26 abril 2018
Memoria y
reconciliación
Así como no se han ahorrado denuncias contra las
connivencias en la Iglesia
con el marxismo, hay (o había) una autocrítica pendiente en lo que respecta al
nacionalismo
La petición de perdón de los obispos en el País Vasco y
Navarra no solo es un acto de justicia desde el reconocimiento de que «también
se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades, omisiones…», que han
aumentado la carga de sufrimiento de las víctimas del terrorismo. Se trata de
más que un gesto, ya que marca un camino que seguir por toda la sociedad vasca,
que no puede pasar página sin más tras cuatro décadas de violencia etarra, en
las que unos por complicidad y otros por miedo han callado ante los asesinatos,
extorsiones y secuestros, cuando no los han justificado con un indigno «algo
habrá hecho». Ahora que «la deseada disolución de ETA ofrece nuevas posibilidades
para la normalización, que debieran de ser aprovechadas por todos» –como afirma
la declaración de los obispos–, es más necesario que nunca hacer examen de
conciencia, puesto que «la verdadera reconciliación solo es posible si existe
un auténtico arrepentimiento y una sincera petición de perdón; además de una
disposición real a reparar el mal causado en la medida de lo posible». Y así,
sin dejar de mostrar generosidad hacia «aquellas personas que desean emprender
un camino nuevo», los obispos animan al mismo tiempo a cultivar la memoria y a
extremar la sensibilidad al máximo «de forma que las víctimas del terrorismo no
se sientan humilladas».
Es toda una hoja de ruta para la sociedad vasca, que se
juega mucho en el relato que vaya a quedar de todas estas décadas. Para la Iglesia , la experiencia
deja también la advertencia de que, ni mucho menos, es inmune a los conflictos
en la sociedad. El peligro de dejarse contaminar por las diferentes ideologías
está siempre presente. Pero así como no se han ahorrado denuncias contra las
connivencias con el marxismo (caso de algunas teologías de la liberación), hay
(o había) una autocrítica pendiente en lo que respecta al nacionalismo,
presentado a veces como veneración de las tradiciones de los pueblos. A corto
plazo, este tipo de connivencias granjean algunos aplausos, pero al final lo
que queda son los desgarros en la comunión y la pérdida de credibilidad de la Iglesia , relegada a la
insignificancia.
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