28 abril 2018
Maixabel Lasa, la viuda de ETA que
pide trabajo para los asesinos de su marido
Con el el ex etarra
Luis Carrasco se reunió en 2011. Con Ibon Etxezarreta, en 2014. Ambos asesinos
de Juan Mari Jauregi le pidieron perdón en unos encuentros restaurativos
"En su
comunicado, ETA sólo pide perdón por las víctimas colaterales. ¿Y los demás qué
somos? ¿Culpables?", denuncia
"Siempre he defendido la reinserción. Estas dos
personas habían hecho autocrítica y reconocido el daño causado. Teniendo en
cuenta eso, merecía la pena verlos"
El 29 de julio de 2000, dos terroristas de ETA disfrazados
con bigote y barba entran en la cafetería del frontón Beotibar de Tolosa y le
descerrajan dos tiros en la
cabeza a Juan Mari Jauregi. Un tercer miembro del Comando
Buruntza les espera
fuera con el coche en marcha.
Unos años después -con los tres etarras cumpliendo
condena-, la viuda tiene una posibilidad desconcertante y tremenda: es la posibilidad de conocerlos
en persona. Ellos se lo piden. Y sin dudarlo
dice que sí.
Primero se ve con el terrorista Luis Carrasco.
Después, con Ibon Etxezarreta.
Trata de verse, sin éxito, con el tercer integrante del comando, Patxi Makazaga,
que es el que apretó el gatillo. Pero éste se niega a sentarse frente a ella.
La mujer se reúne horas con ellos. De forma individual. En
varias ocasiones y en años distintos. En todo ese tiempo, les pregunta cosas
como qué hicisteis tras matarlo, cosas como si tuvisteis estómago para comer
ese día, cosas como si dormisteis bien. También les dice: «Prefiero ser la viuda de Juan
Mari que vuestra madre».
A veces, de forma muy puntual, cuando tienen permiso
carcelario, se llega a tomar algo con ellos o coincide en un teatro. Acaba
entablando relación con la madre de uno, a la que felicita cada Navidad. Les
recomienda libros. Y -en un alarde impar, en un viraje contra natura, lo va a
contar ahora por primera vez- trata de encontrarles
un trabajo.
-Si no estoy
escuchando mal, una mujer a la que dejó viuda ETA está pidiendo trabajo para
los asesinos de su marido...
-Sí. Busco trabajo para
los que mataron a mi marido... Es que la política penitenciaria
consiste en la reinserción. ¿Cómo vas a reinsertar a una persona si no le das
un empleo?
-Si estuviese en tu
mano, ¿les darías trabajo?
-Sí, claro. Si estuviese en mi
mano les daría un trabajo. Juan Mari decía: «A estos hay que reciclarlos; no
saben hacer otra cosa que matar».
El muerto es un ex gobernador socialista de Guipúzcoa. La
viuda se llama Maixabel Lasa, ex directora de la Oficina de Atención a las
Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco. Una semana después de
que ETA hablase de un perdón selectivo en su comunicado, éste es un testimonio
de perdón hiperbólico. El
que veladamente le concedió esta mujer a las personas que le quitaron lo que
más quería.
¿Qué valoración haces
del último comunicado de ETA?
Hay palabras que nunca habían dicho, como «perdón» y «dolor
causado». Pero lo que me parece terrible es que a estas alturas hablen de pedir
perdón sólo a las familias de víctimas colaterales... No a todas. Se supone que
sólo piden perdón a los muertos civiles de Hipercor, supongo. O a los trabajadores
de Martutene. ¿Y el resto qué somos? ¿Culpables? Eso no es mezquino, es lo
siguiente. A las víctimas nos obligan a preguntarnos: ¿cómo me han calificado a
mí estos? Hablan de torturas también... ¿Pero es que los secuestros que hacían
no son tortura?
¿Cómo fue el
asesinato?
Juan Mari había quedado con un amigo en Tolosa. Puso el
coche en marcha, me dijo: «Maixabel, te tengo que decir una cosa... He soñado
que me matan». Yo le contesté que no iba a pasar. Me estaba secando el pelo y
me llamó mi hermana. Me dijo: «No salgas de casa». En cuanto me dijo eso supe
lo que pasaba. Cuando llegué a la clínica, él tenía una especie de sonrisa.
Muerto. Como diciendo: «Esta pelea la vamos a ganar».
¿Os habían amenazado?
Sí. La noche del 12 al 13 de mayo nos pintaron la casa.
«PSOE asesino». Él era consciente de que cada vez entraba gente más joven en
ETA y que eso empeoraba todo... Así como hay muchas personas que nunca se
preocuparon de las víctimas de ETA hasta que no lo fueron ellas mismas, yo ya
llevaba ese recorrido hecho. Recuerdo una vez que mataron a un guardia en
Ordicia. Estábamos 20 en la concentración. Hicimos un recorrido por el pueblo.
