06 mayo 2018 (05.05.18)
Temprano
tiempo para el olvido
Sandra Barneda
Mientras avanzamos hacia una sociedad cada vez más
insensibilizada con la violencia o el dolor ajeno, nuestros muertos se resisten
a permanecer en la memoria del olvido. Decía acertadamente Rosa Montero en La
ridícula idea de no volver a verte que “sólo los nacimientos y las muertes se
salen del tiempo: la Tierra
detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen
sobre el suelo como polvo de purpurina” .
ETA anuncia su disolución definitiva, con la intención de
cerrar una época negra de 60 años de actividad de la banda terrorista. La
palabra impunidad ha reabierto heridas nunca cerradas y puesto el acento no en
la disolución de ETA, sino en su derrota. “Los terroristas serán perseguidos
por las fuerzas de seguridad allá donde se encuentren –ha afirmado el ministro
Zoido– para detenerlos (…) y así recuperar la memoria de todas las víctimas del
terrorismo”. Existe demasiado dolor para enterrar la sed de justicia a favor de
un proceso de disolución conciliada con el Estado. El recuento de su historia
en muertos: 853 asesinatos, más de 2.500 heridos y 10.000 extorsionados. Esos
muertos sacaron del tiempo a muchas familias que siguen en el intento frustrado
de volver al carril de la vida pasada recubierta de trivialidades.
Han pasado muchos años, pero para las víctimas de los
terribles y sangrientos atentados, no existe más que la nada después de su
muerto. El dolor sentido poco tiene que ver con el verbo y mucho con un gran
golpe en el estómago que te deja sin oxígeno y sin media vida. Pero la política
camina por encima de los sentimientos y debe actuar para proceder a ese estado
de paz que es capaz de cicatrizar el dolor colectivo. Sin un cierre definitivo
los historiadores alertan que en un futuro podrán reabrirse heridas y provocar
nuevos brotes de violencia.
El Gobierno no puede dar la espalda a todo un pueblo que
espera respirar sin dolor, sin angustia…, respirar en paz. El Gobierno no puede
permanecer de espaldas a la posibilidad de remendar las heridas, debe buscar el
modo de recuperar la memoria para el olvido y el descanso de todos. ETA ha
reconocido “la responsabilidad directa y el dolor causado” por seis décadas de
violencia, pero un par de frases son insuficientes para demasiada historia de
sangre a nuestras espaldas. Las víctimas se han unido al grito de ¡Justicia!
Porque, insisten, el perdón debe seguir siendo algo íntimo y personal. ETA no
contempla la posibilidad de colaborar con la justicia en los más de 300
crímenes que aún hoy están sin resolver. Las armas entregadas están limpias de
huellas y el silencio es un mandato para todos.
Esta semana se han removido las aguas del dolor de una
historia sangrienta que sigue teniendo demasiadas piedras en el camino para
poder resolverse en la calma precisa. No sirve el olvido, ni cabe enterrar el
dolor que aún se llora por dentro. ETA quiere que el tiempo del olvido vuelva
demasiado rápido, sin colaborar ni pedir el perdón necesario para construir un
sendero nuevo. Las carnes siguen demasiado abiertas y enfrentadas en el
silencio tenso del dolor agudo de sus víctimas y todo un pueblo, el vasco, que
trata sin demasiado éxito de huir hacia delante. ETA terminó, pero la paz no
llega cuando termina la violencia.
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