13 abril 2018
Terroristas
No parece lógico
convertir a los líderes de los CDR en compañeros penales de los del tiro en la
nuca
Un poco fuerte, ¿no? Llamar terrorismo a las condenables, y
detestables acciones de los comités de defensa de la república parece excesivo.
Sus métodos son más que discutibles, y sus fines merecen ser puestos en
cuestión, porque pretenden instaurar en la práctica lo que una visión parcial
de la realidad política les da: la república catalana. Un Estado del que, de
existir alguna vez, sabemos todavía poco, pero sí algunas cosas impactantes: en
la república catalana no habría peajes en las autopistas.
Por lo demás, las “propuestas” de los CDR no se diferencian
mucho de las que pueden hacer los sindicatos tradicionales, que en Cataluña son
los mismos que en el resto de España, cuando quieren conseguir, por ejemplo,
que un paro sea general. Los piquetes informativos se vuelven resolutivos con
mucha frecuencia. Pero de las incomodidades que provocan esos piquetes al
terrorismo hay un largo trecho, por más que a algún responsable de Interior se
le crucen los cables. La ley llamada mordaza del
PP atestigua que ese cruce de cables se produce también a veces en todo un
partido político.
Iba a añadir que a nadie se le ocurre tildar de terroristas
a los sindicatos, pero es mejor no mentar la bicha, porque sí se le ha
ocurrido.
Hay un campo que el PP desde luego, pero no solo el PP,
debería tomarse muy en serio para trabajar a largo plazo, y para eso pueden aprender
de la experiencia en Euskadi, donde muchos militantes del PP, con los del PSOE,
se la han jugado y han ganado.
El trabajo es cultural, político, y de largo plazo. Y no
hay atajos. El secesionismo frustrado puede dar lugar a fenómenos terroristas.
Y los que lo buscan tienen mucho terreno andado: ya hay en Cataluña dos
comunidades, como sucedió en el País Vasco. Los biempensantes nacionalistas
miran con comprensión a esos jóvenes bienintencionados de los CDR.
Unos agitarán el árbol y otros recogerán las nueces, según
la desvergonzada expresión de Xabier Arzallus. Los CDR están ya agitando el
árbol, y tienen la simpatía explícita del mundo nacionalista. Las primeras
nueces puede dárselas el Gobierno en forma de aplicación rigurosa de los tipos
penales, hecha en especial para Cataluña.
¿No hay en el Código Penal español resortes que permitan
combatir la violencia callejera de los CDR sin convertir a sus líderes en
compañeros penales de los jóvenes (ya menos, porque la cárcel envejece mucho)
vasos del tiro en la nuca?
Es en esto en lo que deben intervenir el Gobierno y los
partidos constitucionalistas en Cataluña.
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