La gente estaba en la ventana, tras el visillo. Era impresionante el silencio.
¿El primer
sentimiento cuál fue?
Antes de que asesinaran a Juan Mari solía decirme: «Si me
pasa algo, ¿qué haría? ¿Coger una escopeta?». Y no. Porque yo no iba a ser
igual que ellos. «Yo estoy en contra de la muerte», me decía. «Y ahora no voy a
empezar a estar a favor». Si los que asesinaron a Juan Mari le hubiesen dado
una oportunidad para hablar, les habría convencido para que no le matasen.
¿Por qué querías
verte con los hombres que le mataron?
No es que yo quisiera verle, él quería verme a mí.
Ya, pero tú
aceptaste.
Ya. Accedo por una razón: siempre he defendido la
reinserción. Estas personas habían hecho una autocrítica de sus crímenes,
habían reconocido el daño y querían mostrar su pesar. Teniendo en cuenta eso,
me dije que merecía la pena intentarlo.
¿Lo consultaste con
tu hija?
Sí.
¿Qué te dijo?
Que adelante.
El asesinato fue seis días después de las bodas de plata.
Las fotos ni se habían revelado. Jauregi, que ya había dejado la política y era
un directivo de Aldeasa en Chile, voló hasta España para conmemorar la fecha.
No lo cuenta Maixabel, pero lo más probable es que esos
breves y últimos días en el País Vasco Juan Mari se diera un paseo por su monte
favorito, el Burnikurutzeta. El mismo monte en el
que -ocho años después de la muerte-, apareció destrozado parte del monolito
que levantaron en su nombre. El mismo monte en el que -14 años
después del asesinato- Ibon Etxzarreta llevó flores junto a la viuda. Uno en el
que se leía: «Los que te quisimos,
te recordaremos».
¿Cómo valoras el
silencio de la izquierda 'abertzale'?
La izquierda abertzale debería salir a pedir perdón y reconocer
que ellos han sido los avales de ETA. Ellos han sido los que han aplaudido todo
lo que hacía ETA. Ellos han dado directrices. Cuando la izquierda abertzale contramanifestaba
frente a nosotros y gritaba: «ETA, mátalos». ¿Qué le cuesta decir a Otegi que
aquello que defendió no tuvo ni ha tenido ningún sentido? Lo único que han
conseguido es que en este país haya muchas familias que han sufrido muchísimo.
¿Qué esperas del
futuro tras la disolución de ETA?
Sería bueno que la izquierda abertzale bajara
de la montaña o de la luna, porque siguen organizando bienvenidas en el espacio
público a presos que no han pedido perdón ni han reconocido el daño. También
debería haber pasos en el acercamiento de presos.
¿Qué habría dicho
Juan Mari si hubiese sabido que su mujer se reunía con los que le mataron?
Él lo habría visto bien. Juan Mari hablaba con todo el
mundo.
El paisaje en
Legorreta es hermoso. Pero la imagen es otra.
Hubo un día en que uno de aquellos hombres que habían
matado a Juan Mari le dijo a la viuda: «Tenías razón en aquello que me dijiste,
lo de que es mejor ser la viuda que la madre del asesino». Ella le preguntó:
«¿Y eso cómo lo sabes?». Él le contestó muy serio: «Porque yo también habría
preferido ser Juan Mari Jauregi antes que Ibon Etxezarreta».
¿Dónde fue el
encuentro con Luis?
En Nanclares. Nos llevaron a una sala con una mesa, dos
sillas, una jarra de agua y dos vasos. Nos presentaron. Le di la mano. Yo
estaba tranquila, a pesar de que me iba a encontrar con una persona que me ha
hecho un daño incalificable.
¿Con qué pregunta
empezaste?
Lo primero que le pregunté es si sabía quién era Juan Mari.
Me dijo que no. Que si sabía que había sido una parte importante en el
esclarecimiento de los asesinatos de Lasa y Zabala. Me dijo que no. Que si
sabía que había sido militante antifranquista. Me dijo que no... Así todo. Sí
me impresionó cómo me insistía en que no veía nada bueno en él, que era una
persona mala.
¿Te pidió perdón?
Sí. Con profundidad. Me dijo que sentía mucho todo el daño
causado. Yo recuerdo que le dije que no podía decirle que le perdonaba, pero
que el simple hecho de estar allí conmigo algo quería decir.
¿Cómo fue el
encuentro con Ibon?
Le pregunté muchas cosas. Por ejemplo, lo que hicieron
después del atentado. Estos fueron a Villabona, explotaron el coche, Ibon se
cogió los perros y se fue al monte. Lo que hizo allí fue pegar un grito para
desahogarse.
