miércoles, 11 de abril de 2018

11 abril 2018 (3) El Periódico de Catalunya (3)

11 abril 2018 



¿Terrorismo? ¡Vayan a hacer puñetas!
Josep Martí Blanch

Con la acusación a los CDR, el Estado utiliza todo lo que tiene en su mano para embrutecer a un movimiento político pacífico

La irresponsabilidad del Estado parece no tener límites. En su empeño por aplicar a Catalunya la medicina que en su día sirvió para acabar con los asesinos de ETA utiliza todo aquello que tiene en su mano para embrutecer a un movimiento político que hasta la fecha se sitúa absolutamente al margen de cualquier tentación de utilizar la violencia para conseguir sus objetivos.
La acusación de terrorismo a una de las personas integrantes de los Comités de Defensa de la República provoca vergüenza y miedo. Vergüenza por estar obligado a vivir bajo tamaña arbitrariedad judicial. Miedo en tanto supone la naturalización por parte de la justicia de un estado de excepción en el que todo vale con tal de avanzar en el oprobio de la causa soberanista.

La pirueta final del Estado

En agosto, el Estado no pudo evitar caer en la tentación de vincular los atentados yihadistas con el proceso soberanista. Más tarde los porrazos contra los votantes del 1-0 fueron en el relato de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado golpes merecidos para contener la actitud violenta de los ciudadanos que amenazaban con papeletas y urnas. Después vino una instrucción y posterior acusación de rebeldía –asociada al uso de la violencia– para ajustar las cuentas y poder explicar el encarcelamiento y penas de prisión de hasta 30 años para los soberanistas encarcelados y aquellos que están en el extranjero. Ahora, por fin, el Estado efectúa la pirueta final e introduce en la narración pública del combate político la palabra 'terrorismo'.
La estrategia es tan clara como vergonzosa. Por respeto a las víctimas del terrorismo, por un mínimo de consideración a las reglas básicas de convivencia democrática, por un atisbo de dignidad personal, alguien debiera poner ya el freno a tan abyectas decisiones.
Y no, no hace falta tener una actitud favorable hacia los CDR, ni tan siquiera la mínima empatía con unos grupúsculos que coartan la libertad y los derechos de muchos de sus conciudadanos con algunas de sus lamentables actuaciones para escribir desde la indignación cuando se acusa a uno de sus integrantes de terrorista. Hay supuestos legales de lo más variado en el Código Penal para atajar su actividad si así se considera. Pero, ¿terrorismo? Cuando uno piensa que ya no se puede caer más bajo la justicia y la política española siempre acuden prestas para demostrar que es posible deslizarse un poco más por la pendiente de la inmundicia argumental.
En su día fueron muchas las voces que desde el entorno del PP o del PSOE explicaban que era mucho más fácil luchar contra ETA que contra el nacionalismo catalán. El tiempo les ha acabado dando la razón. Quizá por ello existe tanto interés en explicar Catalunya como si estuviese a un paso de convertirse en un País Vasco de los años de plomo. Violencia y terrorismo. 
Miren, váyanse un poco, o más bien un mucho, a hacer puñetas, por no señalar destinos más groseros. Y sí, he contado hasta diez antes de escribir. Y sí, es esto exactamente lo que tengo que decir al respecto. En el fondo, es lo mismo que les han dicho los jueces alemanes. Ellos, con más educación, por supuesto.

Opinión:

Agradezco a Josep Martí Blanch el recordatorio que presenta en su frase “por respeto a las víctimas del terrorismo, por un mínimo de consideración a las reglas básicas de convivencia democrática, por un atisbo de dignidad personal, alguien debiera poner ya el freno a tan abyectas decisiones”.
Es exactamente lo que muchas víctimas pensamos. Y como contraste, es llamativo el silencio en el que otras están ahora, cuando deberían salir a defender la dignidad de la que tanto hablan… ¿o quizás se refieren a la dignidad de entregarle un premio a Cristina Cifuentes? Es una pena que ahora, cuando podría hablarse con claridad de cómo se utiliza torticeramente una palabra tan delicada y que encierra tanto dolor como “terrorismo”, algunos prefieren callar y no opinar. Otros prefieren esperar a ver qué les aconseja el político de turno…
Como ocurre casi siempre, solo les interesa que los de arriba no se enfaden…



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