28 abril 2018
Los jefes de ETA
están en la cárcel
Los tres fueron dirigentes de ETA en el exterior y ahora
comandan la organización desde la cárcel. David Pla, Mikel ‘Antza’ y María
Soledad Iparagirre ‘Anboto’ son los nombres más importantes del grupo de seis
personas que dirige los pasos de la banda terrorista en los estertores de su
existencia. Sin que pueda considerarse una cúpula al estilo de cuando la banda
estaba activa, desde prisión supervisaron hace un año el proceso de desarme y
ahora el de disolución, también la línea a seguir por los presos y los
comunicados emitidos recientemente. “Los que cortan el bacalao son estos tres”,
indican fuentes de la lucha antiterrorista.
David Pla (Pamplona, 1975) es el principal interlocutor de
la banda. Dirigente de la organización juvenil Jarrai en los años noventa y
candidato de Herri Batasuna al ayuntamiento de Pamplona en 1995, fue detenido
por primera vez en el año 2000 por integrar el ‘comando Aragón’, por lo que
cumplió seis años de cárcel. Uno de los encargados de preparar y leer el
comunicado del cese de la violencia en octubre de 2011, en septiembre de 2015
fue arrestado en un caserío de la localidad francesa de Saint Ettiene de
Baigorry, una operación que descabezó definitivamente a la banda. Desde
entonces, ha asumido su liderazgo entre rejas.
“Es algo curioso en la historia de ETA
porque cuando alguien entraba en la cárcel dejaba de tener responsabilidad en
el grupo”, explican fuentes conocedoras. Como destacan estas mismas voces, a
las pocas semanas de una detención de la considerada cúpula, Interior y las
Fuerzas de Seguridad contaban ya con un organigrama de sus sucesores. Con el
arresto de Pla, sin embargo, no fue así. Aunque desde los cuerpos policiales se
baraje la existencia de una dirección de la banda “al uso” fuera de la cárcel,
ésta sería un comité ejecutivo sin autoridad interna. Junto a Pla, la jefatura
real recae en otros dos históricos: Mikel Albisu ‘Antza’ y María Soledad
Iparagirre ‘Anboto’.
‘Antza’ (San Sebastián, 1961) es el dirigente que más
tiempo ha estado al frente de la banda, once años que van desde 1993 hasta
2004, cuando fue detenido en Francia junto a ‘Anboto’, su pareja. Ambos fueron
condenados en 2010 a
veinte años de prisión como responsables políticos de ETA. ‘Anboto’ (Escoriaza,
Gipuzkoa, 1961), acusada de catorce asesinatos, fue la segunda mujer en
encabezar la banda después de ‘Yoyes’, asesinada por la propia ETA en 1986
acusada de traición.
El triunvirato dirige los pasos de la banda a través de sus
abogados, que actúan como engranaje para transmitir órdenes y mantener la
cohesión en una organización en la que no parece que vaya a quedar una cúpula
de mandatarios, una posibilidad que se manejaba. Un documento interno de hace
un año revelaba que la banda valoraba mantener un “grupo de notables”,
compuesto por miembros históricos, con funciones difusas aunque orientadas
principalmente a velar por el legado de ETA. No está descartado, pero todas las
informaciones apuntan a que se ha renunciado a la idea.
También a mantenerse
como organización civil.
El principal frente de la banda está ahora en sus presos.
Con apenas una treintena de etarras en el exterior –todos ellos huidos, la
mayoría en Francia o en países limítrofes-, el grueso de la organización está
en la cárcel. En total, cuenta con 250 reclusos en prisiones españolas y 58 más
en centros galos. En España, el 88% se encuentra además en primer grado, el más
estricto, una situación que desde la banda se espera que mejore después de
permitir por primera vez a sus presos acogerse a medidas individuales y más
tras el anuncio de la disolución definitiva que se espera la semana que viene.
Sin ETA en el escenario, la dispersión podría llegar a su fin.
En ese sentido, desde el entorno de la banda se mira con
esperanza hacia Francia, cuyo gobierno ha trasladado en los últimos dos meses a
diez presos a la cárcel de Mont de Marsan, en Las Landas, la más cercana al
País Vasco -140 kilómetros-, en un programa que, eso sí, tiene límites: está
dirigido a aquellos que se encuentran en los dos últimos años de condena y no
tienen delitos de sangre.
Dentro del colectivo de presos, fuentes de seguridad no ven
diferencias notables en cuanto a la estrategia actual de la banda e identifican
tres sectores: la mayoría, que sigue los dictados de la organización; un grupo
amplio que se deja llevar pero que está muy desmotivado y, por último, apenas
una decena en desacuerdo con el desarme.
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