¿Cuánta gente te ha
dicho que tu relación con ellos es una locura?
Entiendo que haya víctimas que digan que esta mujer no está
del todo bien o que no comprendan lo que hemos hecho un grupo de víctimas en
una quincena de encuentros restaurativos [durante el mandato del socialista
Patxi López; sin beneficios penitenciarios para los participantes]. Pero no me
siento ni peor ni mejor que nadie por hacer esto. Yo no soy creyente. Para mí
el perdón no tiene connotaciones religiosas. Pero que quisieran verme y pedirme
perdón significa algo. Yo voy a estar ligada a estas dos personas hasta que me
muera, lo sé.
¿Hasta dónde llegas
tendiendo puentes?
No lo sé, pero estas personas deberían tener una oferta de
trabajo. El Gobierno vasco tiene recursos para ayudar a los presos que han
pedido perdón...
¿Tú has intentado
buscarles un trabajo a alguno de los terroristas que mataron a tu marido?
Sí, claro. La última vez que estuve con Ibon Etxezarreta se
lo dije: «Voy a hacer lo posible». No tuve suerte. Pero ahora que tengo la
oportunidad de decirlo por primera vez en un medio de comunicación, lo digo: me
parece muy importante que esto se haga. Sólo para estos que han dado el paso.
Llegados a este punto, viéndolo todo desde el final, en
esta historia hay cosas que nunca tendrían que haber pasado -la muerte- y otras
-ya lo han leído- que sorprende que pasen.
Hay gente que tiene una biografía que funciona como un
marcapáginas: el mismo día en que ETA hizo entrega de las armas, nació Aitor,
el último nieto de Maixabel Lasa, un niño al que la
abuela podrá contarle momentos increíbles.
Cosas que no se creerían en Zamora o en Albacete.
Ni cerrando los ojos.
Veamos.
Es 29 de julio -fecha del aniversario del asesinato- y Maixabel encabeza el homenaje
anual a su marido en Legorreta. En este 2014 ha venido Ibon
aprovechando un permiso carcelario. Después de una ofrenda floral, hay un acto
en el monte Burnikurutzeta. Toca coger los coches. La viuda se ofrece a ir con él.
El ex terrorista conduce. De copiloto va un mediador de los
encuentros restaurativos. La viuda va detrás.
El paisaje es hermoso
en Legorreta.
Pero la imagen es otra.
Como quien amartilla un recuerdo, el que fue pistolero de
ETA le dice: «Me estoy acordando
del día en que matamos a Juan Mari. Yo iba conduciendo el coche. Ahora también
estoy conduciendo el coche y estoy llevando a la viuda».
Opinión:
He tenido el inmenso honor de trabajar con Maixabel Lasa
desde hace muchísimos años, junto a Txema Urkijo o Jaime Arrese, entre otra
gente de su equipo. Años en los que estábamos casi solos, porque muchas gente
que se le han acercado en los últimos años o bien entonces mostraban su
desacuerdo con su actividad o bien la insultaban directamente. Algunos incluso
se las ingeniaban para contactar con ella e intentar negociar ayudas
individuales, ya fuera en temática de pensiones o de puestos de trabajo.
Pero Maixabel ha sido siempre una persona de carácter
fuerte y que no se ha dejado avasallar. La recuerdo en Barcelona en noviembre
de 2008, cuando Goyo Martínez presentó el libro “Pido la palabra” y cómo
estábamos revisando un expediente a escasos cinco minutos del inicio de la
presentación. Y recuerdo por encima de todo cuando me dijo “ándate con cuidado”
porque aquella presentación me traería consecuencias negativas para mi labor
asistencial. Acertó. Antes del año, cesé en mis actividades como miembro de Acvot. Lo que ella
intuyó aquella noche, yo tardé meses en verlo.
Le llaman intuición femenina.
La misma intuición que la ha llevado a realizar actos que
otros, pese a sus hipócritas sonrisas cuando ella está cerca, jamás han
compartido e incluso han vilipendiado en sus reuniones con los más íntimos,
igualmente hipócritas.
Pero gracias a la labor de Maixabel y de otros como ella,
hemos llegado al punto en el que ahora mismo nos encontramos.
Gracias Maixabel.
También recuerdo aquel encuentro en la cafetería
Zurich de Barcelona, en la que hablamos de los encuentros “reparadores” o “restaurativos”,
que corrían a cargo del Gobierno Central o del Gobierno Vasco. Y siempre he
deseado agradecerle que entendiera mis razones para aceptar uno y no el otro…
Ahora lo hago público.
No hay comentarios:
Publicar un comentario