutic.
Nos topamos con una estampida de personas que huían en dirección opuesta. Un
hombre se acercó, se identificó como policía local de Valls (estaba de
vacaciones) y señaló a un joven magrebí de unos 20 años, justo a la altura del
McDonalds, que llevaba un chaleco con explosivos.
¿Que hacía en ese instante?
No sé si había consumido drogas
pero estaba completamente ido. No paraba de repetir en bucle "Allahu
akbar". Nosotros cruzamos el coche en la calle y salimos tratando de
que el vehículo nos hiciera un poco de escudo si explotaba su chaleco.
Sabíamos por Alcanar que los terroristas tenían explosivos, llevaba el chaleco
y, en la mano, sujetaba algo similar a un detonador.
¿Un detonador?
Daba esa impresión. Después supimos
que era la empuñadura de un cuchillo que le había clavado a un hombre [la hoja
se había quedado incrustada en la víctima pero él seguía con el mango en la
mano].
¿Cuándo decidió disparar?
Lo primero fue ordenar a gritos a
la gente que se apartara de la trayectoria que podían seguir nuestras balas si
abríamos fuego y chillarle a él sin parar: "¡Policía! ¡Al suelo!".
Pero había enloquecido. Y no nos hacía ningún caso. Fueron segundos que se
hicieron eternos.
¿Si se hubiera tumbado en el
suelo, qué habría pasado?
Que habríamos abierto un perímetro
de seguridad y habrían venido los TEDAX para sacarle el chaleco y detenerlo.
Pero no hizo caso…
No. Se movía sin parar. Pasaron
unos 30 o 40 segundos y caminó hacia mí rodeando el coche y quedé expuesto ante
una posible detonación. Entonces apreté el gatillo. Tras una primera ráfaga, de
4 o 5 disparos efectuados por mí y por mi compañero, el terrorista cayó al
suelo. Pensamos que había terminado la pesadilla. Pero se levantó otra vez. Yo
no entendía nada. No sabía si también llevaba chaleco antibalas o si habíamos
fallado todos los disparos. Comenzamos a gritarle "¡Abajo!" y
"¡Al suelo!". Pero no nos escuchaba. Seguía de un lado para otro,
aunque ahora iba más despacio. Al final, vino directo hacia mí. Y cuando lo
tenía a unos 3 metros ,
volví a dispararle. Entonces sí se acabó.
¿Quedan secuelas de algo así?
Mi vida no ha sido fácil después de
aquello. He tenido que aprender a digerirlo.
¿Fue una ejecución
extrajudicial?
Traían hachas, cuchillos,
atropellaron a la compañera… A mí si me preguntas si volvería a hacer lo mismo,
te diría que sí. De haber sabido que el chaleco era falso, todo habría
sido distinto. Pero sin esa información, lo que intentamos fue salvar
vidas.
¿Le ofendió esa acusación?
Como policía nunca estás preparado
para disparar a alguien. Tenemos un arma de fuego por si peligran vidas. Pero
que tengamos ganas de ejecutar extrajudicialmente, como decía algún partido
político [en alusión a la CUP ],
creo que es una barbaridad. La vida no ha sido fácil para los que tuvimos la
desgracia de tener que abrir fuego. Yo he tenido que hacer una terapia
psicológica. Igual que mis compañeros del puesto del Club Nàutic. No porque
hiciéramos algo mal, porque habría sido mucho peor… [se emociona]. Esta
acusación ha sido lo que más controversia me ha causado. No es fácil de
asumir. Pero era una persona que quería hacer daño,
querían hacer una masacre.
¿Esta historia tiene un lado
positivo?
El cariño de la gente. La vorágine
política que vino después se lo llevó en parte. Pero no del todo. Nosotros
somos patrulleros y no tenemos la formación de las unidades de
élite. Hicimos lo que pudimos. Y lo hicimos bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario