11 abril 2018
Todo es ETA
Pilar Rahola
La frase fue tan repetida por los capitostes del PP (en las
épocas en que, con la excusa de ETA, cerraban periódicos, perseguían a
activistas y prohibían partidos), que llegó a convertirse en un chascarrillo
que alegraba las charlas sobre los boys del aznarismo.
Cualquier crítica o protesta contraria a los cánones
prefijados por los guardianes del Santo Grial español caía en el epíteto
maldito. Todo era ETA. Y bajo esa acusación temible, no había oxígeno para la
disidencia.
Cuando el proceso catalán empezó a mostrar su gran fuerza
ciudadana, lo de ETA volvió a usarse en su variable “esto es peor que ETA”,
frase que se combinaba con el reductio ad Hitlerum de compararnos con el
nazismo.
Las barbaridades que ministros, ex de la cosa y líderes
españolistas de todo signo nos dedicaron formarán parte del museo de la
ignominia. Desde los inicios, no se intentó contraargumentar o razonar sobre
las causas del proceso catalán (y menos, solucionarlo), probablemente porque
debatir significaba aceptar al otro, reconocerlo. Y si algo ha hecho el
españolismo, a derecha e izquierda, es no reconocer a Catalunya como sujeto y a
los catalanes como interlocutores. Fue así como empezaron las campañas de
destrucción del mensajero, para impedir cualquier atisbo de reflexión sobre el
mensaje: primero nos ningunearon; luego nos demonizaron; y, finalmente, nos han
criminalizado, con toda la carga penal que el término conlleva. Hemos pasado
del “todo es ETA” a “todo es el proceso”, definitivamente equiparada la acción
violenta con la protesta pacífica. A partir de aquí se ha instalado la locura
en el relato español, se ha violentado el ordenamiento jurídico y cualquier
acción ha pasado a ser delito, al tiempo que cualquier presunto delito subía
miles de decibelios en su gravedad: una nariz de payaso se convertía en un
delito de odio; una manifestación, en un ac- to de sedición; una revuelta
politico- democrática, en una rebelión armada; unos líderes independentistas,
en unos golpistas; un corte de carreteras, en una semilla de terrorismo... Es
decir, con la excusa de Catalunya, la
España del 155 –la de los poderes fácticos– ha convertido la
libertad de protesta en un chiste y ha restringido severamente los límites
naturales de la democracia. No tengo ninguna duda de que España está sufriendo
un golpe a la democracia, y no lo están perpetrando los independentistas.
Finalmente, como iban anunciando los serviles y bien
informados periodistas del 155, se ha iniciado el acoso y derribo a los CDR,
con una campaña previa de criminalización que buscaba desesperadamente
convertirlos en arietes violentos. Acusar de terrorismo a un activista por
protestas callejeras es tan desmesurado como malvado, porque además de criminalizar
el derecho a la protesta, banaliza el horror del terrorismo. Que no busquen
eufemismos: esto no es ley, ni democracia. Esto es pura y dura represión.
Opinión:
Años atrás hubieron enormes manifestaciones de mineros que
quemaban neumáticos en mitad de una carretera cortada… y se les llamaba
manifestantes. No se si pacíficos, pero al menos manifestantes.
No hace tanto, grupos de jubilados y pensionistas cortaron
calles (previo aviso a la autoridad, o no) y lo hicieron de una manera
pacífica, armados con sus petos amarillos y sus silbatos.
¿Ahora serían considerados como comandos terroristas?
Años atrás en alguna manifestación (con aviso previo a la
autoridad, seguramente) grupos de ciudadanos protestaban ante una decisión
judicial. Al final se agredió a un ministro e incluso ciertos periodistas
tuvieron que ser escoltados. Los organizadores ¿serían ahora considerados
terroristas?
Miles de estudiantes se han manifestado para exigir la
recuperación de unos derechos que se van perdiendo. Cortaron carreteras. Lo
mismo que hicieron otras ciudadanos obligando a cantar una frase a cambio de
dejar libre el paso a los vehículos. ¿Quiénes serían ahora acusados de
terrorismo?
Sinceramente, habrá quien considere que cortar carreteras o
levantar las barreras de los peajes podrís ser un delito de vandalismo o
similar. Muy bien, que se investigue. Pero compararlo con un delito de
terrorismo no hace más que equipararlo con algo tan grave y tan imperdonable
como el asesinato del prójimo.
Y con todo el respeto digo que prefiero cientos de
carreteras cortadas antes que una sola persona herida o muerta.
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