10 abril 2018
Odiar al monstruo, ganar apoyos
Javier Cigüela
Separar a las víctimas reales de quienes explotan su dolor
es el primer paso para superar el populismo punitivo
El debate sobre la prisión permanente revisable
(PPR) está entrando en una pendiente resbaladiza muy peligrosa, salpicada
a chorros por eso que llamamos
populismo punitivo. Dos
son los factores que lo caracterizan. El primero es el exceso de ruido
mediático. Ruido antiguo, el de las crónicas amarillas de telediarios y
programas maratonianos dedicados a desentrañar la monstruosidad de los
acusados: ya saben, mirada fría y actitud distante, pasado oscuro y sospechas
previas, y en el extremo estigmas como la homosexualidad (¿se acuerdan de Dolores Vázquez?) o la extranjería del sospechoso
convertido súbitamente en preculpable.
También ruidos más recientes, el de las redes, donde masas
anónimas y enfurecidas se irrogan el poder de dictar sentencias virales (¡a la horca!
¡a tu país! ¡a trabajar!) que no son justicia sino venganza. El resultado:
según las encuestas, el 80% de los españoles apoya la PPR , mientras que más de la
mitad contemplaría la posibilidad de la
pena de muerte para los delitos graves.
El reconocimiento de
la víctima
El segundo factor populista es el engañoso regreso de las víctimas al debate
político. Su fulgurante presencia en la discusión acerca
de la PPR y del intento
de extender sus efectos, el modo en que se apropian de su voz y su dolor, en
que les otorgan espacio parlamentario y televisivo como portavoces de quienes
sufren distintas lacras, toda esa nueva hegemonía simbólica ¿implica que
por fin la víctima va a obtener el reconocimiento que se le debe? Ojalá, pero
me temo que no.
La víctima que está incorporándose al debate penal es
aquella que ha descrito brillantemente Daniele Giglioli ('Crítica de la víctima') y no
coincide con las víctimas reales, sino con aquel espectro simbólico que es
utilizado por quienes hablan en su nombre para ganar ventaja en la guerra
política o mediática. Los 'trolls' de internet que supuran odio por las
víctimas 'no son' las víctimas, solo se apropian de su estatus para polarizar
la discusión y ganar 'likes'.
Los políticos que hacen lo propio 'tampoco son' las
víctimas, solo se apropian del tabú
y de su intangibilidad: “Si vas contra la PPR , estás con los verdugos”;
“o conmigo, o contra las víctimas”. “La mitología de la víctima –concluye
Giglioli– resta fuerza al más débil y la pone en manos equivocadas”. ¿La de
quiénes? La de aquellos que no tienen especial interés en llegar a una solución política a un
problema grave (¿y cuántos van ya, de esos problemas?),
precisamente porque el conflicto mismo les da votos, 'likes' o audiencia.
Separar a las víctimas reales de aquellos que explotan su
dolor es, en fin, el primer paso para superar el populismo punitivo que inunda
parlamentos políticos y virtuales, la emotividad y el odio cegadores que
irradian, la proliferación de monstruos que surgen como setas a su paso. La madre
de Gabriel dijo, tras la muerte de su hijo, “que nadie retuitee cosas de rabia,
porque ese no era mi hijo y esa no soy”: “ese no era mi hijo y esa no soy yo”,
creo que no hay forma mejor de expresarlo.
Opinión:
La sensación de que si se ofrecen argumentos que puedan
estar frente a la opinión plenamente establecida es ir “contra alguien” se está
convirtiendo en moneda común, especialmente si esas ideas preconcebidas son
presentadas por ciertas siglas o ciertos entes.
Pero la ventaja que aporta el trabajar por libre significa
poder seguir defendiendo opiniones que, además, son compartidas por muchas
otras víctimas (aunque algunos hablen de la uniformidad ideológica en el
colectivo de víctimas).
La frase “separar a las víctimas reales de aquellos que
explotan su dolor es, en fin, el primer paso para superar el populismo punitivo
que inunda parlamentos políticos y virtuales, la emotividad y el odio cegadores
que irradian, la proliferación de monstruos que surgen como setas a su paso” es
absolutamente cierta.
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